Varias comunidades mayas
lograron que la justicia suspendiera
los cultivos de soya transgénica para
proteger uno de sus bienes más
preciados: la miel. BBC Mundo se
adentrò en el caso.
El trozo de tierra en el que
Leydi Pech tiene sus colmenares
no es grande. Tiene, si acaso, dos
hectáreas y de él proviene el sustento
no solo de esta indígena maya, sino
de los diez integrantes de su familia.
Forma parte de un ejido en
el estado de Campeche, donde
los integrantes de su comunidad tienen
parcelas similares. La mayoría se dedica a
lo mismo: cultivar miel de la delicada abeja
melipona, que no posee aguijón, por lo que
no puede defenderse de sus depredadores.
No, no es un terreno grande el de Leydi.
Sin embargo, ahora mismo está en el
centro de una batalla de alcances globales:
la de quienes están a favor o en contra de
los cultivos transgénicos.
Apicultores como Leydi temen que los
cultivos transgénicos puedan contaminar
la miel que producen artesanalmente.
México es el tercer exportador mundial de
este producto y la mayoría de quienes la
trabajan son indígenas.
Amparos
Hace tres semanas, un juez concedió
un amparo a indígenas y campesinos de
Yucatán por medio del cual se suspendía
la siembra de soya transgénica en la región
por parte de la empresa Monsanto.
Dos amparos similares habían sido
otorgados en marzo y abril a campesinos
e indígenas de Campeche, entre los que se
encuentra Leydi.
Según medios de comunicación y
activistas, las medidas cobijan a unos 30 mil
apicultores con sus familias, en su mayoría
de pueblos originarios.
En los fallos de Campeche se indica que
el gobierno no consultó a las comunidades
indígenas mayas sobre una decisión que
las tocaría directamente.
En el dictamen de Yucatán, además de
este argumento, también se contempla la
posibilidad de que las semillas transgénicas
puedan afectar los cultivos y en especial la
producción de miel.
“Es el derecho a que no se puede
implementar ningún tipo de biotecnología
hasta que no se garantice plenamente los
efectos secundarios” explica a BBC Mundo
el abogado Jorge Fernández, quien forma
parte del colectivo Ma OGM , que asesora
a los apicultores.
En los tres amparos -que han sido
calificados de “históricos” por defensores
del medio ambiente-, además de suspender
los cultivos transgénicos se ordena realizar
las debidas consultas con las comunidades
indígenas.
Guerra jurídica
Esta nueva batalla entre agricultores
y activistas contra la siembra de semillas
transgénicas se viene desarrollando con
especial intensidad en México desde junio
de 2012.
Ese mes, el gobierno autorizó al gigante
Monsanto a sembrar soya transgénica
a nivel comercial en más de 253.000
hectáreas distribuidas en siete estados.
Según dijo Ariel Álvarez Morales,
secretario ejecutivo de la Comisión
Intersecretarial de Bioseguridad de los
Organismos Genéticamente Modificados
(Cibiogem) a la periodista Elva Mendoza
-especialista en medio ambiente de la
revista Contralínea- “cuando el Estado da
permisos para la liberación, en este caso
de soya, es porque no hay elementos de
bioseguridad que nos digan que algo malo
va a pasar”.
No es lo que opinan activistas ecológicos
ni los indígenas y campesinos que
tienen sus sembradíos en los
alrededores de las áreas donde
se cultivaría la soya, quienes
de inmediato interpusieron
demandas en cuatro de los siete
estados donde se concedieron
los permisos.
No son los únicos que
se oponen. En una serie de
reportajes publicados en 2013,
Elva Mendoza indica que,
antes de que se concedieran
los permisos, tres organismos
gubernamentales -la Comisión
Nacional para el Conocimiento y Uso
de la Biodiversidad; el Instituto Nacional
de Ecología y la Comisión Nacional de
Áreas Naturales Protegidas- se habían
pronunciado de manera negativa a la
solicitud de siembra de Monsanto.
Sus argumentos iban desde “la posible
filtración de agroquímicos (glifosato) a los
mantos acuíferos”, hasta “la colindancia de
los polígonos liberados con áreas naturales
protegidas y zonas prioritarias terrestres,
marinas e hídricas”.
A pesar de eso, la Secretaría de Medio
Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat),
que estudió esos conceptos, dio luz verde a
la siembra.
De hecho, según el diario El Financiero,
en la decisión del juez de Yucatán influyó
para que no se tomaran en cuenta las
opiniones técnicas de los mencionados
organismos. El juez además “desechó los
argumentos de las autoridades demandadas
quienes exigían a los apicultores mayas
pruebas científicas plenas de que los
permisos otorgados influyen negativamente
en la producción de miel”.
¿Qué dice Monsanto?
Desde su sede en México se indica que
la gigante trasnacional, especializado en
investigaciones tecnológicas agrícolas (en
su sitio de internet dicen que invierte US$2
millones diarios en investigar), no está
concediendo entrevistas sobre el tema.
Sin embargo, luego del dictamen en
Yucatán dio a conocer un comunicado en el
que fija su posición, el cual fue entregado a
BBC Mundo.
En él se indica que “cualquier afectación
resultante de la liberación de organismos
genéticamente modifi cados debe ser
evaluada por las autoridades competentes
en estricto apego a la ley y con base
en evidencias y estudios científi cos
concluyentes”.
Se agrega que durante la rueda de
prensa en la que se dio a conocer el fallo
“terceros distintos a quienes interpusieron
el amparo” divulgaron información “que
genera confusión ante la opinión pública”.
Esa información, añaden, también
“ignora la afectación que incide sobre los
productores de soya de la región, quienes
han subsistido gracias a su cultivo durante
años y tienen derecho a acceder de forma
voluntaria a mejores tecnologías agrícolas
en benefi cio propio de sus familias”.
En el comunicado también se anuncia
que Monsanto está analizando el amparo
“a efecto de interponer los recursos que por
ley le asisten para defender sus derechos”.
Además de en México, Monsanto
sostiene -o ha sostenido- batallas jurídicas
en diferentes partes del mundo, como
Estados Unidos, Brasil (donde los cultivos
transgénicos ya superarían a los naturales),
Chile o Francia.
La miel de la melipona
México es el tercer exportador de miel a
nivel mundial (detrás de Argentina y China)
y el sexto productor global. Según reportes,
anualmente se producen en este país unas
57.000 toneladas de miel.
Más del 40% de la miel mexicana
proviene de la península de Yucatán, que
se adentra como una espuela en el Mar
Caribe y que incluye al estado del mismo
nombre, así como a Campeche y Quintana
Roo.
Casi la totalidad de la miel que produce
la península -donde unas 30.000 familias
dependen de su cultivo- se exporta a la
Unión Europea. Uno de los temores que
existen entre los apicultores es que la UE
rechace su miel si encuentra que supera
los limites aceptados de polen transgénico.
Y la miel más preciada de Yucatán es
la que proviene de la abeja melipona, que
puede venderse hasta por diez veces el
precio de la miel común.
La voz de Leydi Pech se endulza
cuando habla de ella.
“Es una abeja ancestral que los mayas
hemos utilizado por mucho tiempo. Para
nuestro consumo y para curarnos. Lo
que tiene de especial esta abejita es que
selecciona la fl oración que recolecta.
También produce menos cantidad de miel”,
dice a BBC Mundo con el español golpeado
que caracteriza a los maya-hablantes.
Luego, un toque de hiel: “es una abeja
que está en peligro de extinción en la
península de Yucatán”.
El cultivo de la miel entre los mayas
es prehispánico. En un estudio, la doctora
Alejandra García Quintanilla, de la
Universidad Autónoma de Yucatán, indica
que tanto en la cerámica del período maya
clásico (200 a 1.000 DC), como en los
libros del Chilam Balam, se encuentran
testimonios sobre la importancia de este
néctar en la vida de las comunidades
indígenas.
Es un conocimiento que sigue vivo:
Leydi aprendió todo lo que sabe de la
apicultura a los doce años, de su abuelo.
Él, a su vez, recibió el saber de sus padres.
“Lo que más recuerdo de lo que me
enseñó mi abuelo es que no hay que
dejar que las abejas se mueran, siempre
hay que defenderlas. Porque las abejas
no sólo sirven para hacer la miel, sino
para polinizar nuestros alimentos, lo que
consumimos. Eso las comunidades mayas
lo tenemos muy claro: es un servicio que
nuestras abejas nos están dando. Y gratis”.
Lo que se viene
Lo más seguro es que, como lo insinúa
en su comunicado, Monsanto impugne las
decisiones de los jueces de Campeche y
Yucatán. Y un tribunal superior bien puede
ordenar la reanudación de los cultivos
de soya. Quienes apoyan los cultivos
trangénicos insisten en que no hay pruebas
de que hayan contaminado la miel.

De vuelta
en México,
los amparos
plantean
enormes retos
logísticos. Los jueces ordenaron que se
consulte a las comunidades. El de Yucatán
incluso dio plazo: seis meses. El abogado
Jorge Fernández cree esto en inviable
en tan corto período: hay que traducir al
maya -y en un lenguaje comprensible- el
proyecto. Luego viene la consulta interna
no sólo entre los apicultores, sino entre sus
comunidades. Además, es algo que nunca
antes se ha hecho.
Leydi no tiene dudas en que, como sea,
hay que consultarlos: “nosotros tenemos
asambleas. Cada comunidad, cada ejido
hace su asamblea por usos y costumbres
y tomamos nuestras decisiones… Estamos
peliando esa parte: que nos pregunten.
Porque tenemos derecho a opinar.
Conocemos nuestro medio ambiente,
nuestra biodiversidad, porque la hemos
cuidado por miles de años”.
Leydi Pech tiene la esperanza de que
la Suprema Corte de Justicia de México
“atraiga” los casos y de un dictamen
defi nitivo.
Mientras tanto, lo que ha ocurrido
con Leydi y sus compañeros apicultores
es visto por sus simpatizantes como otra
victoria local en medio de una enorme
batalla global.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario