(Leyenda escuchada en Yahualica, Jalisco)
Hay aquí un lugar que le dicen el «Cerrito de la mina»,
que ya está registrado y protegido por Antropología (INAH)
y no dejan que destruyan porque parece que ahí fue como
un santuario de los caxcanes -anticipa el artesano Rogelio
Herreras Benavides, quien vive en Yahualica.
Cuentan que debe de haber un tesoro muy grande allá
porque aquí en Yahualica hay un viejito -don Manuel, parece
que se llama- que sí conoce muy bien por ahí porque desde
chico era minero y él se mete y encuentra oro. Pero yo creo
que ahí no hay tesoros, más bien hay vetas de mina. Ese
señor toda su vida ha tenido dinero, y todo el tiempo se la
pasa allá en el cerro. Hay algo muy curioso en él porque uno
lo ve ya todo bien acabado -está viejito, ¿verdad?-, pero se
va al cerro unos días y luego uno ya lo ve y está muy bien,
enterito, hasta parece joven. Quién sabe cómo se curará. Uno
lo ve acabado y luego viene rejuvenecido y forrado de oro.
Algo sabe que nadie más sabe. Leyenda de Homero Adame.
Pero sí hay una leyenda que se platica de ese cerro.
Cuentan que hay una cueva que en Viernes Santo se abre a
las 8 de la mañana. Dicen que llaman a misa -yo nunca he
estado cercas ahí a esa hora ni en ese día-. La entrada a la
cueva está en el cerro por donde sale el sol y la salida es por
donde se oculta el sol, al poniente, ¿verdad? Hasta cuentan
que un padre que hubo aquí, el padre Severito, quiso
desentrañar el misterio de esa cueva, pero nada, nunca
supo qué sucede ahí. Leyenda escrita por Homero Adame.
Entonces la leyenda dice que primero se escucha que
llaman a misa, que suenan las campanas, y el que se mete
ahí está en el transcurso de la misa, pero si no se sale antes
de la bendición, entonces se queda adentro todo un año.
Para esa persona es como un instante, pero para los que
están afuera es un año entero.
Cuentan de un muchacho de Guadalajara que eso le
pasó una vez. Resulta que se había acabado de casar con
una muchacha de aquí y la señora pues lo mandó a la leña
y ahí andaba temprano en el cerro cuando escuchó las
campanas que llamaban a misa. Entonces se metió a la
cueva porque pensó que era una misa de a de veras y ya no
volvió. No’mbre, cuando salió, hasta el otro año, se encontró
los esqueletos de sus burros ahí muertos donde los había
dejado atados, y ya luego regresó a su casa y su esposa
ya había dado a luz a un chiquillo y dijo él: “¿Pos cómo, si
tú y yo casi no hemos tenido que ver nada?” Y la mujer le
dijo: “Pos cómo no, si antes de que te fueras, luego de la
boda, me dejaste preñada.” Y como él se hizo perdedizo
ya no lo hallaron y pensaron que se había muerto o que se
había largado para dejar sola a su mujer. Pero ya después
le explicaron eso de la misa misteriosa y entendió que había
estado perdido todo un año, aunque a él sólo se le hizo un
instante.
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