Por Yndiana Montes
Edición: Alejandra Aruj
Una de las atracciones turísticas más importantes de San Francisco de
Campeche es el Cristo Negro. Y no es necesario estar haciendo estrictamente
turismo religioso para disfrutar de las diferentes historias de cómo llegó hasta
esta ciudad el Cristo Negro, porque cada cual cuenta la historia a su manera.
Pero lo cierto es que a los ojos de quien lo mira, el Cristo Negro es de
verdad una obra de arte. Llama la atención que es muy esbelto, y que sus partes
están cubiertas por un fino material que llega hasta sus rodillas.
Será cierto que el barco que lo traía casi naufraga y EL en persona tomo el
timón y salvó a la tripulación? Y que el barco que no quiso llevarlo a Campeche,
aún siendo más grande, naufragó?
Viva la intriga.., empecemos por el principio:
El 4 de octubre de 1540, Francisco de Montejo, conocido como “El Mozo’’,
llegó al poblado maya e Can-Pech al mando de una expedición conquistadora de
la cual formaban parte un numeroso grupo de indios aztecas llamados Naborios.
Al ser fundada la villa de San Francisco de Campeche, los naboríos fueron
ubicados por orden de “El Mozo” al occidente de la villa. Allí se establecieron y
construyeron sus casas dedicándose la mayoría al cultivo de la tierra, y otros a
la pesca, y los menos a la carpintería.
El historiador Diego Lopez Cogolludo en sus escritos, Historia de Yucatan,
t. l, narra que el Cristo Negro, Señor de San Román llega a Campeche el día 14
de septiembre de 1565 en medio de extraordinarios acontecimientos, grandes
milagros, atribuídos al mismo Cristo desde el momento de su embarco en el
Puerto de Alvarado.
Se dice que una vez que don Juan Cano de Coca Gaitán hubo adquirido la
imponente imagen del Crucificado a buen precio, y vuelto de Alvarado al puerto
de Veracruz con su precioso encargo, su principal preocupación consistió en
fletar una embarcación que lo condujese hasta Campeche.
Con ese propósito se dió a la tarea de visitar las casas de contratación,
encontrándose con que la mayoría de las embarcaciones salían rumbo a España
y a puertos de las Antillas. A pesar de eso no se desanimó, se aventuró por los
muelles de la aldea jarocha indagando acerca de los próximos movimientos de
los barcos. Y de ese modo dió con dos veleros que al caer la tarde, del día 13
de septiembre, zarparían con rumbo a Campeche.
El primero era un barco cuyo capitán, un inglés protestante, al enterarse de
la calidad del cargamento, a última hora se negó a aceptar a Juan Cano come
pasajero en su navío, aún habiendo cupo para transportarlo con el Cristo.
El segundo barco estaba al mando de un amable capitán de origen catalán,
que al enterarse de que éste viajaba con una carga considerable, de la que
forma parte la imagen de Jesús, no sólo accedió sino que dijo reverente:
´Pardiez! Me poneís en un aprieto, porque en mi vieja barca ya no cabe ni un
alfiler. Mas no se dirá que un catalán falta a su palabra; y por cuanto no se trata
únicamente de llevaros a vos, sino también a Nuestro Señor Jesucristo, no seré
yo quien niegue albergue al hijo de Dios-. Y bajando de la nave parte de la carga que llevaba, el capitán personalmente designó un espacio para la mercancía de
Don Juan colocando en sitio preferente, y a buen recaudo, el fardo que contenía
el crucifijo del Cristo Negro.
Aquí es donde la cosa se pone buena: la embarcación del inglés que se
negó a transportar a Juan Cano salió del puerto al atardecer, y aquella que
transportaba al comerciante con el Cristo Negro, por los arreglos antes
mencionados, zarpó sólo hasta después del crepúsculo.
Cuentan que unas horas después de que el navío del catalán abandonó
Veracruz se desató una tormenta tan fuerte que el barco casi se fue a pique,
y que milagrosamente una mano tomo el timón y lo condujo al Puerto de San
Francisco de Campeche. Era un 14 de setiembre de 1565. Los marineros
estaban desmayados, y hasta el capitán y su reducido grupo de ayudantes
habían sucumbido al sueño…, para despertar sanos y salvos, y vitoreados por
una multitud!
Intrigado, el capitán catalán preguntó que cómo sabían que venían
navegando, y ellos respondieron que por las luces de la embarcación, lo que
sorprendió aún mas al capital catalán, siendo que las luces se habían roto con
la fuerza de las olas.
El barco del ingles no llegó nunca…, se hundió en la mar, con todo que era
más grande y mejor construído. El capitán catalán quedó aún más impresionado
cuando sacó de la bodega al Cristo Negro, a pesar de que la bodega estaba
seca, chorreaba agua y estaba completamente empapado.
El culto rendido y la fiesta tradicional en honor al Cristo Negro ha venido
rebasando fronteras hasta el grado de constituirse no solamente como el
patrono del barrio de San Román o de los pescadores, sino que es el patrono y
la imagen sagrada más importante venerada en toda la geografía estatal: incluso
ha relegado a segundo término a la Inmaculada Concepción de María, patrona
de la Diócesis y que se venera en la Catedral; y a un tercer nivel al patrono del
barrio de San Francisco, que le dió nombre a toda la villa de Campeche; pues
esta se denomina Ciudad y Puerto de San Francisco de Campeche.
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