- Un misionero me dijo “Jesús te ama”.. Ahora está conmigo
Decirles con un pequeño escrito, no
podría explicar la conferencia que ofreció
UNID Tepatitlàn por medio del misionero
laico Hanns Myhulost, una platica tan
amena como desgarradora, “Quise volar
y perdí el vuelo” que habla sobre los
problemas de los jóvenes.
Myhulots , hijo de un millonario
francés que tuvo todo menos afecto y
cariño, lo que provocó que se refugiara
en compañías de otros jóvenes, solo con
malos hábitos y que lo llevó a la edad de 9
años a la drogadicción y que le ocasionó
el querer suicidarse en once ocasiones,
pero Jesús lo tenia programado para
otras actividades como las que ahora
desempeña y que es la de salvar a niños
de la calle, prostitutas, niños con sida en
los paises de Guatemala, Costa Rica, San
Salvador, Honduras y Nicaragua.
Empezó fumando marihuana y al
principio todo era regalado, después vino
la cocaína, la heroína lo que le ocasionaba
gastos hasta de dos mil dólares diarios,
en su desesperación y en uno de esos
oscuros días en que quiso quitarse la vida,
se aventó de un edificio, quedó vivo, pero
prácticamente sin caderas y con las piernas
destrozadas, hoy este hombre, es un
ejemplo y con su palabra trata de salvar a
todos aquellos que sin querer quieren volar.
Hanns Myhulots, misionero francés que
ayuda a niños de la calle con SIDA y otras
enfermedades, compartió su testimonio
de cómo las drogas pueden dañar por
completo tu vida y cómo Jesús lo rescató
del fango donde se encontraba. Impactante
testimonio que conmueve a todo aquelque
lo escucha. .
Añadió que uno es drogadicto toda la
vida, desde que uno empieza a consumir
hasta que se muere. Es una gran mentira
que existan ex drogadictos. Yo soy
drogadicto compulsivo en abstinencia,
ahora, llevo casi 20 años sin consumir.
El problema no son las drogas; las
drogas son la consecuencia de muchos
problemas que los jóvenes no han podido
resolver, como valores sociales, morales
y espirituales. Más del 90% de los chicos
tienen celulares; pero, no pueden hablar
con sus padres, y llenan su falta de amor
paternal con otras cosas, como las drogas
y el sexo.

Es lo que me pasó a mí: en la escuela,
encontré un grupo de amigos, eran los peor
vestidos y los más abusivos; pero estaban
conmigo, no me importaba si hacían cosas
malas, yo quería ser como ellos. Me sentía
bien con ellos, era parte del grupo, era
como su mascota, de hecho, me pusieron
un collar de perro; pero, no importaba,
estaba con ellos, a los 9 años, comencé
consumiendo dos gramos de cocaína, a
la semana, ya sabes, si quieres ser parte
del grupo, hay que seguirlo, y ellos usaban
cocaína. A los 18 años, llegué a consumir
20 gramos de cocaína por día. Yo jamás
busqué las drogas, busqué la alegría, el
cariño, la sensación de pertenencia a un
grupo. Nadie, en este mundo, dice: ‘Dame
droga, quiero probar’, todos buscamos
llenar vacíos de amor.
También soy adicto a la heroína, me
inyectaba heroína en medio de los dedos
de los pies, y me fascinaba no sentirlos.
Ahora me gustaría sentir mis pies, no los
siento porque me lancé de un edificio.
Intenté suicidarme 11 veces drogado.
Creí que Dios me dio alas para volar. Mis
piernas y caderas quedaron destrozadas;
reconstruyeron mi cadera y columna con
pines; mi cara con cirugía plástica; camino
con problemas y no siento mis pies, todo
por drogas.
Mis padres viven en las orillas de París
, en una bella casa, y me daban muchas
cosas. Comencé robando todo lo que había
en mi cuarto: vendí pantalones, zapatos,
televisores, bueno, todo lo que estaba en
mi cuarto, siempre culpaba a la empleada.
Llegué a gastar dos mil dólares diarios en
drogas pero, durante más de tres años
viví en las calles: estuve 30 veces preso,
viví en el metro de la ciudad donde los
policías nos pegaban, todo por un poco
de droga.
Quiero decirle a los jóvenes: oye,
vas a destruir tu vida por un momento de
diversión; hay otra opción: puedes ganar
un Premio Nobel, ser la primera Miss
Universo, viajar a Marte, hay mucho más.
Yo, jamás pensé que iba a ser un indigente
que, literalmente, iba a comer estiércol en
la calle.
De haber vivido así yo tengo un 98%
de culpa: yo usé y vendí drogas, nadie me
puso una pistola; pero, un 2% de la culpa
es de mis padres, por eso, a los padres
les digo: nada vale más que sus hijos. Mis
padres me enviaron a los mejores colegios.
Alcancé ‘el honor’ de ser expulsado de los
cinco mejores colegios de Europa. Ahora,
entiendo que querían darme la mejor
educación, y las mejoras cosas porque
me amaban, el problema es que no me
lo dijeron: me dieron amor con cosas
materiales que no llenaron mi necesidad de
cariño, y nunca tenían tiempo para hablar,
siempre, estaban ocupados.
Un buen padre tiene tiempo para
escuchar a sus hijos. En las charlas, les
pregunto: ‘Esta mañana, ¿cuántos fueron
al cuarto de sus hijos a darles un beso,
y decirles los amo?’ Muy pocos alzan las
manos, cuando yo hago ese pregunta.
Bueno, esa es la primera tarea de un padre,
cuando inicia el día; y si sus hijos no viven
con ustedes, hay teléfonos. No importa si
son niños o adultos, no hay excusa; pero
ya se hizo costumbre decir “te amo” con un
celular; “te amo” con ropa nueva o un viaje,
y se compra algo que se debe sembrar y
cultivar en los hijos: el amor.
Un misionero, Giusseppe Laurentti,
visitaba hospitales para hablar con adictos,
y me encontró, ahí, sin piernas. Él me
dijo: “Jesús te ama”... Eso impactó mi
vida. Consumí drogas, viví en la calle e
intenté suicidarme 11 veces; me lancé de
un edificio, pasé dos meses en coma, y no
estoy muerto, ni en el infierno; estoy aquí,
soy misionero católico y padre. Todos los
días, lucho contra las drogas; pero, ahora,
no peleo solo, Dios está conmigo.