sábado, diciembre 14, 2013

“La Papisa Juana”

Existe un tipo de asiento papal conocido como “sedia stercoraria”, el cual dispone de un agujero en el centro del mismo. Según numerosos escritos éste se utilizaba una vez elegido nuevo el Papa tras el cónclave y su función era para determinar, mediante el palpado testicular por parte de un joven diácono, si el recién escogido nuevo pontífice era varón. 
Una vez comprobada la masculinidad del Papa, el encargado de realizar dicha tarea debía decir “¡testiculos habet!” (tiene testículos) o “¡habet duos testiculos et bene pendentes!” (tiene dos testículos y cuelgan bien), a lo que los asistentes a la ceremonia respondían “¡Deo gratias!” (gracias a Dios). Dicho esto comenzaba toda la liturgia de coronación del nuevo Sumo Pontífice y se le entregaban las llaves de San Pedro. 
Mucha es la literatura, documentación e ilustraciones que existe sobre este extraño proceder para verificar si el recién escogido Papa disponía de atributos masculinos, aunque la Iglesia Católica nunca ha confirmado oficialmente que se realizase tal ritual. 
Todo parece indicar, según numerosas leyendas, que en el siglo IX se produjo el caso de que una mujer de origen inglés (algunas fuentes indican que era germana) consiguió hacerse pasar por hombre y llegar a ser nombrada Papa de Roma y con los años ser conocida como la Papisa Juana. Aunque hay numerosos escritos al respecto de este lamentable episodio, ninguno precisa fechas concretas. 
La leyenda de la papisa Juana cuenta la historia de una mujer que ejerció el papado católico ocultando su verdadero sexo. 
El pontificado de la papisa se suele situar entre 855 y 857, es decir, el que, según la lista oficial de papas, correspondió a Benedicto III, en el momento de la usurpación de Anastasio el Bibliotecario. Otras versiones afirman que el propio Benedicto III fue la mujer disfrazada y otras dicen que el periodo fue entre 872 y 882, es decir, el del papa Juan VIII. Lo único que vincula esta leyenda con Juan VIII es la hipótesis de que la historia se inventase para desprestigiar al Papa, debido a su actitud benevolente con otras iglesias, sobre todo la proveniente de Oriente, la Iglesia de Constantinopla. Esto provocó que fuese tachado de poco varonil y se supone que ello acabó desembocando en que se le llamase en algún momento Papisa Juana en lugar de Papa Juan. Pero como comento más arriba, poco o nada sobre el tema está confirmado y la documentación que existe no está avalada por la curia eclesiástica. 
Las explicaciones de la leyenda son diversas. Otra versión es quizá por el mismo sobrenombre aplicado a Marozia, autoritaria madre de Juan XI quien dominaba la iglesia como si fuera un Papa e influía en políticas. Por otra parte, el mito también remite a las inversiones rituales de valores propias de los carnavales. Otro punto de partida de la leyenda puede ser la prohibición del Levítico (21, 20) de que esté al servicio del Altar un hombre con los testículos aplastados, es decir, un eunuco. La idea que la prohibición conlleva de verificar que sólo hombres enteros accedan al trono papal, estuvo probablemente en el origen de la inspección ceremonial. 
En síntesis, los relatos sobre la papisa sostienen que Juana, nacida en el 822 en Ingelheim am Rhein, cerca de Maguncia, era hija de un monje. Según algunos cronistas tardíos, su padre, Gerbert, formaba parte de los predicadores llegados del país de los anglos para difundir el Evangelio entre los sajones. La pequeña Juana creció inmersa en ese ambiente de religiosidad y erudición, y tuvo la oportunidad de poder estudiar, lo cual estaba vedado a las mujeres de la época. Puesto que sólo la carrera eclesiástica permitía continuar unos estudios sólidos, Juana entró en la religión como copista bajo el nombre masculino de Johannes Anglicus (Juan el Inglés). Según Martín Polonus, capellán y confesor papal, la incluyó en su Chronicon Pontificum et Imperatum, la suplantación de sexo se debió al deseo de la muchacha de seguir a un amante estudiante. 
En su nueva situación, Juana pudo viajar con frecuencia de monasterio en monasterio y relacionarse con grandes personajes de la época. En primer lugar, visitó Constantinopla, en donde conoció a la anciana emperatriz Teodora. Pasó también por Atenas, para obtener algunas precisiones sobre la medicina del rabino Isaac Israeli. De regreso en Germania, se trasladó al Regnum Francorum (Reino de los francos), la corte del rey Carlos el Calvo. 
Juana se trasladó a Roma en 848, y allí obtuvo un puesto docente. Siempre disimulando hábilmente su identidad, fue bien recibida en los medios eclesiásticos, en particular en la Curia. A causa de su reputación de erudita, Sergio II la nombró su consejero y luego fue presentada al papa León IV y enseguida se convirtió en su secretaria para los asuntos internacionales. En julio de 855, tras la muerte del papa, Juana se hizo elegir su sucesora con el nombre de Benedicto III o Juan VIII. 
Dos años después, la papisa, que disimulaba un embarazo fruto de su unión carnal con el embajador Lamberto de Sajonia, y lo más conocido de esta leyenda es la historia de cómo fue descubierta la verdadera identidad sexual del Papa, que tuvo lugar durante el transcurso de una procesión del Corpus Christi cuyo recorrido iba desde la Plaza de San Pedro del Vaticano hasta San Juan de Letrán (Catedral de Roma). En un momento del recorrido el Papa se llevó las manos a su abdomen y comenzó a retorcerse de dolor, cayendo al suelo y apareciendo de su entrepierna un recién nacido. 
Ante el asombro de todos los presentes comenzó a producirse una algarabía que acabo con un grupo de ciudadanos gritando por la ofensa a Dios cometida por la mujer Papa, acabando con su vida y la del bebé a base de golpearles con palos y lanzamientos de piedras. Según Jean de Mailly, Juana fue lapidada por el gentío enfurecido. Según Martín Polonus, murió a consecuencia del parto. 

Fraternalmente 
C. L.A.E. Juan Manuel Becerra Casillas

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