domingo, mayo 11, 2014

La Mujer ahorcada

México es indudablemente uno de los países que cuentan con enormes canti dades de mitos, leyendas y tradiciones fantásti cas y sobrenaturales del planeta, capaces de ponerle la piel de gallina al más curti do de entre los degustadores del mundo de lo oculto. No obstante, pocas leyendas se comparan con la melancolía y el temor que infunde la historia de la ahorcada María de Ávila. Esta leyenda se remonta a los ti empos coloniales de México, más exactamente a mediados del siglo XVI, época en la que vivía en la ciudad capital una joven y bella mujer de nombre María de Ávila, la c ual pertenecía a lo mejor de la sociedad de su ti empo. Sin embargo, y como sucede frecuentemente, se enamoró de un joven hombre, conocido como Joaquín Urruti a o Arruti a, cuya posición social era muy inferior a la suya, lo que desató la desaprobación de la familia. A pesar de estos impedimentos, María comenzó a planear la boda con su amado.
No obstante su terquedad, los hermanos de María sospechaban que el joven en cuesti ón no estaba demasiado interesado en lo senti mental y que secretamente ambicionaba la fortuna que pertenecía a la familia. Seguros de esto, le ofrecieron una buena canti dad de dinero para que se fuera defi niti vamente de la ciudad; el joven aceptó y se marchó sin siquiera despedirse de la mujer que tan resolutamente lo amaba. Esto sumió a María en una profunda depresión. A pesar de los esfuerzos de los médicos de la época, la joven mujer no mejoraba, y se llegó a temer por su vida. Finalmente, resignada a la pérdida de su amor, decidió entrar como novicia a un convento, a la sazón el anti guo convento de la Concepción. Poco duró el alivio que María buscó en la insti tución religiosa. No demasiado ti empo después de ingresar al convento, una noche, María se ahorcó en un árbol de duraznos en la huerta cercana al cementerio. 
Dado que se trató de un suicidio, no pudo ser enterrada en ti erra consagrada, de acuerdo a las disposiciones católicas. Este triste episodio sumió en verdadera pena a todos sus familiares, pero lo que siguió los sorprendería hasta el espanto: cerca de la caída del sol, cuando alguna monja o novicia se encontraba trabajando en la huerta, el fantasma de María pendiendo del árbol de duraznos, siniestramente mecida por el viento, se aparecía a las aterrorizadas mujeres. En ocasiones su rostro, severamente atormentado, surgía de las aguas de la fuente del convento. Todo se intentó: exorcismos, procesiones, apelaciones a altas autoridades eclesiásti cas, pero de nada sirvió, ya que el fantasma de María o su rostro deformado por el sufrimiento conti nuaban apareciéndose en el árbol de duraznos o en las aguas de la fuente del convento. Finalmente, se decidió talar el duraznero y derruir la fuente, instalándola más tarde en otro lugar del convento. Los directi vos y las monjas del convento pensaron que con estas acciones sobrevendría un poco de paz en el agitado lugar, pero no fue así: el fantasma de la ahorcada María siguió apareciendo, esta vez, pendiendo del aire en donde fantasma dejó de aparecer, o lo hizo con hasta hacía poco había estado situada la rama en la que María había amarrado la cuerda antes de tomar la trágica determinación. Una versión de la leyenda narra que el mucha menos frecuencia, después de varios años, y se relacionó ese hecho con el fallecimiento, por causas que se ignoran, de Joaquín Urruti a, el desleal joven por cuya causa María se quitara la vida. Quizás las cuantas se hayan ajustado en el más allá.

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