domingo, junio 09, 2013

El Chato pastelero

Por José Alvarado Montes

Yo Melquiades Espinoza Jaramillo nací en esta Ciudad de San Juan de los Lagos el 10 de diciembre de 1906, en el seno de una familia humilde pero honrada; tiempo en que el general Porfirio Díaz, era el dictador de México cuando la gente del pueblo estaba sumida en la ignorancia y la miseria. En San Juan, el día se media por las campanadas de la iglesia, que llamaban a los oficios religiosos desde la madrugada al anochecer, lugar chico pero famoso que se trasformaba al llegar las fiestas del 8 de diciembre y el 2 de febrero, la visita de los peregrinos al Santuario y su derrama de dinero. 
Mientras tuve vida fue conocido como El Chato Melquiades, después como El Chato Pastelero y al final de mi existencia como El Chato de las Tostadas, se que en las ultimas décadas se ha publicado mucho del trafico y los traficantes,creo que es una moda que vende mucho y bien ,pero adentrarse en la vida de cualquier persona implica un gran desafío y mas si es de las que no están en el interés de los narradores que cobran en la nomina oficial o eclesiástica ya que ellos aplican la ley de cuanto tienes cuanto vales. Pero yo siempre creí que el triunfador no se mide por lo que tiene en términos materiales si no por la capacidad de ser feliz en las buenas y en las malas y siempre lucha por eso popularmente. 
Se ha contado el hecho de ladrones, asesinos, ricos, poderosos, a cínicos, patrones crueles, clérigos con poderes de caciques que ordenaron la terminación de antiguas costumbres sin entender el sufrimiento moral que causaban a la gente sencilla de su feligresía, de estos, hasta algunas calles llevan su nombre pero de la gente honrada y pobre nadie escribe. 
Con el deseo de ayudar a mis padres me ocupé en varios quehaceres muchas veces superiores a mis fuerzas y edad. Aquí como en toda la republica se vivía una serie de desequilibrios económicos, sociales y políticos y estalló la llamada revolución de Madero. Oía a mis mayores que la defensa social comandada por un señor Zermeño se enfrentaba a soldados carrancistas o de otros bandos que entraban a robar a la población, a secuestrar y pedir prestamos forzosos; asi encontró’ la muerte Carlos Gonzales Mayagoitia, muy conocido en la sociedad a causa de esta lucha, la pobreza se generalizo’. El Sr. Cura Feliciano Cortes comunicó a su Vicario Franco la gran cantidad de hombres que se fueron al Norte y las muchas familias que quedaron abandonadas, de esos algunos nunca volvieron, el viaje largo y peligroso, la vida siguió’ su curso. 
Los domingos era día de plaza, los comerciantes se instalaban frente a la Parroquia vendían: verduras, frutas, tabaco, petates, canastas de carrizo, marranos y todo lo que se podía. Ese día las personas de los ranchos venían a oír misa, a comprar sus avios, a tomar tequila en las cantinas y a pelear con la policía; los mesones eran muy importantes alojaban a las personas y también a los animales que necesitaban para el trasporte. 
Me ocupé de albañil pero el trabajo era muy eventual y lo conseguí’ de lechero, mi patrón fue don Francisco Lorenzo Reynoso Pérez, quien era dueño de los ranchos: El chilarillo, Chamacuero, Buena Vista, El Rosario, El Zacate Largo, La Monetaria. El fue presidente municipal en tres ocasiones. Durante toda mi vida mantuve relaciones de servicio con su familia. Contraje matrimonio por primera vez pero duró poco porque falleció mi esposa; entonces comprendí’ que la vida tiene mucho mas valor que el que nos enseña la ciencia y la religión. 
Cuando estalló la llamada Revolución Cristera, quise irme a la bola, pero mis padres se opusieron y yo los obedecí, esta lucha dejó infinidad de muertos y un mártir después santo, El Padre Esqueda. Las cosas poco a poco se fueron normalizando, instalé un negocito en el Portal Hidalgo, vendía café’ y canelas, ahí hice infinidad de amistades, llegó la feria del 8 de diciembre y entre los muchos comerciantes que llegaban venían : unos chinos que hacían y vendían pasteles, el papá de ellos se ofreció’ a enseñarme el oficio y lo aprendí; en la población había muchos y buenos panaderos, pero ningún repostero, de allí me nació’ el apodo de EL CHATO PASTELERO , que comerciaba en el negocio del café, el que conserve’ por muchos años. Ya casado por segunda ocasión comencé a formar mi familia y compré mi casita. 
En tiempos de la Segunda Guerra Mundial, me fui a Estados Unidos por espacio de algunos años, al regresar comencé’ a elaborar tostadas con tortillas de maíz lo que rápidamente se popularizaron en los puertos de tortas como la del Chilamón Fausto Nolasco, Villa, Don Aristeo González, El Revolución y otros de ahí, lo del CHATO DE LAS TOSTADAS. Lo confieso fuí un hombre con pasiones y debilidades, reí, llore’, cante’, estuve sano, enfermo, pero sobre todo fui un ser enamorado y respetuoso de la vida, no perseguí’ como desesperado el tener dinero ni el prestigio, ni vanidad, si no la amistad de los demás y el sustento de mi familia no implicó ningún perjuicio para nadie. Ya en la tercera edad fui conciente que lo único que podíamos llevarnos de este mundo después de la muerte era el amor que hallamos sido capaces de dar y el conocimiento espiritual que hallamos adquirido. Entreó su alma al Creador en paz y rodeado de los suyos a los 87 anos de edad. 
El no fué ni rico, ni patrón, ni pendenciero, si no todo lo contrario, hombre servicial, popular, seguro de si mismo de nombre MELQUIADES JUARAMILLO conocido en todo San Juan como el CHATO PASTELERO.

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