Rosa del desierto Crónica de un
retorno.
Libro de recuerdos del antier y
ayer de Mexicali; décadas cuarentas y
cincuentas.
ENRIQUE ESTRADA BARRERA *
MEXICALI.- Describir un relato sobre
el Mexicali que no vivimos, pero que
conocemos por lecturas, por entrevistas,
por datos y por libros, es escribir algo
normal, pero lo hermoso de esos tiempos
del antier y ayer que no conocimos, es vivo,
cuando alguien que lo vivió te lo presenta.
Te trae los recuerdos del antier y ayer que
el vivió y tiempos que disfrutó su niñez y
adolescencia; te presenta esos tiempos y
te trae los lugares, las calles, los edifi cios
y lo verdaderamente lógico: el retornar al
recuerdo.
La Sociedad de Historia de Mexicali,
A. C., presentó el 18 de noviembre en
el Teatro de la Casa de la Cultura, el
libro “Rosa del desierto, Crónica de un
retorno”, que contiene los hechos descritos.
Es un hermoso libro, que describe el Dr.
David Piñera Ramírez “Magistralmente,
evoca y describe escenarios pretéritos y
actuales, con un lenguaje preciso, a la vez
que sugerente, propio de quien durante
años ha venido manejando la palabra, lo
que le ha dado un alto dominio de ella”.
El evento, fue presentado con mucha
presencia y amplio conocimiento de la
literatura, por el locutor Alfredo Cortez,
quien aprovechó para declamar una
poesía “Preludio”, con el que inicia el libro
y al concluir otra poesía “La paradoja del
Adiós”.
La presentación de “Rosa del desierto,
Crónica de un retorno”, estuvo a cargo
de Enrique Estrada Barrera, Presidente
Vitalicio de la Sociedad de Historia de
Mexicali, quien afi rmó que “Para mí es
un libro excelente, con la excelencia y la
prestancia de quien habla de nuestra tierra
Mexicali, y que la describe paso a paso en la
década de los cuarentas y cincuentas y que
ahora quien vivió esas aventuras de niño y
de joven la observa como una Crónica de
un retorno, obra genial del sacerdote Arturo
de la Torre”.
El libro trae una presentación en la
primera de forros llamado “Canción del
Regreso”, escrito por Estela Alicia López
Lomas (Esalí) y otra en la segunda de
forros ‘Un viaje de añoranzas y quimeras
que sabe a libertad…” de la Lic. Erika
Estrada Olivas.
“La Rumorosa, puerta y salida al Valle
de Mexicali…
El Dr. David Piñera Ramírez, miembro
de Número de la Academia de Historia
Correspondiente de Madrid, hizo la
presentación del libro, destacando
precisamente que la acuciosidad con que
Arturo de la Torre inicia el texto desde lo alto
de la Rumorosa, es visto como “La puerta
más majestuosa del mundo” y describe este
éxtasis en la presentación de un mundo con
paisajes de otro planeta agregando “pienso
que cualquier expresión sería inadecuada
ante el espectáculo pétreo más grande del
mundo”.
Piñera Ramírez, expresa: “Visto
desde lo alto por Arturo, todo es colosal,
las dimensiones, los volúmenes; el
reguero de pedrería grandiosa, de
gemas basálticas, pelotas lúdicas para
divertir gigantes. Castillos labrados; dudo
que exista otra puerta igual: cordillera
monumental, escenario de millones de
rocas hermosamente sobrepuestas”.
“El autor, en su edad madura -dice
Piñera Ramírez-, regresa imaginariamente
a Mexicali, en donde transcurrieran su
niñez y adolescencia. Deambula así por la
ciudad de los años cuarenta y cincuenta del
siglo XX, reconstruyendo con ánimo gozoso
sitios emblemáticos, la calle Melgar, la
avenida Lerdo, la escuela Cuauhtémoc, el
Palacio de Gobierno, La Chinesca, Pueblo
Nuevo, entre otros” y añade “Pone también
de manifi esto una sólida información
histórica, al reconstruir pasajes clave del
pasado de la ciudad mediante el afortunado
recurso de entablar conversaciones con
imaginarios personajes, de acuerdo con el
avance del relato, el que
adquiere así la vivacidad de la narrativa
literaria”.
Ante gran asistencia, Riñera agrega:
“Como puerta y salida al Valle de Mexicali,
hace referencia a la Rumorosa, que
considera el espectáculo pétreo más grande
del mundo. Sus dimensiones colosales lo
deleitan, y la exalta desde la perspectiva
de la pintura, la música, la arquitectura,
la poesía, la escultura y manifestaciones
artísticas. Muestra ello, sin alardes, una
amplísima cultura, que abarca desde los
clásicos hasta las últimas corrientes de
nuestros días”.
Finalmente el reconocido literato
bajacaliforniano, sintetiza: “También a la
entrada y salida del libro hay dos bellos
poemas del autor, en torno a la ciudad, a la
rosa que surgió en el desierto, que evocan
la clásica melodía de Jack B. Tenney y
Helen Stone. Así, la lectura de este libro
de Arturo de la Torre nos deja la convicción
de que estamos en presencia de uno de
los acercamientos más amorosos y fi nos
a Mexicali”.
“Vivió en Santa Clarita, en bordos del
río Nuevo ….
Hizo alusión Enrique Estrada Barrera,
que Arturo vivió la ascendencia de sus
anteriores en los Altos de Jalisco, pues sus
abuelos emigraron de esa zona a León,
Guanajuato en 1928 y ante las perspectivas
que tenían emigraron a San Pedro
Tlaquepaque, donde se casan los padres
de Arturo, recordando “…Yo llegue en
1942, muy niño a Mexicali. Llegamos aquí,
porque otros familiares se habían venido
antes y estaban en mejores condiciones
que nosotros”, suspira y del tiempo le nace
la historia: “llegando nos fuimos a vivir a
Santa Clarita, un solar sin nada, lejos de
todo y con el único lindero que era el de la
Línea Internacional”.
De ahí despliega los conocimientos;
la niñez le dibuja diferentes escuelas,
diferentes formas de vivir y obligadamente
el trabajo como esencia fundamental para
asistir a sus padres. De Santa Clarita
se cambian a los bordes del Río, donde
recuerda Arturo: “Ahí encontré otra forma
de ver las cosas; vivía en el centro de
Mexicali, con las calles Melgar, la avenida
Lerdo, la Zuazua y conocí poco a poco
todos los edifi cios de la zona, las tiendas,
los dueños de ellas. Es más trabaje en una
tienda llevando a bordo de una bicicleta
las mercancías que pedían los
clientes por teléfono”.
Disfruta la plática con el
rememoramiento de los años de
antier y de ayer. Lo dice, como
dueño único de las vivencias
propias. Recuerda a sus
compañeros de ese antier en
la escuela Cuauhtémoc, donde
entre sus muchos amigos, tuvo
de compañera a la que años
después sería la Reina del 50
Aniversario de Mexicali Cristina
Durazo, con quien disfruta en la
imaginación: “La encontré y ella
me dijo, yo soy de una era de
más acá. Intervine en las fi estas
del cincuentenario en 1952”
-le dice, mientras el contesta-
“de todos modos, sea lo que
fuere, ¡que fi estas! Aunque los
historiadores no le dan tal importancia; se la
dan más a las bodas de diamante, cuando
precisaron más la fecha de la fundación”.
En “Rosa del desierto’, recuerda en el
actual tiempo, las fi estas del cincuentenario:
“Era la primera vez que se hacía algo
de enormes proporciones en todos los
sentidos: POPULAR: bailes, verbenas,
desfiles de contingentes y de carros con
alegorías acerca del acontecimiento.
SOCIAL: coronación de la reina de las
fiestas y su corte. CULTURAL; juegos
florales con participación local y regional,
invitación de personajes de la cultura, danza
y teatro. RELIGIOSO: principalmente, el
traslado de la imagen original de Nuestra
Señora de Loreto, tan llena de historia,
que los primeros misioneros trajeron a la
península y que desfiló por las calles y tuvo
su celebración apoteótica”.
Arturo de la Torre, platica extensamente
sus vivencias de niño y de joven, pero
expresa algo que es un verdadero orgullo,
pero del cual no hace mucha injerencia:
”Soy sacerdote nada más” y luego de
sonreír expresa: “Bueno, ya me jubile
porque hace dos años llegue a los 75 años
de edad y en el sacerdocio es tiempo de
jubilación, pero mientras tanto doy servicios
y apoyo a la Arquidiócesis de Tijuana, de la
cual dependo”.
Vuelve al tiempo y aunque sonríe,
reconoce que al terminar los cincuentas en
Mexicali, se fue a estudiar en el Seminario
en Tijuana, donde se recibió de sacerdote,
enviándolo por su calidad y conocimiento a
Roma, Italia, estudiando en la Universidad
Gregoriana, donde en cuatro años se
recibió de licenciado y alcanzó el Doctorado
en Teología Dogmática .
Regresa a
Tijuana y durante 50 años es maestro y
director en el Seminario de Tijuana.
“Son recuerdos que traje de
otros tiempos….
Un tanto serio, el sacerdote Aturo de la
Torre dijo “Únicamente trate de refl ejar algo
de lo que viví en mi niñez en Mexicali; algo
de lo que viví en mi juventud y lo presento,
como un testimonio. Relato las calles del
centro de Mexicali, cuando yo vivía en los
bordes del Río y aprovecho para ubicar los
lugares que eran tradicionales, que había
edifi cios muy bonitos, muchas personas
muy trabajadores y…!eran otros tiempos!,
los tiempos de ayer”.
Ante un público que asistió contento
a este evento presentado en el Teatro
de la Escuela Cuauhtémoc, Arturo no se
olvida en recordar lo grande y bella de esa
escuela, invitando a todos a observarla
desde lejos y luego de cerca para abrevar
en ella, la historia de Mexicali.
-Esta escuela Cuauhtémoc, fue la
forjadora de cientos de hombres y mujeres
que luego fueron profesionistas. Sus
actividades deportivas en los recreos,
como en las competencias interescuelas,
que nos emocionaban hasta la locura;
sus fi estas durante el año y la clausura:
mi graduación tan singular. Estaba prevista
la ceremonia de gala y nuestro baile
formal con el magnífi co vals austríaco La
Rosa del sur, que ensayamos mil veces,
y todo se vino abajo, se canceló por no
se que problemas, y nos entregaron los
certifi cados, hermosamente enrollados eso
sí, en la intimidad sobria de nuestro salón”.
Arturo de la Torre es muy preciso al
hablar, aunque calladamente
maneja sus recuerdos e
invita a todos a convivir
con las vivencias que el
tuvo. Pone en la presencia
los nombres de muchas
personas importantes en
el desarrollo de Mexicali.
Recuerda a Esteban Cantú
el llamado Rey Sol, como
lo hace también a Abelardo
L. Rodríguez; recuerda a
don Mario Hernández y su
edifi cio de La Estrella Azul;
a Rodolfo Sánchez Taboada,
a Alfonso García González.
Recuerda a Memo Valero y
a Manuel Ortiz, peleando en
1948 en la Arena Zaragoza.
Recuerda y lo dice: “El orgullo y el precio
de ser ‘Cachanilla’. Ese orgullo se paga
muy caro, soportando un calor siempre
extrañado, nunca comprendido y siempre
soportado. Siempre extrañado por los que
habitamos alguna vez este valle; nunca
comprendido por los que no son ni han
vivido aquí” – agrega dirigiéndose a todos-
“Este es un pueblo que buscó el sol, que lo
atrapó y que vive casi adicto al calor”.
Arturo hace un fi nal feliz, amoroso,
poético, ante la expectación de todos
los asistentes al evento: “El soberano
del desierto, candente y solitario en el
día, refractado, escondido y acurrucado
en las noches. En esos días, cruce el
verano a ‘pelo’, como cuando arribamos a
esta tierra, mitigando el calor solo con la
bondadosa generosidad de las sombras y
por las noches durmiendo al aperto, fuera
del cubículo. El cielo del desierto repele
cualquier nube que pudiera mitigar los
rigores de los rayos del rey de los astros,
cuyo calor, aun por las noches, guardado
en las habitaciones, no se soporta”.
*Premio México Periodismo
Cronista y Forjador de Baja California.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario