sábado, diciembre 14, 2013

10 reglas de oro para desarrollar la voluntad de niños y adolescentes

Por Psicólogos Bonnet 
La voluntad es un proceso psicológico que exige una serie de pequeños ensayos y esfuerzos, hasta que, una vez educada y desarrollada, se afianza y produce sus frutos. No se nace con ella sino que hay que ir desarrollándola desde la infancia, siendo el papel de los padres determinante. 
A continuación se describirán diez reglas a tener en cuenta a la hora de desarrollar la voluntad en los niños y adolescentes: 
La voluntad necesita un aprendizaje gradual, que se consigue con la repetición de actos en donde uno se vence, lucha y cae, y vuelve a empezar. A esto le llamamos: hábito. Dicho de otro modo: hay que adquirir hábitos positivos mediante la repetición de conductas, de manera que nos va acercando hacia comportamientos mejores, más maduros sabiendo que, en las primeras etapas cuestan mucho trabajo, puesto que la voluntad está aún en estado primario, sin dominar. 
Para tener voluntad hay que empezar por negarse a dejarse vencer por los deseos, los estímulos, los gustos y las necesidades inmediatas. Esto es lo realmente difícil. La labor de los padres en esta tarea es decisiva: deben –con mucha habilidad – hacer que sus hijos vean atractiva la responsabilidad, el deber, el sacrifico y las obligaciones concretas que se les piden. Estar educado para buscar el placer inmediato es la mejor manera de sentirse uno atraído, llevado y tiranizado por la satisfacción y el placer inmediato. Por ese camino, la persona no llega a desarrollar su voluntad, al contrario, está desentrenado, porque se siente constantemente vencido cuando no satisface el deseo inmediatamente. Con esa urgencia típica de los que no saben decir no con alguna frecuencia, la persona con una voluntad débil se acostumbra a caminar siempre por el camino más fácil: el de la satisfacción de lo inmediato. La voluntad conduce al más alto grado de progreso personal cuando se ha conseguido el hábito de hacer, no lo que sugiere el deseo, sino lo que es mejor, lo más conveniente, aunque, de entrada, sea lo más difícil o requiera el mayor esfuerzo y tiempo. Una voluntad fuerte facilita el proceso hacia la autorrealización personal y hacia la felicidad. La vida humana es un asunto que se mueve entre dos dimensiones: adecuar los deseos a la realidad. Por eso la felicidad no consiste en vivir bien y tener un excelente nivel de vida, sino en saber vivir Liberación no es hacer lo que uno quiere o seguir los dictados inmediatos de lo que deseamos, sino vencerse en pequeñas luchas notables para alcanzar las mejores cimas del propio desarrollo personal. 
Cualquier aprendizaje se adquiere con más facilidad a medida que la motivación es mayor. El ejercicio de luchar por nuestros objetivos se desarrolla más gracias a la fuerza de los contenidos que los mueven. Es decir, el que no sabe lo que quiere, el que no tiene la ilusión de alcanzar algo, difícilmente tendrá la voluntad preparada para la lucha. Por tanto, no hay que proporcionarle todo a los niños, incluso sin que ellos lo pidan, sino enseñarles a que deseen y que se muevan, luchen y se sacrifiquen por conseguirlo y, no obstante, cuando no sea posible lograrlo aprender a soportar la frustración. 
Tener objetivos claros, precisos, bien delimitados y estables. Cuando esto es así y se ponen todas las fuerzas en ir hacia adelante, los resultados positivos están a la vuelta de la esquina, y no tiene cabida la dispersión de objetivos, ni tampoco querer abarcar más de lo que uno puede. Querer es pretender algo concreto y renunciar a todo lo que distraiga y desvíe los objetivos trazados.
Toda educación de la voluntad tiene un fondo ascético, especialmente en sus comienzos. Hay que saber conducir las ansias juveniles hacia una meta que merezca realmente la pena; aquí es donde resulta decisiva la tarea de los padres. Debemos recordar que las grandes ambiciones brotan de algo pequeño que crece y se hace caudaloso a medida que la lucha personal no cede, no baja la guardia, insistiendo una y otra vez. 
A medida que se tiene más voluntad, uno se gobierna mejor a sí mismo, no dejándose llevar por el deseo inmediato. El dominio personal es uno de los más extraordinarios retos, que nos eleva por encima de las circunstancias. Con una voluntad bien estructurada, uno no hace lo que le apetece, ni escoge lo más fácil y llevadero, sino que se dirige hacia lo que es mejor y más adecuado. Una persona con voluntad alcanza las metas que se había propuesto con constancia. La constancia constituye uno de los grandes pilares de la voluntad, por cuanto es a través de ella como se desarrolla. 
Es importante llegar a una buena relación entre los objetivos y los instrumentos que utilicemos para obtenerlos; es decir, buscar la armonía entre fines y medios. Hay que intentar una ecuación adecuada entre capacidades y limitaciones, pretendiendo sacar lo mejor que hay en nosotros mismos, poniendo en marcha la motivación, el orden, la constancia, la alegría y la autodisciplina sobre nosotros mismos, para no desfallecer ni ceder en lo que nos hemos propuesto. 
Un buen y suficiente desarrollo de la voluntad es un indicador de la madurez de la personalidad. La voluntad se acrecienta con su uso. Y se hace más eficaz a medida que se incorpora con firmeza en el patrimonio psicológico de cada uno de nosotros. 
El desarrollo de la voluntad no tiene fin. Esto significa que podemos estar ampliándola mientras exista en nosotros el deseo de mejorar y superarnos.

Dr. Enrique Sigala Gómez
Pediatra-Cirujano Pediatra
drsigala@hotmail.com

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