Por José Alvarado Montes
Yo Melquiades Espinoza Jaramillo nací en esta Ciudad de San Juan de los Lagos el
10 de diciembre de 1906, en el seno de una familia humilde pero honrada; tiempo en
que el general Porfirio Díaz, era el dictador de México cuando la gente del pueblo estaba
sumida en la ignorancia y la miseria. En San Juan, el día se media por las campanadas de
la iglesia, que llamaban a los oficios religiosos desde la madrugada al anochecer, lugar
chico pero famoso que se trasformaba al llegar las fiestas del 8 de diciembre y el 2 de
febrero, la visita de los peregrinos al Santuario y su derrama de dinero.
Mientras tuve vida fue conocido como El Chato Melquiades, después como El Chato
Pastelero y al final de mi existencia como El Chato de las Tostadas, se que en las ultimas
décadas se ha publicado mucho del trafico y los traficantes,creo que es una moda que
vende mucho y bien ,pero adentrarse en la vida de cualquier persona implica un gran
desafío y mas si es de las que no están en el interés de los narradores que cobran
en la nomina oficial o eclesiástica ya que ellos aplican la ley de cuanto tienes cuanto
vales. Pero yo siempre creí que el triunfador no se mide por lo que tiene en términos
materiales si no por la capacidad de ser feliz en las buenas y en las malas y siempre
lucha por eso popularmente.
Se ha contado el hecho de ladrones, asesinos, ricos, poderosos, a cínicos,
patrones crueles, clérigos con poderes de caciques que ordenaron la terminación de
antiguas costumbres sin entender el sufrimiento moral que causaban a la gente sencilla
de su feligresía, de estos, hasta algunas calles llevan su nombre pero de la gente
honrada y pobre nadie escribe.
Con el deseo de ayudar a mis padres me ocupé en varios quehaceres muchas
veces superiores a mis fuerzas y edad. Aquí como en toda la republica se vivía una
serie de desequilibrios económicos, sociales y políticos y estalló la llamada revolución
de Madero. Oía a mis mayores que la defensa social comandada por un señor Zermeño
se enfrentaba a soldados carrancistas o de otros bandos que entraban a robar a la
población, a secuestrar y pedir prestamos forzosos; asi encontró’ la muerte Carlos
Gonzales Mayagoitia, muy conocido en la sociedad a causa de esta lucha, la pobreza se
generalizo’. El Sr. Cura Feliciano Cortes comunicó a su Vicario Franco la gran cantidad de
hombres que se fueron al Norte y las muchas familias que quedaron abandonadas, de
esos algunos nunca volvieron, el viaje largo y peligroso, la vida siguió’ su curso.
Los domingos era día de plaza, los comerciantes se instalaban frente a la Parroquia
vendían: verduras, frutas, tabaco, petates, canastas de carrizo, marranos y todo lo
que se podía. Ese día las personas de los ranchos venían a oír misa, a comprar sus avios, a tomar tequila en las cantinas y a pelear con la policía; los mesones eran muy
importantes alojaban a las personas y también a los animales que necesitaban para el
trasporte.
Me ocupé de albañil pero el trabajo era muy eventual y lo conseguí’ de lechero,
mi patrón fue don Francisco Lorenzo Reynoso Pérez, quien era dueño de los ranchos:
El chilarillo, Chamacuero, Buena Vista, El Rosario, El Zacate Largo, La Monetaria. El fue
presidente municipal en tres ocasiones. Durante toda mi vida mantuve relaciones de
servicio con su familia. Contraje matrimonio por primera vez pero duró poco porque
falleció mi esposa; entonces comprendí’ que la vida tiene mucho mas valor que el que
nos enseña la ciencia y la religión.
Cuando estalló la llamada Revolución Cristera, quise irme a la bola, pero
mis padres se opusieron y yo los obedecí, esta lucha dejó infinidad de muertos
y un mártir después santo, El Padre Esqueda. Las cosas poco a poco se fueron
normalizando, instalé un negocito en el Portal Hidalgo, vendía café’ y canelas, ahí
hice infinidad de amistades, llegó la feria del 8 de diciembre y entre los muchos
comerciantes que llegaban venían : unos chinos que hacían y vendían pasteles, el
papá de ellos se ofreció’ a enseñarme el oficio y lo aprendí; en la población había
muchos y buenos panaderos, pero ningún repostero, de allí me nació’ el apodo de
EL CHATO PASTELERO , que comerciaba en el negocio del café, el que conserve’ por
muchos años. Ya casado por segunda ocasión comencé a formar mi familia y compré
mi casita.
En tiempos de la Segunda Guerra Mundial, me fui a Estados Unidos por espacio
de algunos años, al regresar comencé’ a elaborar tostadas con tortillas de maíz lo
que rápidamente se popularizaron en los puertos de tortas como la del Chilamón
Fausto Nolasco, Villa, Don Aristeo González, El Revolución y otros de ahí, lo del CHATO
DE LAS TOSTADAS. Lo confieso fuí un hombre con pasiones y debilidades, reí, llore’,
cante’, estuve sano, enfermo, pero sobre todo fui un ser enamorado y respetuoso
de la vida, no perseguí’ como desesperado el tener dinero ni el prestigio, ni vanidad,
si no la amistad de los demás y el sustento de mi familia no implicó ningún perjuicio
para nadie. Ya en la tercera edad fui conciente que lo único que podíamos llevarnos
de este mundo después de la muerte era el amor que hallamos sido capaces de dar
y el conocimiento espiritual que hallamos adquirido. Entreó su alma al Creador en paz
y rodeado de los suyos a los 87 anos de edad.
El no fué ni rico, ni patrón, ni pendenciero, si no todo lo contrario, hombre
servicial, popular, seguro de si mismo de nombre MELQUIADES JUARAMILLO conocido
en todo San Juan como el CHATO PASTELERO.
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