domingo, junio 08, 2014

“Juan XXIII: El Reformador que cimbró la Iglesia”

(I parte)
Fraternalmente C. L.A.E. Juan Manuel Becerra Casillas
Bibliografía:
www.wikipedia.org
Revista Más Allá de la Ciencia (Monográfico) No. 65, Año XXIII, Pag. 80-81
www.Vaticano católico.com. Los escándalos y herejías de Juan XXIII, Pags. 131-144

 A propósito de la recién canonización de Angelo Giuseppe Roncalli, alias Juan XXIII, acaecida el día 27
de abril de 2014, cabe señalar que ha sido considerado uno de los mayores reformistas de la estructura de la denominada Iglesia Católica. Pero, lo interesante de ello radica en conocer el por qué lo hizo y como llevó a cabo estas reformas. Al estudiar o analizar la trayectoria de este personaje en el mundo moderno y su influencia en el entorno en que se desarrolló nos permite concluir si fue congruente en su decir con su hacer, y sobre todo hay que destacar el aspecto humanista, ecuménico y ecléctico que le caracterizó con las demás corrientes ideológicas.
Le podemos colgar diversos adjetivos calificativos a este individuo, y que estoy seguro cimbrarán hasta sus cimientos a toda la comunidad religiosa a la que él perteneció y represento como máxima autoridad, y vendrán voces de intolerancia al respecto, porque la luz los cegará y no les va a permitir discernir la importancia de su accionar que tuvo con los demás seres humanos que opinaban o pensaban diferente a él y que trato de ser universal al querer aglutinarlos en un ambiente de tolerancia y fraternidad; luego entonces los detractores podrán decir que fue un apóstata, un hereje, un comunista, un antipapa, un masón, un deísta, y quizás en algunos casos tengan razón dependiendo del enfoque que queramos darle.
Nació el 25 de noviembre de 1881 en Sotto il Monte, en Lombardía, Italia; murió el 3 de junio de 1963 en Roma, Italia. Angelo Roncalli entró en el seminario de Bergamo en 1892 y recibió la tonsura dos años más tarde. El 13 de junio de 1903 se doctoró en Teología, frente a un tribunal constituido entre otros por Eugenio Pacelli, quien sería más tarde Pío XII. El 10 de agosto de 1904 fue ordenado sacerdote en la basílica de Santa María de Monte Santo, en la Piazza del Popolo. El Papa Pío XI lo designó simultáneamente arzobispo de Areopoli y enviado oficial para Bulgaria el 3 de marzo de 1925.
Durante años, el Santo Oficio había mantenido un archivo sobre Angelo Roncalli que decía “sospechoso de modernismo”. El archivo se remonta a 1925, cuando Roncalli, quien era conocido por sus enseñanzas heterodoxas, fue abruptamente removido de su cátedra en el Seminario Lateranense a mediados de semestre (fue acusado de modernismo) y enviado a Bulgaria. De particular preocupación para Roma fue la permanente cercanía de Roncalli con el destituido sacerdote Ernesto Buonaiuti, quien fue excomulgado por herejía en 1926.
Ya en 1926, Roncalli escribió a un ortodoxo cismático:”Católicos y ortodoxos no son enemigos, sino hermanos. Tenemos la misma fe; compartimos los mismos sacramentos y especialmente la eucaristía. Estamos divididos por algunos desacuerdos respecto a la constitución divina de la Iglesia de Jesucristo. Las personas que fueron la causa de estos desacuerdos murieron hace siglos. Abandonemos las viejas disputas, cada uno en su propio dominio, trabajemos para hacer bien a nuestros hermanos, dándoles el buen ejemplo”.
En Bulgaria, realizó su labor apostólica visitando las comunidades católicas y estableciendo relaciones de respeto y estima con otras comunidades cristianas, en especial de la Iglesia Ortodoxa. En una ocasión en Bulgaria fue a visitar a unos heridos internados en un hospital católico que trataba gratuitamente a todas las personas, independientemente de su religión. Estos heridos fueron víctimas de un atentado contra el rey Boris III en una catedral ortodoxa de Sofía, siendo ortodoxos que frecuentaban su lugar de culto. El rey búlgaro quedó tan impresionado que lo recibió en audiencia privada, siendo un acto inédito porque los visitadores apostólicos no gozaban de ningún estatuto diplomático y las relaciones entre la minoría católica y la mayoría ortodoxa eran muy tensas. Hechos como este constituyeron las bases de la futura delegación apostólica. En efecto, su labor fue tan fructífera que se le designó delegado apostólico para Bulgaria el 16 de octubre de 1931.
El 30 de noviembre de 1934 fue designado arzobispo titular de Mesembria, y el 12 de enero de 1935 fue nombrado delegado apostólico para Turquía (vicario apostólico de Estambul, antigua Vicaría Apostólica de Constantinopla). El mismo día se le designó delegado apostólico para Grecia, atendiendo desde Estambul los asuntos relativos a ambos países. Por cuestiones territoriales, Grecia estaba en conflicto constante con Turquía, y mantenía una mala relación con la Iglesia Católica. Angelo Roncalli fue quien introdujo la lectura del Evangelio en turco, y logró acotar las distancias entre la Santa Sede y las jerarquías ortodoxa y musulmana.
El 23 de diciembre de 1944, el papa Pío XII lo nombró nuncio apostólico de Francia. Contribuyó a normalizar la organización eclesiástica en Francia, desestabilizada por los obispos acusados de colaborar con los alemanes. Gracias a su cortesía, sencillez, buen humor y amabilidad pudo resolver los problemas y conquistar el corazón de los franceses y de todo el cuerpo diplomático. De los 87 prelados católicos acusados inicialmente de colaboracionismo con el régimen de Vichy, finalmente solo 3 fueron removidos de sus sedes, merced a las gestiones de Angelo Roncalli que superaban los formalismos diplomáticos.
El 12 de enero de 1953 el papa Pío XII lo creó cardenal presbítero con el título de Santa Prisca, siendo designado tres días después como patriarca de la diócesis de Venecia. Como patriarca de Venecia, solía navegar por los canales de la ciudad sin la vestimenta de cardenal, y detenerse para hablar con los gondoleros, las prostitutas y menesterosos, quienes le contaban sus problemas. Su forma de ejercicio del poder se caracterizó por el servicio y el perdón. Cuando era patriarca de Venecia supo que uno de sus sacerdotes llevaba una vida turbia y que frecuentaba un lugar poco digno para un eclesiástico. Pudo suspenderle en sus funciones; pudo aplastarle con su poder; pudo ejercer toda la fuerza de su autoridad. Pero ¿qué hizo? Lo esperó un día en el lugar que solía frecuentar. El sacerdote palidece. El patriarca lo toma del brazo y con naturalidad le pide que le acompañe al palacio. Y una vez en su despacho se arrodilla ante el sacerdote y le pide: «Por favor, confiéseme». Y lo hace con toda humildad y naturalidad. El sacerdote lo absuelve y el patriarca abrazándolo le dice: «Hijo mío, me gustaría que reflexionases acerca del don maravilloso que Dios te ha dado de perdonar los pecados a los hombres, incluso a tu mismo arzobispo. Que esto te anime a evitar lo más posible el pecado en tu misma vida y como gratitud a Cristo». 
El 28 de octubre de 1958, en el cuarto día del cónclave y contando con casi 77 años, Roncalli fue elegido Papa ante la sorpresa de todo el mundo, tras casi veinte años de pontificado de Pío XII, muy criticado por su insensibilidad ante la persecución de los judíos por el nazismo, entre otras cosas. Escogió el nombre de Juan (nombre de su padre y del patrón de su pueblo natal, aunque escogió este nombre en razón de Juan el Bautista y Juan el Evangelista. En su primera medida de gobierno del Vaticano, que le enfrentó con el resto de la curia, redujo los altos estipendios (y la vida de lujo que, en ocasiones, llevaban los obispos y cardenales). Asimismo, dignificó las condiciones laborales de los trabajadores del Vaticano, que hasta ese momento carecían de muchos de los derechos de los trabajadores de Europa, y además retribuidos con bajos salarios. Por primera vez en la historia nombra cardenales indios africanos y a un mexicano. Tres meses después de su elección, el 25 de enero de 1959, en la Basílica de San Pablo y ante la sorpresa de todo el mundo anunció el XXI Concilio Ecuménico -que posteriormente fue llamado Concilio Vaticano II-, el I Sínodo de la Diócesis de Roma y la revisión del Código de Derecho Canónico. 
Uno de los principales rasgos del pontificado de Juan XXIII fue su carácter ecuménico, en línea con toda su trayectoria pastoral anterior. El 2 de diciembre de 1960, recibió la visita en el Vaticano del arzobispo de Canterbury, Geoffrey Francis Fisher, con quien permaneció reunido durante una hora. Era la primera vez en más de 400 años, desde la excomunión de Isabel I, que la máxima autoridad de la Iglesia de Inglaterra se reunía con el papa. Esa reunión inauguró una transición, de una etapa de divergencia a otra de convergencia con la actual Comunión anglicana. También recibió a la reina Isabel II, y a personalidades de la Iglesia Presbiteriana de Escocia. Juan XXIII recibió también al primer prelado de la Iglesia Episcopal de los Estados Unidos, y al primer sumo sacerdote sintoísta. Juan XXIII una vez comentó: “Si yo hubiese nacido musulmán, creo que siempre habría seguido siendo un buen musulmán, fiel a mi religión”. Uno de los primeros actos de Juan XXIII fue recibir en audiencia al musulmán Sha de Irán. Cuando el Sha de Irán estaba por retirarse, Juan XXIII le dio su bendición que él había reformulado delicadamente para evitar ofender los principios religiosos mahometanos: “Que el más abundante favor de Dios todopoderoso sea contigo”. 
Juan XXIII fue beatificado por Juan Pablo II el 3 de septiembre del 2000, junto con el Papa Pío IX. El 5 de julio de 2013 el Papa Francisco I firmó el decreto que autorizó la canonización de Juan Pablo II y de Juan XXIII. El 30 de septiembre del mismo año, se anunció la ceremonia conjunta de canonización de ambos papas, que tuvo lugar el 27 abril de 2014. 
Nada hacía pensar en la biografía del nuevo Papa que pudiera llevar a cabo cambios importantes en la marcha de la Iglesia Católica, anclada en la cristiandad medieval; pero hay quienes coinciden en que el cardenal Roncalli fue masón antes de llegar al papado y esta condición habría posibilitado poner en marcha una de las mayores transformaciones de la Iglesia Católica, que pasó del autoritarismo al conciliarismo, del integrismo al compromiso con la historia, de la contrarreforma a la reforma, de la cristiandad a la modernidad, de la alianza con el poder a la Iglesia de los pobres y del anatema al diálogo. Ponía fin a cuatro siglos de contrarreforma, haciendo suya, sin citarla, la propuesta de Lutero (“La Iglesia debe estar en permanente reforma”), que luego asumió el Concilio Vaticano II. 
Según algunas fuentes no confirmadas hace unos años, el ilustre profesor Alfonso Sierra Partida, intentó publicar en los periódicos de la ciudad de México una copia de una supuesta acta de iniciación en una logia de París, donde se deja constancia la iniciación de Angelo Roncalli. Otra fuente indica que en el año 1935 es invitado a ingresar a una sociedad iniciática heredera de las enseñanzas Rosacruz y que tanta fuerza le dieran en el pasado Louis Claude de San Martin, el conde de Cagliostro y el conde Saint Germain. Así lo menciona Pier Carpi en su libro “Las profecías de Juan XXIII”, donde además menciona de pruebas documentales de la iniciación masónica en Turquía de Angelo Roncalli.

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