
Un día, al salir de una cantina, don Esteban se topo con
otro parrandero que estaba aburrido y sin ánimos de hacer
nada. Dicho personaje era ni más ni menos que el mismísimo
diablo, quien estaba algo pasado de copas.
En el pueblo no existía puente que los comunicara con
sus vecinos de Zapotlanejo, así que, en medio de las copas,
el diablo le hizo un trato a don Esteban, le dijo que el haría
un puente que uniera a ambos pueblos en una sola noche,
pero que a cambio don Esteban le daría su alma. Pero si al
primer canto de los gallos el puente aun no estaba concluido,
entonces el trato se desharía y el demonio perdería la
apuesta.
Don estaban, quien también estaba muy pasado de
copas, creyó imposible que el demonio, en aquel estado
etílico, terminara una construcción de tal dimensión en
una sola noche, así que sin dudarlo, acepto el trato.
Entonces el demonio mando llamar a todos los
demonios del averno, y comenzó con la construcción
del puente. Don Esteban veía cientos de diablitos
corriendo de aquí para allá empujando carretillas llenas
de piedras y otros mas pegándolas. El puente quedaría
terminado en tiempo y forma, según lo dijo el diablo.
Don Esteban se retiro triste al lado de su esposa, la
cual, al verlo tan acongojado le pregunto que sucedía.
Don Esteban le contó lo que pasaba, y la mujer, lista
como son las damas, ideo un plan para salvar el alma
de su marido.
Salió doña margarita al patio de su casa, y comenzó
a golpear sus muslos, simulando el aleteo de los gallos,
después entono un kikirikiiii tan esplendido, que los
gallos de las casas vecinas despertaron y comenzaron a anunciar la madrugada.
En cosa de segundos todos los gallos del pueblo
cantaban, anunciando el alba, gracias a la treta de doña
margarita.
En el pueblo, el diablo saboreaba su casi seguro éxito.
Ya solamente faltaba poner una piedra, y la pondría el diablo
en persona. Iba trepado encima una carretilla recibiendo
vítores de los chamucos cuando de pronto se escucho el
canto de los gallos por todo el pueblo. Entonces el demonio,
al ver que estaba todo perdido, se arrojo a las aguas del rio
seguido por todo el averno que trabajo en la construcción del
puente, dejando tras de si carretillas, palas, cintas métricas,
planos y demás enseres de la construcción.
El alma de don Esteban se salvo.
Desde ese día, en ese puente existe un hueco, que es
en donde iría la piedra que el demonio no alcanzo a poner.
Dicen los habitantes del pueblo que si alguien trata de poner
alguna piedra en ese lugar, esta se cae al río.
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