Por Psicólogos Bonnet
La voluntad es un proceso psicológico
que exige una serie de pequeños ensayos
y esfuerzos, hasta que, una vez educada
y desarrollada, se afianza y produce sus
frutos. No se nace con ella sino que hay
que ir desarrollándola desde la infancia,
siendo el papel de los padres determinante.
A continuación se describirán diez
reglas a tener en cuenta a la hora de
desarrollar la voluntad en los niños
y adolescentes:
La voluntad necesita un
aprendizaje gradual, que se
consigue con la repetición de
actos en donde uno se vence,
lucha y cae, y vuelve a empezar.
A esto le llamamos: hábito. Dicho
de otro modo: hay que adquirir
hábitos positivos mediante la
repetición de conductas, de
manera que nos va acercando
hacia comportamientos mejores,
más maduros sabiendo que, en las
primeras etapas cuestan mucho
trabajo, puesto que la voluntad
está aún en estado primario, sin
dominar.
Para tener voluntad hay que
empezar por negarse a dejarse
vencer por los deseos, los
estímulos, los gustos y las necesidades
inmediatas. Esto es lo realmente difícil. La
labor de los padres en esta tarea es decisiva:
deben –con mucha habilidad – hacer que
sus hijos vean atractiva la responsabilidad,
el deber, el sacrifico y las obligaciones
concretas que se les piden. Estar educado
para buscar el placer inmediato es la mejor
manera de sentirse uno atraído, llevado
y tiranizado por la satisfacción y el placer
inmediato. Por ese camino, la persona
no llega a desarrollar su voluntad, al
contrario, está desentrenado, porque se
siente constantemente vencido cuando no
satisface el deseo inmediatamente. Con esa
urgencia típica de los que no saben decir no
con alguna frecuencia, la persona con una
voluntad débil se acostumbra a caminar
siempre por el camino más fácil: el de la
satisfacción de lo inmediato. La voluntad
conduce al más alto grado de progreso
personal cuando se ha conseguido el
hábito de hacer, no lo que sugiere el deseo,
sino lo que es mejor, lo más conveniente,
aunque, de entrada, sea lo más difícil o
requiera el mayor esfuerzo y tiempo. Una
voluntad fuerte facilita el proceso hacia
la autorrealización personal y hacia la
felicidad. La vida humana es un asunto que
se mueve entre dos dimensiones: adecuar
los deseos a la realidad. Por eso la felicidad
no consiste en vivir bien y tener un excelente
nivel de vida, sino en saber vivir Liberación
no es hacer lo que uno quiere o seguir los
dictados inmediatos de lo que deseamos,
sino vencerse en pequeñas luchas notables
para alcanzar las mejores cimas del propio
desarrollo personal.
Cualquier aprendizaje se adquiere con
más facilidad a medida que la motivación es
mayor. El ejercicio de luchar por nuestros
objetivos se desarrolla más gracias a la
fuerza de los contenidos que los mueven. Es
decir, el que no sabe lo que quiere, el que no
tiene la ilusión de alcanzar algo, difícilmente
tendrá la voluntad preparada para la lucha.
Por tanto, no hay que proporcionarle todo a
los niños, incluso sin que ellos lo pidan, sino
enseñarles a que deseen y que se muevan,
luchen y se sacrifiquen por conseguirlo y,
no obstante, cuando no sea posible lograrlo
aprender a soportar la frustración.
Tener objetivos claros, precisos, bien
delimitados y estables. Cuando esto es así
y se ponen todas las fuerzas en ir hacia
adelante, los resultados positivos están a la
vuelta de la esquina, y no tiene cabida la
dispersión de objetivos, ni tampoco querer
abarcar más de lo que uno puede. Querer
es pretender algo concreto y renunciar a
todo lo que distraiga y desvíe los objetivos
trazados.
Toda educación de la voluntad tiene
un fondo ascético, especialmente en
sus comienzos. Hay que saber conducir
las ansias juveniles hacia una meta que
merezca realmente la pena; aquí es donde
resulta decisiva la tarea de los padres.
Debemos recordar que las grandes
ambiciones brotan de algo pequeño que
crece y se hace caudaloso a medida que la
lucha personal no cede, no baja la guardia,
insistiendo una y otra vez.

Es importante llegar a una buena relación
entre los objetivos y los instrumentos que
utilicemos para obtenerlos; es decir, buscar
la armonía entre fines y medios. Hay que
intentar una ecuación adecuada entre
capacidades y limitaciones, pretendiendo
sacar lo mejor que hay en nosotros mismos,
poniendo en marcha la motivación, el orden,
la constancia, la alegría y la autodisciplina
sobre nosotros mismos, para no desfallecer
ni ceder en lo que nos hemos propuesto.
Un buen y suficiente desarrollo de la
voluntad es un indicador de la madurez de la
personalidad. La voluntad se acrecienta con
su uso. Y se hace más eficaz a medida que
se incorpora con firmeza en el patrimonio
psicológico de cada uno de nosotros.
El desarrollo de la voluntad no tiene
fin. Esto significa que podemos estar
ampliándola mientras exista en nosotros el
deseo de mejorar y superarnos.
Dr. Enrique Sigala Gómez
Pediatra-Cirujano Pediatra
drsigala@hotmail.com
Pediatra-Cirujano Pediatra
drsigala@hotmail.com
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