sábado, febrero 16, 2013

Nuestro mundo día a día se contamina

 Por Felipe Hermosillo Padilla

Desde los Estados Unidos, Dic. del 2012. A pesar de los crecientes problemas que acarrean los vertidos en la atmosfera, son aún muchas las industrias que contaminan el medio ambiente, con el consiguiente peligro para el futuro de la humanidad. 
En algunos países de occidente han sucedido accidentes peligrosos que han obligado a redoblar la vigilancia industrial o a desmantelar las centrales nucleoeléctricas. Pero ha sido en la Unión Soviética donde se han prodigado los accidentes termonucleares mas graves, debido a la falta de controles de calidad de la tecnología soviética. Las catástrofes de KYCHTYM CHERNOBYL han sembrado el pánico entre la población rusa y alertado al mundo entero. 

LOS ACCIDENTES EN LAS CENTRALES OBRERAS. A pesar del funesto panorama presentado por el grupo TTAPS, es difícil que se produzca, por ahora – y mas con la nueva política de apertura pacifista adoptado por los soviéticos -, una hecatombe a nivel mundial. Cada una de las potencias sabe que la otra será destruida, pero el país que lance la primera bomba sufrirá daños irreparables. Nadie se atreverá a apretar, conscientemente, el botón que proyecte al espacio varios miles de misiles cargados de artefactos nucleares. Pero sigue en pie otro peligro que no debe ser descartado. 
En 1984 había en el mundo 345 plantas nucleares en servicio, repartidas en 26 países, industrializados en vías de desarrollo. Además de la posibilidad de sufrir actos de terrorismo, ahora que están de moda, ofrecen otra amenaza permanente, espantosa: el peligro de un accidente que se traduzca en una explosión radiactiva o en filtraciones susceptibles de envenenar el ambiente, a pesar de las muchas precauciones que, según se dice, toman este sentido. 
De 1976 a 1986 se produjo en el mundo una decena de percances serios en las centrales termonucleares, además de miles de pequeños accidentes. Solo en 1983 hubo en Estados Unidos 5,060 desperfectos de escasa gravedad. Carecieron de consecuencias graves pero obligaron a los técnicos a desactivar los reactores. Lo más terrible de los desperfectos es que no debieron de haber sucedido, porque todo funcionaba perfectamente. Algunas plantas debieron ser cerradas por órdenes de las autoridades, porque no ofrecieran el suficiente margen de seguridad. Fue lo que sucedió en California, donde se cometió el error imperdonable de construir uno de estos edificios en lugares de alta frecuencia sísmica. 
El 28 de marzo de 1976, diversas bombas que alimentaban de agua al reactor número dos de la central nuclear de Three Mile Island, en el estado de Pensilvania, sufrieron un pequeño desperfecto. En la siguientes semanas, los técnicos al cuidado de la reparación cometieron varias torpezas que pudieron haber hecho de la sencilla avería una espantosa tragedia. 
Antes del accidente de Three Mile Island había sucedido otro impresionante en la localidad soviética de KYCHTYM, en los urares, en el invierno de 1958. Contaminó la región de un radio de 3,000 kilómetros, causó 400 muertes y acabo con miles de cabeza de ganad. Dañó gravemente a ciertos organismos humanos, que se sigue aún resistiendo, el accidente no fue una simple fuga, sino una explosión, a cerca de la cuál Moscú mantuvo un silencio impenetrable. 
El peligro que representan las centrales termonucleares no es fortuito, sino que seguirá latente aunque se desmantelen: el lugar no podrá ser ocupado por otra industria ni tampoco habitado, durante los siguientes 100 años. Es preciso añadir a esta amenaza el problema sumamente grave de los desechos radioactivos que a la seguridad del planeta, seguirán representando un tremendo peligro durante los próximos siglos y serán susceptibles de provocar trastornos genéticos irreversibles, puesto que poseen un potencial ionizante de muy larga duración. Así, el estroncio noventa conserva su peligrosidad durante 300 años, el plutonio 239 durante 240,000 años y el tecnecio 99 durante 2`000,000 de años… 
Desde el año 2000 hay en la tierra más de 250,000 toneladas de desechos radioactivos, además de los industriales, que tampoco son de desdeñar. No podrán ser considerados biodegradables, como sucede con las aguas negras. ¿Qué hacer con ellos, si los servicios que se ocupan de llevarlos a lugares supuestamente seguros son tan incompetentes como irresponsables? Les importa muy poco lo que pueda suceder a las generaciones futuras, si se produce una fuga y se envenena la mitad de la humanidad. 
En las centrales nucleares y en las industrias ocultan los desechos sin ocuparse de tornarlos inofensivos. Suelen enterrarlos en depósitos sin sellar, que se abren por si solos y esparcen la muerte. Envenenan entonces las capas freáticas y las corrientes subterráneas de agua (Si es que no les echan directamente al rio cercano). O bien los meten en tanques que corroe el agua salada cuando los dejan correr en el mar. Pobre plancton y pobres peces. Y pobres de los humanos que hagan de estos peces su alimento cotidiano. 
En Estados Unidos no saben aún que hacer con los desechos nucleares que resultaron de la fabricación de las bombas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki. Sin embargo siguen fabricando mas bombas atómicas y mas centrales algunos otros países. 
Esta estúpida actitud de no tomar en serio el peligro recuerda la del avestruz ocultando la cabeza en un agujero para no ver lo que sucede en torno suyo. Pero la actitud adoptada por quienes no piensan en el problema de los desechos atómicos e industriales no conducirá a ninguna revolución del pueblo, si no al fin de la humanidad. 
A todos estos peligros habría que añadir la agresión de los insecticidas, las emanaciones no controladas de algunas fábricas de productos químicos, los PC B, o policlorofenoles que tienen el grave problema de ser indestructibles y originan dioxinas muy tóxicas que llegan con facilidad a los seres humanos. Debe citarse la polución gaseosa resultante de la combustión de los hidrocarburos, la lluvia ácida que está destrozando los bosques, la creciente erosión de las tierras, la desforestación, la concentración acelerada de anhídrido carbónico en la atmósfera, la destrucción de la capa de ozono protectora por culpa de los freones, tan utilizados en la industria. 
¿Adivinaron los profetas del pasado que el hombre tiene la fea costumbre de caminar con paso firme a su propia destrucción, obedeciendo acaso a una ley natural contra la cual no puede luchar?. Todo parece indicar parece agradarle la perspectiva de suicidarse, pero de esperarse que no lleve a cabo sus propósitos hasta el fin. Poseé una arraigado instinto autodestructivo, pero suele darse cuenta, cuando todo esta casi perdido, del peligro que le amenaza y sabe reaccionar. No es tan estúpido como creemos. 
Amable lector: ¿Si el mundo se sigue contaminando que futuro le espera a las nuevas generaciones? 
Datos de Tomas Doreste de su interesante libro Grandes Enigmas.

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