Por: Abogado José Guadalupe Márquez Álvarez y Mtro. Pablo Barragán
Estimado lector: Usted fue testigo de cómo todos
los partidos políticos y sus candidatos a los diferentes
puestos de elección popular incidieron en distorsionar el
voto de la mayoría de los electores con la intención de
obtener el triunfo electoral el pasado 2 de julio.
En teoría y de acuerdo con la ley, los partidos y sus
candidatos deben promover sus plataformas políticoelectorales,
promocionar las políticas públicas que
aplicarían en caso de ser
beneficiados con el voto
popular, para solucionar
(o al menos tratar de
solucionar) aquellos
problemas que aquejan
de manera especial a la
colectividad.
En nuestro país, la
ley otorga a todos los
partidos y sus candidatos
financiamiento público que,
como se mencionó en
el párrafo anterior, es
para promocionar sus
plataformas políticoelectorales,
así como
los gastos para recorrer
todas las comunidades
que pertenecen a un municipio, a un distrito, a un estado
o a todo el país.
Pero, en estricto sentido, este dinero no debería
utilizarse en la compra de artículos promocionales
de todo tipo, que de manera dispendiosa inundan
y saturan aquellos lugares en que se realizan sus
mítines, reuniones, visitas, etcétera, ya que con estos
obsequios o regalos, que por cierto, la mayoría son de mala calidad, inducen a sus electores a sufragar por
ellos y sus candidatos.
Se entiende que los electores debemos votar por
aquellos partidos y candidatos que más nos convenzan
con sus plataformas político-electorales, propuestas
y programas de gobierno y no por aquellos que más
obsequios o más regalos le den a la ciudadanía.
Cuando un ciudadano espera que su partido y
sus candidatos le obsequien todo tipo de artículos
promocionales para sufragar por ellos, claramente se
advierte que este ciudadano-elector no está
consciente de la plataforma
político - electoral, ni
de su partido ni de
sus candidatos y es
muy probable que
tampoco le interesen
sus políticas públicas,
sino que sólo está ala espera de recibir
el mayor número de
obsequios para a sí
votar por ese partido y
sus candidatos.
Por esa razón afirmamos que los
obsequios de campaña
distorsionan el voto,
ya que éste no se
ejerce de manera libre,
independiente e
informada, sino que es objeto de inducción por
los artículos promocionales y cuando así sucede, esto
anula la capacidad de discernir del votante entre las
diferentes y variadas ofertas políticas que se encuentran
en competencia.
Desafortunadamente esta práctica es característica
de todos los procesos electorales en nuestro país.
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