Hija de Ángel Susano Ramos y de
Rebeca Cesárea Aguilar, que se casaron
en 1875 y procrearon cinco hijos: dos
varones y tres mujeres, Ángela nació
el 1º de octubre de 1876 en un barrio
minero, cerca del templo de “Nuestro
Padre Jesús” en Zacatecas
El apelativo de “Juana Gallo” se
debió al Cura José Eugenio Narváez,
quien le enseño a leer en el “Silabario
de San Miguel”, Ángela cursaba la
primaria, cuando sobresalió por su
carácter bravucón:
El Cura Narváez necesitaba
corregirla a cada momento diciéndole:
¡Sosiégate Ángela! ¡Estate Ángela!
¡Quieta Ángela!….hasta que un día la
muchacha descalabró a un chico, de
una pedrada en la cabeza, el Señor
Cura, ya cansado y enfadado le grito:
“APLACATE JUANA GALLO” (Juana,
por lo común del nombre; y Gallo por
brava). completamente diferente al
supuesto origen del filme como podrán
ve, ya adulta, cuando alguien le gritaba
“¡¡JUANA GALLO!!” ,ella le respondía
“¡¡ EN TU (CHINGADA) MADRE ME
MONTO DE A CABALLO!”,como verán,
a Ángela no le gustaba el apodo, pero
toda su vida hizo honor a él, por su
carácter pendenciero y belicoso, sobre
todo cuando de defender a los curas en
la época de la guerra cristera.
En su juventud, Juana causó
problemas a sus padres, pues le gustaba
la bebida y la parranda: dicen que se
comportaba como macho y no como
mujer, a los trece años, huyó de su casa
y se fue a Torreón, con un capitán de
la Acordada de Zacatecas, el rapto fue
por mutuo consentimiento; Juana vivió
un mes con el capitán Carrillo, tuvieron
un niño que murió a los pocos días de
nacer y a los 19 años de edad, Ángela
regresó con sus padres. Dicen que
nunca se casó, y que no tuvo más hijos.
Con el tiempo, se entregó al alcohol,
se quedaba tirada en las calles y los
gendarmes la recogían en camilla para
llevarla a la prisión de hombres o a
su domicilio, por lo general, fue una
mujer pacífica; solo se irritaba durante
los conflictos religiosos, se armaba
de piedras y palos (y quizás alguna
pistola) para combatir a los enemigos
de la iglesia católica, de sus templos y
ministros.
Se la recuerda como ya dije, una
mujer hombruna, con su canasta
de tacos, un palo que utilizaba de
bastón y un perro faldero que siempre
la acompañaba como se ve en las
imágenes.
En la “Bola” y la cristiada, Juana
manifestó sus ideas religiosas. Ella no
tuvo nada que ver con la Revolución, ni
fue villista. Su participación se limitó a
bromear con jefes y oficiales villistas; que
los encontraba en cantinas y cuarteles,
donde vendía sus tacos, ellos le invitaban
los tragos para divertirse con sus
habladurías, al calor de las copas daba
rienda suelta a su ingenio y a su lengua.
De ahí surgió el falso rumor que había
sido revolucionaria, señala el historiador
Roberto Dávila, que “Zacatecas nunca
fue villista; tuvo su propia división del
centro (al mando de Pánfilo Natera) que
al quedar la Convención en manos del
general Eulalio Gutiérrez, le confió el
mando de las fuerzas a Francisco Villa.
As, la División Zacatecana del Centro
fue convencionista y como su jefe era
Villa tuvieron que aceptarlo como tal,
por eso se presenta como villistas a los
zacatecanos”.
1. Juan Gallo era muy religiosa
y respetuosa en sumo grado de los
sacerdotes, siempre les pedía su
bendición, no era beata, le decían
“la persignada” porque entraba a los
templos y solo se persignaba, no se
detenía a rezar, por eso en Zacatecas
la identifican como cristera, tan gallona
era, que cuando el general Benjamín Hill
clausuro templos en Zacatecas, siendo
comandante militar en 1915, Juana
Gallo le espetó: “¡Mira, general, tráenos
aquí a tu chingada madre y ponte
unas naguas pa’ que nos acompañes
al cuartel”.En 1926, cuando el general
Eulogio Ortiz encarceló a los padres y al
obispo de Zacatecas, monseñor Ignacio
Plascencia, Juana Gallo se le enfrentó
valientemente, y le propinó sus buenas
cachetadas que lo tumbaron, lo jaloneo
del chaquetín y le exigió que liberara a
los prisioneros, lo que hizo Ortiz, por
temor al pueblo armado con piedras y
palos ahí mismo en su cuartel y oficina,
encabezados por Juana Gallo.
Terminó sus días en la mendicidad,
murió el 21 de octubre de 1958, a los
82 años, fue sepultada en el panteón de
Herrera, en Zacatecas. El gobierno se
hizo cargo de su funeral: le compraron
ataúd y publicaron esquelas para
informar de su muerte, pero el pueblo
zacatecano le tiene tanta admiración
que se convirtió en un mito, actualmente
la que fue su casa es un museo donde
se muestra un busto de ella, y las que
fueron sus pertenencias, aquí esta una
imagen de dicho “busto”.
Esta es la historia verdadera de
Juana Gallo.
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