sábado, diciembre 14, 2013

El sueño de Pancho Villa

Con estas palabras Pancho Villa muestra como quería hacer de México un lugar feliz. 
“Cuando se establezca la nueva República, no habrá más ejército en México. Los ejércitos son los más grandes apoyos de la tiranía. No puede haber dictador sin su ejército. Pondremos a trabajar al ejército. Serán establecidas en toda la República colonias militares, formadas por veteranos de la revolución. El Estado les dará posesión de tierras agrícolas y creará grandes empresas industriales para dalles trabajo. Laborarán tres días de la semana y lo harán duro, porque el trabajo honrado es más importante que el pelear y sólo el trabajo así produce buenos ciudadanos. En los otros días recibirán instrucción militar, la que, a su vez, impartirán a todo el pueblo para enseñarlo a pelear. 
Entonces, cuando la Patria sea invadida, únicamente con tomar el teléfono desde el Palacio Nacional en la Ciudad de México, en medio día se levantará todo el pueblo mexicano de sus campos y fábricas, bien armado, equipado y organizado para defender a sus hijos y a sus hogares. Mi ambición es vivir mi vida en una de esas colonias militares entre mis compañeros a quienes quiero, que han sufrido tanto y tan hondo conmigo. Creo que desearía que el gobierno estableciera una fábrica para curtir cueros, donde pudiéramos hacer buenas sillas y frenos, porque sé cómo hacerlos; el resto del tiempo desearía trabajar en mi pequeña granja, El sueño de Pancho Villa criando ganado y sembrando maíz. Sería magnífico, yo creo, ayudar a hacer de México un lugar feliz”. 

Pancho Villa, el enamorado 

A Pancho Villa el pueblo lo idealizó por valiente, pero también por mujeriego. 
En abril de 1914, el famoso revolucionario destrozó a la flor y nata de las tropas huertistas en las afueras de San Pedro de las Colonias, Coahuila, ocupando luego la población. 
El día de su victoriosa entrada al lugar, vio en la plaza de armas a una preciosa muchacha acompañada de una mujer madura, al parecer madre de la chica. 
A Villa le encantó la joven. Y dio instrucciones a su asistente. 
-Averíguate quién es y dónde vive esa chulada de potranca, y me buscas como de rayo. 
La muchacha se llamaba Lolita y era la hija menor de una viuda de condición humilde. Esa misma noche, el Centauro la requirió de amores. Pero la chica, tan juiciosa como bella, puso algunas objeciones. 
-Es para mí un honor, General Villa, que se haya fijado en una muchacha humilde como yo, siendo usted un hombre famoso. Sin embargo, debo decirle que no soy mujer fácil ni de aventuras, y que le prometí a mi padre, que en gloria esté, que me casaría de blanco y en la iglesia. Puntualizó Villa: 
-¡Válgame, miasma, usted no se me preocupe, se casa conmigo de rojo, de blanco o de azul, del color que usted guste!. Aquí tiene este dinero para que se compre el ajuar que más le cuadre. Y vaya escogiendo el templo en el que será el casorio el domingo que viene. 
Grande fue el júbilo de la linda y sensata Lolita al contraer nupcias con el general Villa. Tan grande como su desencanto al enterarse, no mucho tiempo después, que era la novena esposa “legítima” de Pancho, quien estaba igualmente casado con Luz Corral, Cristina Vázquez, Manuela Casas, Juana Torres, Austreberta Rentaría y tres señoras más. 
Y es que Pancho Villa acostumbraba decir, más con ingenuidad que con cinismo: 
-Yo del amor soy muy respetuoso. Nada de amasiatos. Por eso, tan luego me enamoro, me caso por la ley y por la iglesia, ¡no faltaba más!.

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