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Hija: Te escribo esta carta no porque me falte el valor de decirte de frente lo que encontrarás en estas líneas, sino porque no quiero olvidar ningún detalle y porque además tu bien sabes que me expreso mejor con letras que con palabras.

Durante todo ese tiempo que deje de estudiar nunca se me ocurrió trabajar o hacer algo productivo con mi vida y ahora que lo veo en retrospectiva, todos esos meses constituyeron algo así como un receso antes de la agitación en la que se convertirían mis días.
Un día en el que las películas, las caricaturas y las revistas de moda no fueron suficientes para saciar mi ocio, salí a caminar en un intento de empezar a ejercitarme pero como todo lo demás lo dejé a la mitad sin terminarlo, no obstante, ese día conocí a un chico, en realidad ya lo había visto, pues vivía en la misma colonia que yo pero nunca me llamó la atención de tal forma en la que tuviera que dedicarle más de una mirada, ese día sin querer tuve que darle toda mi confianza pues al pasar por una cancha de futbol improvisada sentí como aquel equipo de jugadores me hacían participe de tal deporte pues cuando menos lo imaginé mi cabeza detenía un disparo que impidió un gol, no es que el golpe haya sido de tal magnitud como para desmayarme, sino que mi distracción me hizo tambalear y caerme, la caída fue aparatosa e inesperada al grado de preocupar a ambos equipos de futbol quienes en cuestión de segundos se amontonaron alrededor de mi cuerpo adolorido más moral que físicamente.
El nombre del delantero del equipo ganador de aquel día se llamaba Pedro pero todos en un intento de sentirse americanos le decían Peter y fue precisamente quien se mostró más amable, preocupado y culpable pues había sido él quien lanzara aquel cañonazo que se impactó en mi cabeza.
Insistió demasiado en llevarme a la Cruz Roja “por si acaso” dijo él y ante el escrutinio de sus amigos no me quedó más remedio que aceptar aquella propuesta que fungiría como preámbulo para nuestra primera cita.
Una semana después de aquel incidente, esperaba ansiosa que el reloj marcara las 17 horas, pues sonaba el timbre que me sacaba del aburrimiento y que me sumergía en el entretenimiento, en esas emociones por primera vez experimentadas y en esos lugares que siempre quise visitar sin mi familia, como las salas de cine y las plazas comerciales.
Esos dos meses que estuve con Pedro fueron fugaces pues todo sucedió en un suspiro y aún hoy cuando te veo a unas horas de cumplir tu mayoría de edad, me pregunto si realmente existes o si eres parte de un mágico sueño.
A los 7 días después de que nos conocimos Pedro y yo experimentamos nuestro primer beso, a las dos semanas nuestras hormonas despertaron; al no conformarnos solo con tocar nuestros labios empezamos por tocarnos el cuerpo y a la tercera semana tuvimos nuestra primera relación sexual y los siguientes 10 días fueron intensos respecto a eso. Fue el frenesí de dicha experiencia la que nos impidió pensar en protección… y así… en medio de una desbordante pasión y adrenalina fue como empezó tu historia.
Me gustaría decirte que incluso el amor intervino en el proceso de tu gestación pero no fue así pues antes de enterarme de que estaba embarazada el entusiasmo de esa relación disminuyó a tal grado que desapareció y yo tomé la decisión de no involucrar en este proceso a tu padre biológico pues sé que al final no iba a ganar nada, quizás lo único que iba a conseguir era amargar con discusiones lo que ha resultado ser una bella y pacifica existencia entre nosotras.
También me gustaría expresarte que desde que te sentí en mi vientre todo fue felicidad pero la verdad es que sentí miedo… por ti… por mí… temía a la reacción de mis padres, temía no ser suficientemente buena para ti porque no tenía nada, mis manos estaban vacías… y ni siquiera podía ofrecerte una imagen paterna que te brindara seguridad… cuando naciste lo único que tenía para proporcionarte era amor incondicional y fue cuando entonces comprendí que con eso era más que suficiente, pues el amor hacia los hijos te hace ser fuerte y levantarte a pesar de que en ocasiones las caídas parezcan no tener retorno hacia la felicidad.
Hija… quizás… a los ojos propios o de los demás el inicio de tu historia no fue el ideal, pero también me queda claro que lo importante y lo que le da sentido a la vida de las personas no es como empiecen las cosas… sino como terminan… y tu historia querida hija es de las más prometedoras… no te lo digo de madre a hija… sino… de mujer a mujer.
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