Dos Sacerdotes en las manos de DiosCompañeros del seminario en 1957; Macario Torres González de
Huisquilco y Efrén Martín Gutiérrez de Mirandillas; hombres buenos
y nobles, que entendieron a plenitud el sacerdocio
Enrique Estrada Barrera
Premio México de Periodismo, Cronista y Forjador de Baja California
MEXICALI, B. C.- Me llenó de tristeza la noticia, aún y cuando ya había pasado el tiempo; recordé el ayer de hace apenas 52 años, cuando niños todos aprendíamos en el Seminario de la Merced de Lagos de Moreno, el camino del sacerdocio. Tuve muchos amigos ahí, como los sigo teniendo donde quiera, porque lo que bien se siembra, siempre Dios se lo devuelve a uno con gracias y ganancias.
Leí con tristeza que Macario Torres González, de Huisquilco y Efrén Martín Gutiérrez de Mirandillas, ambos de Jalisco, ordenados sacerdotes y oficiando en Guadalajara, Jalisco, murieron en circunstancias diversas, pero entregados en el amor a Dios, después de haber sido pilares absolutos en la fe y el amor a Dios y morir, callada y lentamente, entregando su alma al creador.
Lo leí primero en el Sistema de Noticias de la Arquidiócesis de Guadalajara y para ratificar mi entereza, platiqué por teléfono con mi amigo el sacerdote Mariano de Jesús Jiménez, nuestro maestro en ese tiempo en el Seminario, quien me confesó la forma como ambos compañeros murieron.
El primero en morir fue Macario Torres González, un joven todo espiritualidad, muy deportivo, asesor de las “Chivas” y “Chiva” de corazón; maestro de la Universidad y que había escrito 9 libros; luego moriría Efrén a quien el padre Mariano Jiménez, le concelebró en 1998, cuando celebró sus 25 años de sacerdote en Mirandillas, San Miguel el Alto, Jalisco.
Aquellos niños con vocación sacerdotal El viejo caserón que sirvió de Monasterio para los padres Mercedarios en Lagos de Moreno, jalisco, fue ocupado para alojar a quienes estudiáramos el Previo en el Seminario; de ahí se harían los estudios de secundaria en San Juan de los Lagos y luego a Guadalajara, a estudiar Teología y Filosofía.
Pero ese lugar que albergaba unos doscientos jóvenes de Jalisco y otros Estados, sirvió de fragua en la formación infantil del hombre; nos formó en la medida de nuestras posibilidades, para ser hombres de bien, en caso de no terminar como sacerdotes.
En el Seminario de la Merced, salíamos a desayunar, comer y cenar en diferentes casas que los laguenses de buen corazón ofrecían al Seminario; estudiábamos y aprendíamos ya algo de latín. Los jueves en la tarde, salíamos a caminar hasta la Mesa Redonda, distante muchos kilómetros, donde desarrollábamos mucho deporte y cada mes, hacían un paseo en nuestro honor en el famoso “Baño de los Caballos”.
Ahí nos descubrimos la amistad; siempre llevamos buena amistad Efrén, Macario, Francisco Nuño y otros muchos, pero de estos a quienes nunca he olvidado, los recuerdo, porque años después haciéndome reportero, siempre me comunicaba con ellos y estando en Mexicali, Baja California, fui invitado por Efrén y Macario a su Consagración Sacerdotal el 22 de abril de 1973 en la Catedral de Guadalajara, con la consagración del entonces Arzobispo Metropolitano, Cardenal don José Salazar López, asistiendo yo en compañía de mi esposa y mi hija Erika.
Nos pasa el tiempo, se nos van los años… Efrén se me perdió en el camino de los años; supe por Macario que lo habían enviado a pueblos pequeños y muy humildes, donde desarrollaba con labor heroica sus tareas diocesanas: también supe, que fue un profundo respetuoso de las leyes divinas y que nunca tuvo flaquezas de ninguna naturaleza.
A Macario lo vi más veces, incluso cuando estaba en la Parroquia del Espíritu Santo, en Guadalajara, Jalisco, donde coincidimos varias veces y me presumía su amor por el equipo de “Las Chivas”, presunción para mí buena, porque también soy “Chiva”, pero el tenía la ventaja de que asistía a los partidos del Guadalajara y al paso de los años fue su asesor espiritual.
Los años nos tragan la vida y sólo nos dejan montones de recuerdos; en Efrén y Macario, recuerdos buenos, excelentes, por lo que sus familiares deben estar contentos. Fueron luces en el camino incierto de la vida y sin duda, esto lo entiende y bien el sacerdote Sotero Torres González, hermano de Macario y cura de La Barca, Jalisco.
A Efrén lo recuerdan con mucho cariño algunos feligreses que lo calificaban como “un sacerdote sencillo y atento a las necesidades”, que lo hizo llevar la palabra de Dios por la geografía de Jalisco, hasta que los años lo alcanzaron junto con las enfermedades.
Los recuerdo sonriendo cuando en el Seminario de Lagos de Moreno, Jalisco coincidimos en 1957: “Es que si entras al Seminario, es para hacerte sacerdote y si lo logras, olvídate de las mujeres. Debes pensar mucho en eso. Pero, si te gustan las mujeres, pues mejor abandona el Seminario, pero no engañes a nadie”.
Grandes palabras para mí, pero con sabio mensaje para otros que vestidos con la sotana sacerdotal, cometen el grave delito de engañarse así mismos y engañar a las mujeres, teniendo hijos y engañando a todos; faltos de amor y respeto, hecho que hace tanto mal al sacerdocio.
Adiós Macario…Adiós Efrén Macario formó en la Parroquia del Espíritu Santo, de Guadalajara, Jalisco varias pastorelas con los grupos de chavos bandas llamadas “Los Vikingos”, que hoy son un orgullo, plenamente identificados en Guadalajara, como personas positivas; consiguió también conducir todos los domingos un programa de radio donde trasmitía la Misa y valores éticos y familiares.
Efrén en cambio, luego de un trajinar por muchas partes, fue recluido al Presbiterio de la Arquidiócesis de Guadalajara, para atendérsele de los males que presentaba, después de ejercer el sacerdocio por más de 36 años.
Macario desarrollaba una intensa actividad y el 20 de noviembre sufrió un derrame cerebral, que lo hizo perder el conocimiento y olvidarse de su alegría constante y de una canción que le gustaba mucho cantar: “Rosita Alvírez”. Fue de inmediato atendido y durante 10 días vivió una triste agonía, hasta el 30 de noviembre en que deja de existir.
En su bagaje deja muchos ejemplos de rectitud y probidad; los fieles del templo de Nuestra Señora del Sagrario, donde estuvo como párroco los últimos años consideran como el más importante sacerdote que ha tenido su parroquia. Asesor espiritual de varios clubes incluyendo “Las Chivas Rayadas” del Guadalajara, catedrático en la universidad de Guadalajara, integrante de la Pastoral Universitaria, miembro del Comité de Etica de los Hospitales Civiles de Guadalajara y autor de 9 libros. Sus restos fueron cremados, quedando en Guadalajara, Jalisco.
Efrén dejó también un gran ejemplo de sufrimiento y de inmensa tranquilidad al quedar como Vicario Parroquial de Nuestra Señora de la Paz, en Guadalajara, Jalisco. Aquí el señor cura José Luis Esqueda García, dijo que “el padre Efrén estuvo muy contento en la Parroquia de la Paz; era muy discreto, sencillo y humilde con la gente; de buen trato y con gran cariño pastoral hacia los niños. Pero sólo duró un año”.
Entristecido el sacerdote Esqueda García describe: “Lo que más me impresionó del padre Efrén, fue su paciencia en el hospital, ya que yo lo auxilié, lo confesé. Lo hizo con mucha piedad y al final me extendió la mano y me dijo ‘Muchas gracias’. Duró sedado 22 días y el 22 de mayo de 2009, falleció en Guadalajara, Jalisco.
Los restos de Efrén fueron trasladados al Panteón Viejo de Tepatitlán, Jalisco y depositados en la tumba familiar, donde descansan también sus padres.