Los hebreos se multiplican en Egipto/
Moisés salvado de las aguas.
Ya habían vivido los hijos de Jacob-
Israel en Egipto cuatrocientos años, y se
habían multiplicado mucho, de forma que
eran un pueblo muy grande, pero eran
esclavos de los egipcios. Entonces el
faraón tuvo miedo de tantos que eran y
mandó que todo varón recién nacido del
pueblo de Jacob-Israel, fuera muerto para
que ya no se multiplicaran. Una mujer del
pueblo de Dios, trató de que su hijo viviera
y lo puso en una canasta que puso en el
río Nilo para que lo encontrara la hija del
faraón que río abajo se estaba bañando. La
hija del faraón lo encontró y lo crió como
egipcio en la corte del faraón, y le puso por
nombre
Moisés, que significa, “sacado de
las aguas”. Ex 1
Moisés, ya adulto, un día vio que un
egipcio maltrataba a un descendiente de
Jacob y lo defendió y tuvo que salir huyendo
pues temió que el faraón lo quisiera castigar.
Ex 2
La Zarza Ardiendo
Moisés huyó al desierto, donde vivió
durante un tiempo. Un día que buscaba a
una oveja que se le había perdido, se le
apareció Dios en forma de un fuego que
ardía en una zarza, pero no la quemaba.
Dios le habló y le dijo que fuera a liberar a
su pueblo de manos de los egipcios, y que
luego volviera, Moisés junto con su pueblo,
a ese monte a servirlo. Le dijo que el faraón
no los iba a querer dejar salir, pero que Él
actuaría de manera extraordinaria para
forzar al faraón a dejarlos salir.
Moisés le preguntó a Dios que cuál era
su nombre, para así decírselo a su pueblo
y Dios le respondió. YO SOY EL QUE SOY,
y así me nombrarán siempre: YO SOY. Ex
3,13-15
Moisés dijo que no le iban a creer que
se le había aparecido Dios, y Dios le dijo:
tira tu bastón; y el bastón se convirtió en
una serpiente y Moisés le tenía miedo.
Entonces Dios le dijo: agárrala por la cola.
Y Moisés agarró la serpiente por la cola y se
convirtió de nuevo en un palo.
Luego Moisés le dijo a Dios que no
iba a poder hablar al faraón porque él era
tartamudo y el Señor le dijo: te va a ayudar
tu hermano Aarón, así cuando quieras
decir algo, tú se lo dices a tu hermano y
él lo dirá por ti. Así fueron Moisés y Aarón
ante el faraón y le dijeron que Dios quería
que dejara salir a su pueblo al desierto a orar, pero el faraón lo les creyó y ordenó
que les pusieran más trabajo para que no
estuvieran pensando en ir a orar al desierto.
Ex 3
Moisés ante Faraón
Volvió a mandar Dios a Moisés y Aarón
ante el faraón a decirle que dejara salir a
su pueblo de Egipto, pero el faraón no les
creyó, por lo que Aarón arrojó su bastón
al suelo y éste se convirtió en serpiente.
El faraón mandó llamar a sus magos y
ellos también arrojaron sus bastones, que
también se convirtieron en serpientes, pero
la serpiente de Aarón se comió a las de los
magos. Pero aun así, el faraón no aceptó
dejarlos salir de Egipto. Ex 7
Las Plagas
Entonces Dios le dijo a Moisés que
fuera temprano a Río Nilo, para que se
encontrara con el faraón y que le dijera que
si no dejaba ir a su pueblo, convertiría el
agua del río en sangre, y como el faraón no
le creyó, Moisés golpeó el río con su vara y
toda el agua se convirtió en sangre y ya no
servía para tomar. Pero el faraón no quiso
obedecer a Dios.
Entonces Dios mandó una plaga
de ranas que llenaron todas las casas
y caminos y estaban por todas partes.
Entonces el faraón le dijo a Moisés que le
pidiera a Dios que lo librara de las ranas y
dejaría ir a su pueblo. Moisés oró al Señor,
y Dios quitó las ranas; pero cuando ya no
había ranas, el faraón dijo que siempre no
los dejaba salir.
Entonces Dios mandó una plaga de
piojos que molestaron a toda la gente y los
animales de Egipto, pero el faraón siguió
necio en no dejar salir de Egipto al pueblo
de Dios.
Entonces Dios mandó una plaga
de moscas abundantes y latosas que
molestaban a todos los egipcios, pero en la
tierra de Gosén, donde habitaban los hijos
de Dios, ahí no había moscas. El faraón le
dijo a Moisés que si oraba para que Dios
quitase las moscas, él los dejaría ir. Moisés
oró, y las moscas se fueron, pero cuando
ya no había moscas, el faraón dijo que
siempre no los dejaba salir.
Entonces Dios mandó morir a todos
los ganados de los egipcios, sin embargo
no murió ninguno que perteneciera al
pueblo de Dios; pero el faraón, aunque vio
el milagro de Dios, aun así, no los dejó ir.
Luego mandó Dios una plaga de úlceras
en la piel de todos los egipcios, pero aun
así el faraón siguió necio.
Entonces mandó Dios una plaga de
granizo que destrozó todos los cultivos y
desgajó los árboles. Solamente en la tierra
de Gosén, la parte de Egipto donde habitaba
el pueblo de Dios, no cayó granizo. Pero el
faraón siguió endurecido.
Luego Dios mandó a Moisés a advertirle
al faraón que vendría una plaga de
langostas. El faraón dijo que estaba bien,
que sí podían salir, pero sólo los hombres,
sin mujeres y sin niños. Entonces, como no
dejaban salir a su pueblo completo, Dios
envió la plaga de langostas, que llenaron
todo el país y se comieron lo poco que
quedaba de vegetales y de árboles. Pero
el faraón continuó necio a no dejarlos salir.
Como el faraón continuaba obstinado a
no dejarlos salir, Dios envió una plaga de
tinieblas, que duró tres días, en las cuales
nadie se podía mover porque no veían
nada; pero en donde moraban los hebreos,
si había luz. Después del tercer día, cuando
ya hubo luz, mandó llamar el faraón a
Moisés y le dijo que podían salir todos los
humanos, pero debían dejar sus animales.
Moisés no aceptó. Le dijo que tenían que
salir todos y llevarse sus animales. El
faraón se molestó y le dijo que se largue de
su presencia, y que si regresaba otra vez a
pedirle que dejara salir al pueblo de Dios, lo
mataría. Moisés salió del palacio y Dios le
dijo que iba a hacer algo para que el faraón
los dejara salir y hasta les pidiera que se
fueran. Ex 7-10
La Pascua
Dios entonces le dijo a Moisés que
todos se prepararan para salir, y lo harían
de este modo: Se juntarían a cenar por
familias y para ello, sacrificarían un cordero
y se lo comerían asado, a prisa y listos para
salir. Con la sangre del cordero marcarían
la puerta de su casa.
Esa noche pasó un ángel que mató a
todos los primogénitos de Egipto, tanto
humanos como animales; pero donde veía
el ángel que la puerta estaba marcada con
la sangre del cordero, ahí no moría nadie.
Al morir el primogénito del faraón, este se
puso muy triste y mandó llamar a Moisés y
le ordenó que se fueran rápido: todos, con
todas sus cosas y sus animales.
Salida de Egipto
Salieron los hijos de Israel de Egipto y
caminaron por el desierto. Dios los guiaba
con una columna de nubes en el día y
una columna de fuego por la noche para
iluminarlos.
Ya cuando se fueron de Egipto los
israelitas, el faraón se arrepintió de dejarlos
salir, porque los necesitaba como esclavos
y decidió perseguirlo y hacerlos regresar.
Entonces preparó su ejército y salió tras
ellos. Los alcanzó a la orilla del mar. Los
hijos de Dios de asustaron al ver el ejército
de egipcios que venía por ellos. Moisés
les dijo: quédense tranquilos y confi ados
porque el Señor peleará por ustedes.
El Cruce del Mar
La nube del Señor se puso entre los
israelitas y los egipcios y no dejó que los
egipcios se les acercaran. Luego Moisés
golpeó con su bastón el mar y el mar se abrió
y dejó un camino seco por donde el pueblo
de Israel lo atravesó. Cuando terminaron de
pasar, la nube que mantenía quietos a los
egipcios se quitó y los egipcios entraron por
el camino seco del mar a perseguir a los
israelitas y cuando ya estaban todos dentro
del mar, el agua regresó a su lugar y ahogó
al ejército egipcio que los perseguía.
Los israelitas se fueron caminando por
el desierto y a los tres días les faltó agua.
Hallaron agua pero era agua mala, que no
se podía tomar de tan amarga. Dios le dijo
a Moisés que tomara un pedazo de cierto
árbol y que lo echara al agua, y con eso el
agua se volvió buena para tomar y todos
pudieron beberla sin problema.
El maná
Después les dio hambre porque se les
había acabado el pan y Dios les dijo que al
otro día aparecería un maná en el desierto,
que ellos lo recogieran y que eso sería su
alimento. El maná era como una semilla
pequeña que al comerla sabía a pan con
miel. Por la tarde llegó una gran cantidad
de codornices al campamento y la gente
las tomó y tuvieron carne sufi ciente para
comer. Por las mañana había pan y por la
tarde codornices; este fue el alimento del
pueblo de Israel durante los 40 años que
anduvieron por el desierto.
Agua que nace de una roca
Luego les volvió a hacer falta agua y
la gente le pidió agua a Moisés. El Señor
le dijo que los llevara a todos hasta una
gran roca y que la golpeara con su bastón;
Moisés así lo hizo y de la roca salió agua en
abundancia para todo el pueblo de Israel.
Primer batalla
Después un ejército de amalecitas los atacó. Salieron a batalla los hijos de Israel, y
mientras tanto, Moisés oraba
a Dios desde un lugar alto.
Cuando Moisés tenía las
manos levantadas en oración,
el pueblo de Israel ganaba la
batalla, pero cuando Moisés
se cansaba de tener sus
manos levantadas, su pueblo
empezaba a perder. ¿Qué
hicieron? Moisés se sentó y
Aarón y Jur le sostuvieron las
manos en alto hasta que se
metió el sol y de esa manera
ganaron la batalla.
En el Monte Sinaí
A los dos meses llegaron todos al Monte
Sinaí. Moisés subió al monte a adorar a
Dios. El Señor se presentó en forma de una
nube resplandeciente y le dijo a Moisés sus
reglas de cómo deberían vivir. Les dijo: si
me obedecen y cumplen mi pacto, ustedes
serán mi tesoro especial entre todas las
naciones de la tierra; Ustedes serán mi
reino de sacerdotes, mi nación santa”. Ellos
dijeron que sí, que le obedecerían.
Los Diez Mandamientos.
Luego el Señor le dio a Moisés los diez
mandamientos, que son:
1. Yo Soy tu Dios. No tendrás otros
dioses fuera de Mí.
2. No pronunciarás el nombre de Dios
en vano.
3. Santificarás las fiestas.
4. Honrarás a tu padre y a tu madre.
5. No matarás.
6. No cometerás actos impuros.
7. No robarás.
8. No dirás falsos testimonios ni
mentirás.
9. No consentirás pensamientos o
deseos impuros.
10. No codiciarás los bienes ajenos.
El Arca de la Alianza
Luego le dijo a Moisés que hiciera una
caja de madera y la recubriera de oro y que
ahí se guardarían las tablas de los diez
mandamientos y desde ahí, Él les hablaría:
esa caja sería sagrada, le llamarían: el Arca
de la Alianza. También le indicó que hiciera
una mesa para las ofrendas, de madera
recubierta de oro; un candelabro de oro
puro que tuviera seis brazos saliendo de
cada lado; una tienda de campaña grande,
(a la que nombrarían tabernáculo) con
cortinas fi nas y accesorios de oro, que
serviría como templo, donde estaría el arca
y los demás objetos sagrados; un altar de
madera cubierta con bronce y un atrio para
el tabernáculo, además de vestimentas
para los sacerdotes y las demás cosas
necesarias al culto.
El becerro de oro
Mientras Dios le daba estas
instrucciones a Moisés arriba del Monte
Sinaí, abajo el pueblo se cansó de esperar
y se hizo una estatua de un becerro de oro
y dijeron que era un dios, por lo que se
pusieron a cantarle y le bailaron alrededor.
Dios se molestó mucho por esto y le dijo
a Moisés que bajara rápido a corregir a su
gente. Moisés bajó y del coraje rompió las
tablas de piedra en que Dios había escrito
sus leyes; luego fue y destruyó el becerro
de oro y castigó a los que lo habían hecho.
Después Moisés fue a pedirle perdón
a Dios por los errores de su pueblo. Dios
les perdonó y les volvió a dar de nuevo sus
leyes. Cuando Moisés bajo del monte de
Dios, su rostro resplandecía porque había
hablado con Dios y la gente no se le quería
acercar por no ver su rostro resplandeciente;
él usaba un velo para tapar su cara y
que las personas no se asustaran con su
luminosidad y se le pudieran acercar.
Luego hicieron los trabajos del Arca de
la Alianza y todas las otras cosas que el
Señor había indicado, y cuando terminaron
de hacer el tabernáculo y el atrio, la nube
del Señor cubrió el tabernáculo y la Gloria
de Dios reposó sobre él.
Cuando la nube se alzaba del
tabernáculo, los hijos de Israel se movían
y caminaban varios días; pero si la nube
no se alzaba, no se movían hasta el día en
que ella se alzaba. Al mandato de Jehová
los hijos de Israel partían, y al mandato
de Yahvé acampaban; todos los días
que la nube estaba sobre el tabernáculo,
permanecían acampados.
F. Javier Contreras
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