jueves, mayo 10, 2012

Agua, ¡qué palabra!

Agua, qué palabra,
se desliza suavemente
y acaricia la garganta.
¡Agua! Es la prístina palabra
del infante
a unos días de mirar
la luz del alba,
y de su boca, pequeñita
y sonrosada
brota ansiosa la palabra:
¡mamá! ¡agua! ¡agua!
¿agua!
Que en los ojos que se nublan
de tristeza
por la ausencia de la amada
se vuelve lágrima.
agua, como airón
de plumas blancas,
en las cumbres de las ciclópeas
montañas
donde no alcanza su cima,
ni las alas vigorosas
de las águilas
¡Agua! En blanca nieve
en las cumbres Himalayas
el K2, el Anapurna,
y allá, en el meridión
de habla hispana
en inmebsa cordillera
que se alarga,
luce majestuoso el Aconcagua.
¡Agua! Cual bufido
de una fiera acorralada
brota en geisers
y en extrañas y olorosas
Solfataras
¡Agua! La que corre, ruge y brama
como mil locomotoras
avanzado hacia al abismo
desbocadas,
en las grandes cataratas
de Iguazú, de Victorias
y de Niágaras.
¡Agua! Como grácil cabellera
en la cascada
que se viste
con sarape de Saltillo
por un arco de colores
irisado.
¡Agua! Tú que de la sed
quitas mis ansias,
como dijo el Arcángel a María
yo también
a ti te lo diría:
¡Llena eres de gracia:

Por Luis Gutiérrez Medrano

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