Advertido, peligroso, escurridizo… obviedad disfrazada de falsa sutileza; así es como empieza aquel “juego de adultos” que termina implicando al amor en sus aspectos más oscuros e indiferentes; y es que, ese acto de fingida madurez que de inicio acarrea un común acuerdo de decir “no” a los sentimientos causa más conflictos existenciales que las preguntas ¿quién soy y de donde vengo?
Héctor le propuso a Noemí consumar actos físico - hormonales de manera esporádica, protegida, consensada, de esos que no involucran otra cosa más que el cuerpo que
se entrega casi mecánicamente, como ya había pasado un poco más del siglo XX ella no pretendió sentirse ofendida, por el contrario, negoció y esclareció lo que a ella le interesaba, sin más de dos palabras refrendó el acto, y como si su cuerpo se tratase de una administración empresarial le tendió firmemente la mano a su nuevo socio y declaró que el “trato estaba hecho”.
Desde la primera relación, Noemí calibro la brújula de sus sentimientos y en vez de ponerle en el modo de encendido los apagó por completo y se dispuso a explorar las diversas reacciones de su cuerpo, caso contrario le pasó a Héctor quien poco a poco empezó a explorar los propios sentimientos, primero inhibió sus intensiones pero bien es sabido que lo que se siente no se puede esconder o aminorar, sino que adopta vida propia y tal cual titiritero nos comienza a manipular.
Y así, poco a poco, ella se cubrió de libertad, mientras que él, posesivo del cuerpo de Noemí quiso serlo también de sus deseos y de sus más profundas ilusiones. De pronto Héctor no supo como actuar frente a ella ni en consecuencia, descubrió la falacia de las mariposas en el estómago y adoptó la utópica realidad pintada del nefasto color rosa, de manera evidente las cosas ya habían cambiado, la única desventaja es que a partir de ese momento ambos se encontraban en polos opuestos y no de esos que precisamente se atraen si no de esos que uno mismo provoca para ya no encontrarnos con ese “alguien”… jamás.
En un giro desesperado Héctor trató de ser “el complemento” de Noemí, como si en realidad ella fuera solamente medio cuerpo, medio cerebro o medio corazón y fue cuando entonces ella reconoció que lo divertido de esa relación había terminado desde hace mucho tiempo.
Noemí se despidió de Héctor quien por algún tiempo había sido su “free love” mientras que él, sin resignación intentó buscarle y hacerle ver que él sin más era “el amor de su vida” como si eso en la vida de ella fuese importante o tan sólo existiera.
Noemí se convirtió en ese brío del viento que va a donde quiera, unas veces a capricho propio y otras tantas sólo se deja llevar, ahora la podemos reconocer en ese arrojo de las mujeres en general mientras que Héctor es ese toque de melancolía que se reserva cuando estamos cansados de tanta felicidad.
Hay reglas recitadas o escritas pero también hay otras que no necesitan ser pronunciadas y como sea que se manifiesten; en el amor libre deben de ser respetadas, de lo contrario se sufrirán las consecuencias del desamor en una relación en donde hubo de todo menos esa cosa estúpida que algunos sofistas (en términos de Sócrates y Platón) llaman A.M.O.R.
: laura.esle@hotmail.com
Héctor le propuso a Noemí consumar actos físico - hormonales de manera esporádica, protegida, consensada, de esos que no involucran otra cosa más que el cuerpo que
se entrega casi mecánicamente, como ya había pasado un poco más del siglo XX ella no pretendió sentirse ofendida, por el contrario, negoció y esclareció lo que a ella le interesaba, sin más de dos palabras refrendó el acto, y como si su cuerpo se tratase de una administración empresarial le tendió firmemente la mano a su nuevo socio y declaró que el “trato estaba hecho”.
Desde la primera relación, Noemí calibro la brújula de sus sentimientos y en vez de ponerle en el modo de encendido los apagó por completo y se dispuso a explorar las diversas reacciones de su cuerpo, caso contrario le pasó a Héctor quien poco a poco empezó a explorar los propios sentimientos, primero inhibió sus intensiones pero bien es sabido que lo que se siente no se puede esconder o aminorar, sino que adopta vida propia y tal cual titiritero nos comienza a manipular.
Y así, poco a poco, ella se cubrió de libertad, mientras que él, posesivo del cuerpo de Noemí quiso serlo también de sus deseos y de sus más profundas ilusiones. De pronto Héctor no supo como actuar frente a ella ni en consecuencia, descubrió la falacia de las mariposas en el estómago y adoptó la utópica realidad pintada del nefasto color rosa, de manera evidente las cosas ya habían cambiado, la única desventaja es que a partir de ese momento ambos se encontraban en polos opuestos y no de esos que precisamente se atraen si no de esos que uno mismo provoca para ya no encontrarnos con ese “alguien”… jamás.
En un giro desesperado Héctor trató de ser “el complemento” de Noemí, como si en realidad ella fuera solamente medio cuerpo, medio cerebro o medio corazón y fue cuando entonces ella reconoció que lo divertido de esa relación había terminado desde hace mucho tiempo.
Noemí se despidió de Héctor quien por algún tiempo había sido su “free love” mientras que él, sin resignación intentó buscarle y hacerle ver que él sin más era “el amor de su vida” como si eso en la vida de ella fuese importante o tan sólo existiera.
Noemí se convirtió en ese brío del viento que va a donde quiera, unas veces a capricho propio y otras tantas sólo se deja llevar, ahora la podemos reconocer en ese arrojo de las mujeres en general mientras que Héctor es ese toque de melancolía que se reserva cuando estamos cansados de tanta felicidad.
Hay reglas recitadas o escritas pero también hay otras que no necesitan ser pronunciadas y como sea que se manifiesten; en el amor libre deben de ser respetadas, de lo contrario se sufrirán las consecuencias del desamor en una relación en donde hubo de todo menos esa cosa estúpida que algunos sofistas (en términos de Sócrates y Platón) llaman A.M.O.R.
: laura.esle@hotmail.com
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