- Primero que nada, dime: ¿Quién es tu enemigo?
- Alguien que hizo algo que me molestó y me sentí lastimado
por él.… (¿Cómo pudo alguien lastimarme?… ¿Acaso Dios no me
cuida?)
- Dios todo lo domina, por eso es el Señor del Universo; nada
escapa a su control.
- Pero si Dios me ama, yo esperaría que me proteja… pero si
alguien me lastimó, signifi ca que Él, o no quiso protegerme (luego
no me ama) o no pudo hacerlo (luego hay cosas que no puede, por
lo que no sería El Señor)
Nosotros somos hijos de Dios, Él es nuestro Padre, Él es un
Ser perfecto. Él quiere que vayamos con Él, a compartir su vida,
su Gloria y su poder; pero para ello es necesario que logremos un
mínimo de perfección. Vinimos al mundo a lograrlo. La vida es una
escuela donde desarrollamos las potencialidades divinas que ya
tenemos, como hijos que somos de Él. Vinimos a aprender a amar,
a aprender a obedecer, a aprender a confi ar en Él. Y la vida está
diseñada para eso.
Cada problema que enfrentamos en el día a día, no es producto
de la casualidad, ni de que Dios se descuide, ni de que no pueda
protegernos. Cada situación que enfrentamos, está diseñada
específi camente para que la vivamos y la superemos nosotros, con
el nivel de desarrollo espiritual que tenemos en ese momento. La
resolvemos y pasamos al siguiente nivel; no la superamos y nos
estancamos en ese nivel más tiempo... hasta que la dominemos.
Así como en una escuela de nuestro tiempo, hay grados o
niveles de aprendizaje y conforme avanzamos enfrentamos nuevos
aprendizajes; así también, en la escuela de la vida, hay grados o
niveles de espiritualidad. Cuando enfrentamos un problema, nos
parece que es una situación difícil, pero cuando la superamos
y avanzamos, podemos ver hacia atrás y darnos cuenta con
satisfacción que ya estamos en otro nivel.
Dios no viene en persona a darnos cada prueba, sino que
se vale de las circunstancias y de las personas con las que
convivimos. Pero Él no permitirá que experimentemos un problema
mayor a nuestro nivel de espiritualidad: si vivimos la situación,
es porque podemos resolverla. Si Él cree que necesitamos vivir
una experiencia nueva, permitirá que suceda; pero si cree que
no la necesitamos, nos cuidará mucho de que la lleguemos a
vivir. Luego, cuando sufrimos una enfermedad o un problema, no
deberíamos pensar que sucedió porque Él se descuidó o que no
quiso o no pudo evitarlo; sino que la permitió porque creyó que era
conveniente que la viviéramos, para que nosotros avanzáramos en
nuestra madurez espiritual.
Los problemas de la vida se pueden comparar a los problemas
de matemáticas que nosotros resolvíamos cuando cursábamos la
escuela; eran necesarios para que ejercitáramos los conocimientos
que ya teníamos, y cada quien resolvía problemas más complicados
conforme estaba en mayores niveles de estudio; y ellos nunca
se debieron a que el profesor no supiera la respuesta, ni que no
pudiera evitarlos, sino que era necesario que los viviéramos para
nuestra propia superación.
Odiar a un enemigo, es como odiar al personaje de un problema
de matemáticas, qué sólo fue el instrumento para plantearnos una
situación que deberíamos resolver. Vivir odiando o con rencor, es
¿Por qué debo perdonar a mi enemigo?
tener resentimiento
contra Él, que
decidió que
necesitábamos
pasar a un nuevo
nivel, y para ello
nos puso un nuevo
problema entre
manos. Odiar es
no aceptar que
fue válida la razón
que tuvo Dios para
hacernos vivirlo.
Es no aceptar su
voluntad… ¡Es no aceptar su voluntad!
La oración que nos dejó Jesús, el “Padre Nuestro”, dice entre
otras cosas: “hágase tu voluntad…”, pero cuando yo odio o guardo
rencor a alguien o a algo o a algún episodio de mi vida; con mis
actos estoy mostrando mi molestia porque se hizo su voluntad, no
la estoy aceptando… ¡no la estoy aceptando! … y me contradigo
cuantas veces rezo el Padrenuestro.
Pero hay otra razón mayor para perdonar. Cuando perdono,
expreso mi confi anza en Dios. Jesús es el aval, es el fi ador. Cuando
Él dice que perdones al otro, lo que te está diciendo es que el “daño
que te hicieron”, Él te lo va a compensar, que Él hará justicia. Si
perdonas, lo aceptas a Él como fi ador, le dices que confías en Él,
que confías en que te hará justicia; si no perdonas, le estás diciendo
que no confías en Él, que prefi eres seguir soñando o saboreando la
idea de vengarte, desquitarte, emparejarte por ti mismo… caminar
por tu cuenta.
Tú tienes razón en lo que dices, porque es cierto que un día
te lastimaron. Todos tenemos recuerdos que nos duelen, cosas
que sanar; y tenemos razón en desear justicia; pero el punto es:
¿aceptamos al Señor como Juez y nuestro abogado?, ¿le damos
un voto de confi anza y esperamos en Él? ¿O preferimos ser los
jueces nosotros y defendernos solos?
Aquí el punto es que tienes que decidir: o caminas con Él o
caminas tú solo por tu cuenta. No se vale a medias. (Recuerda
que en el libro del Apocalipsis, Él dice: “a los tibios Yo los vomito”)
En el momento que decides caminar con Él, pero guardas rencor,
automáticamente te contradices. Es como decir: sí, pero no. O
confías en Él o no confías; no se puede a medias.
Se trata de entender que si sufriste una experiencia
desagradable, no fue porque Él se haya descuidado, o porque
no pudiera evitarla; sino que pensando en que mejoraras tu nivel
espiritual, te encomendó una tarea a realizar, y lo hizo porque
te ama; y si sintieras que la vida o alguien te debe algo, confía
en que Jesús sea tu fi ador y que Él te compensará lo que hayas
batallado…, y lo hará en la medida de su grandeza.
- ¿Qué no es fácil?
- ¡Pues claro que no es fácil!… Y menos, si quieres hacerlo
contando sólo con tus fuerzas.
- Pídele ayuda a Él…
- Quiere ayudarte…
- Te está esperando.
Javier Contreras
No hay comentarios.:
Publicar un comentario