Por Eduardo Galeano
Hugo Chávez es un demonio. ¿Por qué? Porque alfabetizó a 2 millones de venezolanos que no sabían leer ni escribir, aunque vivían en un país que tiene la riqueza natural más importante del mundo, que es el petróleo. Yo viví en ese país algunos años y conocí muy bien lo que era. La llaman la “Venezuela Saudita” por el petróleo. Tenían 2 millones de niños que no podían ir a las escuelas porque no tenían documentos. Ahí llegó un gobierno, ese gobierno diabólico, demoníaco, que hace cosas elementales, como decir “Los niños deben ser aceptados en las escuelas con o sin documentos”. Y ahí se cayó el mundo: eso es una prueba de que Chávez es un malvado malvadísimo. Ya que tiene esa riqueza, y gracias a que por la guerra de Iraq el petróleo se cotiza muy alto, él quiere aprovechar eso con fines solidarios. Quiere ayudar a los países suramericanos, principalmente Cuba. Cuba manda médicos, él paga con petróleo. Pero esos médicos también fueron fuente de escándalos. Están diciendo que los médicos venezolanos estaban furiosos por la presencia de esos intrusos trabajando en esos barrios pobres. En la época en que yo vivía allá como corresponsal de Prensa Latina, nunca vi un médico. Ahora sí hay médicos. La presencia de los médicos cubanos es otra evidencia de que Chávez está en la Tierra de visita, porque pertenece al infierno. Entonces, cuando se lee las noticias, se debe traducir todo. El demonismo tiene ese origen, para justificar la máquina diabólica de la muerte.”
“Chávez no fue una abrupta pesadilla. Fue construido tras el sueño despilfarrado de una democracia incapaz de destruir pobrezas y groseras desigualdades. (...) Chávez nada tuvo de intempestivo. Y si se quedó fue porque lo reeligieron. Y si lo reeligieron fue porque, a su manera, desató una ola de rabiosa compasión que bajó en 20 puntos la pobreza. (...) Pero no siendo ni un estadista ni una repetición milagrosa de Bolívar, Chávez fue el único latinoamericano que llamó a algunas cosas por su nombre (“ladrón de siete suelas”, le dijo a Alan García) y tuvo el coraje de enfrentarse al sórdido imperialismo de los Estados Unidos. Por eso lo odiaban tanto en el patio trasero. Empezando por Uribe y terminando por la resignada Concertación chilena. (...) Chávez puso su vozarrón, su coprolalia, su indomable rudeza al servicio de la dignidad latinoamericana. Es que los señoritos académicos y los gobernantes de voz moderada eran y son parte del harén de los Estados Unidos. No quedaba otra cosa que gritar, desde algún callejón, lo que Chávez gritó con valentía. Aunque fuese solo por eso merecería mi respeto. Y mi pena.
César Hildebrandt sobre Hugo Chávez:
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