¡Que sea parejo!, díganle a este pelao que no se mueva,
si no ¿cuándo le pego yo?
Frase tal vez célebre de Eulalio González “Piporro”,
ese cantante con tan peculiar estilo y su muy particular humor
incluído en sus canciones, que hicieron las delicias de mis
contemporáneos de nuestra no lejana niñez y juventud,
aunque seamos del siglo pasado.
En realidad eso de ser parejos, supuestamente debe ser
en todos los órdenes, basados en que todos somos iguales
ante los ojos de Dios y ante las leyes civiles. ¡Ah!, pero está
más que demostrado que siempre hay unos más iguales que
otros.
Siempre existen las preferencias por diversas
razones, hacia ciertas personas que gozan de los privilegios
discriminatorios y tanto los bienes materiales como el afecto y
el cariño filial son “distribuídos” en forma por demás desigual,
beneficiando de más a unos y perjudicando a otros.
Por ejemplo: en muchos empleos, quien ostenta el
mando y tiene poder de asignar las labores y remuneraciones,
suele con frecuencia “acomodar” las funciones para que su
o sus preferidos obtengan más trabajando menos, o bien,
asignando a quien no es de “su grupito” de aduladores e
incondicionales las misiones que requieran más sacrificio o
tengan cierta desagradibilidad.
Es entendible que en condiciones iguales, se prefiera a los
integrantes de la propia familia. Eso no necesita explicación.
Pero aún dentro de las familias hay preferencias que suscitan
situaciones desagradables y a veces hasta trágicas debido al
trato preferencial hacia algunos de los parientes de la misma
línea.
Un padre de familia, aún sin intención, de alguna
manera favorece siempre a alguno o algunos de sus hijos
y no a todos se les dan las mismas oportunidades; y eso
que estoy hablando de una familia establecida de acuerdo
a las costumbres y tradiciones de nuestro país en que los
matrimonios se efectúan por las dos leyes (civiles
y eclesiásticas).
Conozco algunas personas que tienen más
hijos que los de su matrimonio actual, ya sea
producto de otros matrimonios, o extramaritales
o tal vez producto de una de esas aventuras
amorosas de la juventud. El caso es que casi
invariablemente esos hijos “extra” no son
precisamente objeto de tratos preferenciales,
sino todo lo contrario. En el mejor de los casos
el niño puede ser reconocido oficialmente por el
padre biológico pero excepcionalmente recibirá
las mismas muestras de cariño, los mismos
obsequios y las mismas oportunidades que sus
hermanos “bien”, o sea los “legalitos”.
Eso en el mejor de los casos, pero casi
siempre esos hijos de la desventura o productos de la
“calentura”, son intencionadamente olvidados y abandonados
y suelen llegar a ser un estorbo para la felicidad del “matrimonio
establecido”.
Pregunto: ¿el acta de matrimonio libera de las
obligaciones naturales y legales al padre de algún niño nacido
fuera de éste?
O: ¿las leyes civiles establecen prebendas y privilegios
para los niños “bien” por sobre sus hermanitos bastardos?
En una noche de lúdica pasión desenfrenada, acuciada
por una excitación hormonal que deriva en un éxtasis carnal
entre dos seres de los géneros diseñados para la procreación
y prolongación de la especie, la naturaleza sigue su curso
y brinda al mundo la creación de un nuevo ser que en su
madurez, también hará lo posible para la prolongación de la
especie, esto es, nacerá un nuevo niño.
En el párrafo anterior no se especifica si ese “acostón”
fue dentro o fuera del matrimonio.
La naturaleza no sabe de
esas cosas ni de legalidades. Pero la conciencia sí.
La intención de esta ocurrencia no es de carácter
moralizador, aunque tuviese algo que ver con la moral y las
buenas costumbres. De eso que se encarguen quienes están
capacitados para ello, como líderes religiosos o promotores
de la sana convivencia. Tampoco es una promoción a estar
fabricando niños en serie dentro o fuera de lo establecido.
Eso es asunto de cada quien.
Esto es solamente un llamado a que se brinden iguales
medios y oportunidades a los descendientes para que puedan
tener una vida digna, aceptando la responsabilidad propia,
porque dentro o fuera de las costumbres matrimoniales,
sus hijos no dejan de ser sus hijos. Y eso puede llegar a ser
motivo de orgullo.
Gonzalo “Chalo” de la Torre Hdez.
chalo2008jalos@hotmail.com
Jalostotitlán, Jal. A 28 de Junio de 2013
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