sábado, agosto 10, 2013

Que sea parejo dijo el Piporro

¡Que sea parejo!, díganle a este pelao que no se mueva, si no ¿cuándo le pego yo? Frase tal vez célebre de Eulalio González “Piporro”, ese cantante con tan peculiar estilo y su muy particular humor incluído en sus canciones, que hicieron las delicias de mis contemporáneos de nuestra no lejana niñez y juventud, aunque seamos del siglo pasado. 
En realidad eso de ser parejos, supuestamente debe ser en todos los órdenes, basados en que todos somos iguales ante los ojos de Dios y ante las leyes civiles. ¡Ah!, pero está más que demostrado que siempre hay unos más iguales que otros. 
Siempre existen las preferencias por diversas razones, hacia ciertas personas que gozan de los privilegios discriminatorios y tanto los bienes materiales como el afecto y el cariño filial son “distribuídos” en forma por demás desigual, beneficiando de más a unos y perjudicando a otros. Por ejemplo: en muchos empleos, quien ostenta el mando y tiene poder de asignar las labores y remuneraciones, suele con frecuencia “acomodar” las funciones para que su o sus preferidos obtengan más trabajando menos, o bien, asignando a quien no es de “su grupito” de aduladores e incondicionales las misiones que requieran más sacrificio o tengan cierta desagradibilidad. 
Es entendible que en condiciones iguales, se prefiera a los integrantes de la propia familia. Eso no necesita explicación. Pero aún dentro de las familias hay preferencias que suscitan situaciones desagradables y a veces hasta trágicas debido al trato preferencial hacia algunos de los parientes de la misma línea. 
Un padre de familia, aún sin intención, de alguna manera favorece siempre a alguno o algunos de sus hijos y no a todos se les dan las mismas oportunidades; y eso que estoy hablando de una familia establecida de acuerdo a las costumbres y tradiciones de nuestro país en que los matrimonios se efectúan por las dos leyes (civiles y eclesiásticas). 
Conozco algunas personas que tienen más hijos que los de su matrimonio actual, ya sea producto de otros matrimonios, o extramaritales o tal vez producto de una de esas aventuras amorosas de la juventud. El caso es que casi invariablemente esos hijos “extra” no son precisamente objeto de tratos preferenciales, sino todo lo contrario. En el mejor de los casos el niño puede ser reconocido oficialmente por el padre biológico pero excepcionalmente recibirá las mismas muestras de cariño, los mismos obsequios y las mismas oportunidades que sus hermanos “bien”, o sea los “legalitos”. Eso en el mejor de los casos, pero casi siempre esos hijos de la desventura o productos de la “calentura”, son intencionadamente olvidados y abandonados y suelen llegar a ser un estorbo para la felicidad del “matrimonio establecido”. 
Pregunto: ¿el acta de matrimonio libera de las obligaciones naturales y legales al padre de algún niño nacido fuera de éste? 
O: ¿las leyes civiles establecen prebendas y privilegios para los niños “bien” por sobre sus hermanitos bastardos? 
En una noche de lúdica pasión desenfrenada, acuciada por una excitación hormonal que deriva en un éxtasis carnal entre dos seres de los géneros diseñados para la procreación y prolongación de la especie, la naturaleza sigue su curso y brinda al mundo la creación de un nuevo ser que en su madurez, también hará lo posible para la prolongación de la especie, esto es, nacerá un nuevo niño. 
En el párrafo anterior no se especifica si ese “acostón” fue dentro o fuera del matrimonio. 
La naturaleza no sabe de esas cosas ni de legalidades. Pero la conciencia sí. La intención de esta ocurrencia no es de carácter moralizador, aunque tuviese algo que ver con la moral y las buenas costumbres. De eso que se encarguen quienes están capacitados para ello, como líderes religiosos o promotores de la sana convivencia. Tampoco es una promoción a estar fabricando niños en serie dentro o fuera de lo establecido. 
Eso es asunto de cada quien. Esto es solamente un llamado a que se brinden iguales medios y oportunidades a los descendientes para que puedan tener una vida digna, aceptando la responsabilidad propia, porque dentro o fuera de las costumbres matrimoniales, sus hijos no dejan de ser sus hijos. Y eso puede llegar a ser motivo de orgullo. 

Gonzalo “Chalo” de la Torre Hdez. 
chalo2008jalos@hotmail.com 
Jalostotitlán, Jal. A 28 de Junio de 2013

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