Pardeando la tarde, los tonos azules, naranjas y
escarlatas del horizonte alteño dan paso a los tonos grises
de una benéfica y refrescante lluvia abundante en Jalos.
Un derechohabiente del IMSS acude a su clínica
para recoger una carta de traslado, solicitada por escrito
con la anticipación señalada por las propias autoridades
administrativas, habiendo presentado toda la documentación
necesaria y en los horarios acostumbrados; en fin, como
mandan los cánones.
Muy sonriente y saludador con todos quienes se
encontraban en la pequeña sala de espera, esperaba a
su vez el turno de que le atendiese el joven que en ese
momento (iba a decir atendía), trabajaba en el banquillo
recibiendo las diferentes solicitudes de servicios tendientes
a mejorar la salud de quienes tenemos la fortuna de contar
con esa institución de seguridad social.
Lejos estaba de imaginar el insignificante (al menos
para el empleado) derechohabiente que su buen humor
se desvanecería en un instante ante la negativa absurda
de quien debería entregarle el menciondo documento,
indispensable para que su pacientita recibiese la atención
médica en un hospital de Guadalajara.
El empleado, creo que se llama Josué Benjamín
Martínez, le negó la entrega del dichoso papelito, exigiendo
con palabras autoritarias, tonos prepotentes y aires de
superioridad la presentación del tarjetón, identificación oficial,
solicitud firmada por el médico correspondiente y copia de la
solicitud escrita de la importante carta (no se hace copia de
la solicitud).
Pacientemente y aún con la sonrisa, explica al de
la ventanilla que ya presentó todo eso a la institución y
que solamente viene a recoger la carta y no a solicitar su
elaboración, pidiendo que verifique en su sistema cibernético
(computadora, pues) la autenticidad de la solicitud y la
veracidad de la cita. El imberbe joven, impertérrito ofende la
inteligencia del solicitante diciendo que no es posible hacerlo,
pues el sistema no se lo permite (por las enfermedades
crónicas de su paciente, ha solicitado y recibido decenas de
cartas en los recientes meses).
Incrédulo, el derechohabiente acaba de notar a través
del cristal que separa su mundo del mundo de la farmacia y
servicios correspondientes, que su documento se encuentra
a unos 70 centímetros a la izquierda de su interlocutor,
sobre un escritorio y entre un grupo de cartas de la misma
naturaleza. Aún con calma, le hace el señalamiento de que
ahí están las cartas; que solamente estire su brazo, tome
los documentos y le entregue el que ya previamente solicitó.
La negativa fué permanente y autoritaria; no se dignó
siquiera volver la cara para ver al escritorio y exigiendo
toda esa documentación, aduciendo que como él no había
recibido la solicitud, no podía entregar nada pues él no vió la
documentación.
El derechohabiente le hizo saber que su actitud no
concordaba con la actitud mayoritaria de servicio del personal
de la institución. Le dijo: usted labora en una institución
excelente, pero su actitud trata de manchar el trabajo de
todos sus compañeros y no lo conseguirá.
A algo se ha de atener el joven, pues al decirle que se
iba a reportar su actitud ante la dirección, dijo con un aire de
autosuficiencia que lo reportara donde quisiera, si deseaba
hasta en la delegación, que al fin no pasaría nada.
El pobre derechohabiente hubo de retirarse entre
la penumbra de una pertinaz llovizna, sin su documento
y cargando sobre su espalda y corazón el peso de la
humillación de un joven a quien se le otorgó un pequeño
poder, que en determinadas circunstancias puede llegar a
ser asunto de vida o muerte ante la negativa de atención.
Por fortuna para los derechohabientes de Jalos,
acostumbrados al excelente espíritu de servicio del añorado
Cuco Alvarado quien por ahora cumple otras funciones en la
administración municipal, contamos con la no menos intensa
forma de servir de Fernando Padilla, que se ha ganado a
pulso el cariño y el afecto de quienes vemos en él no a un
empleado del IMSS, sino a un amigo pues es el trato que
nos da.
El joven que según su actitud busca la forma de no
servir, ha expresado a otros derechohabientes, que los de
Jalos estamos mal acostumbrados.
Y yo me pregunto: ¿ dar un buen servicio es una mala
costumbre?
Si esa es su opinión de verdad, algo anda mal.
¿Será quizá que los mandos ejecutivos o el propio
sindicato del IMSS solape, proteja y hasta encubra esta
clase de actitudes? En lo personal, no lo creo. Creo
respetuosamente que no utilizamos los canales adecuados
para expresar las inconformidades, quizá por ignorar los
medios o protocolos para ello, pero de que los hay los hay.
Confío que si manifestamos adecuadamente nuestras
necesidades e inconformidades por los medios apropiados,
éstas serán atendidas y estudiadas, sobre todo si son
numerosas y no nos quedamos callados.
Así como depositamos la confianza en el médico y
nos ponemos en sus manos, debe ser la confianza en los
mandos administrativos haciendo de su conocimiento tanto
las inconformidades y necesidades, como las atenciones
satisfactorias, que las hay... y muchas.
El trabajo de una persona no puede manchar los logros
y resultados de toda una institución de servicio.
Gonzalo “Chalo” de la Torre Hernández
chalo2008jalos@hotmail.com
Jalostotitlán, Jal. del 2014
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