Por Sara Lovera
Corina Giacomello, de origen italiano, desarrolló en México sus estudios de doctorado. Es sorprendente, menuda, sencilla, directa y con esa mirada de inteligencia que muchas mujeres despliegan en estos tiempos de “infierno”, como eltítulo de una película mexicana recién estrenada, en la que actores y personajes encarnan las dificultades de un país violento y sin gobierno, que los define sin destino.
El tráfico de drogas y la guerra militarizada para combatira un enemigo de muchas cabezas involucra cada vez a más mujeres. Hasta 2007, la principal causa de apresamiento femenino fue el tráfico de drogas, aunque son considerables los porcentajes por extorsión, secuestro y lesiones, lo que ha reformulado el mapa del crimen organizado.
En entrevista con SEMlac, Giacomello revela algunos contornos de una realidad lacerante: “El número de mujeres involucradas en el tráfico internacional de las drogas ha aumentado vertiginosamente en los últimos 20 años en toda América Latina; el triángulo que ve entrelazados las relaciones de género, tráfico de drogas y un sistema penitenciario atrasado y terrible”, refiere. ¿Ycómo es eso? “Hay que entenderlo a partir de la situación socio-económica de la región, de los sistemas penales y de la legislación de cada país en esa materia.
En México reciben la aséptica definiciónde ‘delitos contra la salud’ y de la situación de marginación y subordinación en la que todavía viven las mujeres en las sociedades latinoamericanas”. ¿Cómo se involucran las mujeres? “Los modos de participación son múltiples: esposas, mulas o transportadoras de mercancía y las introductoras de drogas a centros penitenciarios”, señala. Corina realizó esta investigación directamente; hizo sus primeras entrevistas en 2005, con el objetivo de denunciar las violaciones a los derechos humanos que acontecían, y acontecen, en el Centro Federal de Readaptación Social Número Uno “Altiplano”, comúnmente conocido como cárcel de alta seguridad de la Palma, situado en el Estado de México, la entidad que rodea y es vecina dela capital del país.
Fueron las esposas o familiares de policías corruptos, sicarios, narcotraficantes, e incluso de personas inocentes, quienes antes de escuchar un burlesco “Disculpe, nos equivocamos”, pasaron varios años,en calidad de procesados, pero tratados como sentenciados. Esto llevó a las mujeres avivir lo que es la cárcel, siendo libres.
Corina Giacomello, de origen italiano, desarrolló en México sus estudios de doctorado. Es sorprendente, menuda, sencilla, directa y con esa mirada de inteligencia que muchas mujeres despliegan en estos tiempos de “infierno”, como eltítulo de una película mexicana recién estrenada, en la que actores y personajes encarnan las dificultades de un país violento y sin gobierno, que los define sin destino.
El tráfico de drogas y la guerra militarizada para combatira un enemigo de muchas cabezas involucra cada vez a más mujeres. Hasta 2007, la principal causa de apresamiento femenino fue el tráfico de drogas, aunque son considerables los porcentajes por extorsión, secuestro y lesiones, lo que ha reformulado el mapa del crimen organizado.
En entrevista con SEMlac, Giacomello revela algunos contornos de una realidad lacerante: “El número de mujeres involucradas en el tráfico internacional de las drogas ha aumentado vertiginosamente en los últimos 20 años en toda América Latina; el triángulo que ve entrelazados las relaciones de género, tráfico de drogas y un sistema penitenciario atrasado y terrible”, refiere. ¿Ycómo es eso? “Hay que entenderlo a partir de la situación socio-económica de la región, de los sistemas penales y de la legislación de cada país en esa materia.
En México reciben la aséptica definiciónde ‘delitos contra la salud’ y de la situación de marginación y subordinación en la que todavía viven las mujeres en las sociedades latinoamericanas”. ¿Cómo se involucran las mujeres? “Los modos de participación son múltiples: esposas, mulas o transportadoras de mercancía y las introductoras de drogas a centros penitenciarios”, señala. Corina realizó esta investigación directamente; hizo sus primeras entrevistas en 2005, con el objetivo de denunciar las violaciones a los derechos humanos que acontecían, y acontecen, en el Centro Federal de Readaptación Social Número Uno “Altiplano”, comúnmente conocido como cárcel de alta seguridad de la Palma, situado en el Estado de México, la entidad que rodea y es vecina dela capital del país.
Fueron las esposas o familiares de policías corruptos, sicarios, narcotraficantes, e incluso de personas inocentes, quienes antes de escuchar un burlesco “Disculpe, nos equivocamos”, pasaron varios años,en calidad de procesados, pero tratados como sentenciados. Esto llevó a las mujeres avivir lo que es la cárcel, siendo libres.

Así se hicieron visibles las mujeres y empezaron a dar a conocer lo que acontecía en el centro “La Palma”.
Aplastadas entre el esposo, la cárcel y su condición de género, reorganizaron su vida alrededor del penal, volviéndose invisibles entre los invisibles.
De estas entrevistas, Corina publicó un libro titulado Rompiendo la zona de Silencio: testimonios sobre el penal de máxima seguridad del Altiplano, antes La Palma, que salió a la luz en 2007.
Luego publicó Los Secretos de Almoloya y hoy continúa sus investigaciones y da charlas y conferencias.
Pone el dedo en la llaga: es verdad que las mujeres están formando parte del entramado, no sólo como familiares, sino también como parte del crimen.
Nos regala un testimonio: una mujer de origen colombiano resume la situación de violación a los derechos humanos de este modo: “Me siento presa, aún estando libre”.
Y me lee al relatar sus hallazgos, al entrevistarla en Toluca, capital del Estado de México. Ella tuvo que ver con un penal, a partir de la detención del esposo.
Toda la familia se mudó a las cercanías del penal.
“Te alejas de la familia, de los pocos amigos, porque te das cuenta de quiénes son tus amigos.
Aquí tienes que amarrarte a los juzgados, y más con la situación que está pasando ahorita (después del operativo), tienes que estar pegada allá y no puedes desarrollar una vida normal”.
“Siento mucha impotencia como madre y esposa, es bastante difícil, porque las que estamos dentro de todo esto sabemos lo que pasa y lo que estamos manejando, pero la gente que no está enterada de cómo están las cosas te etiqueta: Son esposas de lo peor´. En estos ocho años no he tenido amigas afuera de este círculo. Llevo a mis hijos a la escuela y me voy, no puedo hablar con nadie. No quiero que la gente me pregunte: ‘¿Y tu marido?’ porque no quiero echarles mentiras…”
¿Qué es lo que realmente viven estas mujeres?: “El régimen de incertidumbre, atropello y de agotamiento descrito en los testimonios se tradujo, en 2006, en la formulación un nuevo Reglamento de los Centros Federales de Readaptación Social, firmado por el entonces presidente Vicente Fox, y actualmente vigente. Pero, en realidad, las cosas no han cambiado”, precisa Corina Giacomello.
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