Pancho Villa, casi analfabeta, gran
estratega, mujeriego y cumplidor.
Pancho Villa, delincuente y héroe
nacional. Pancho Villa –cuyas leyendas
siguen poblando libros, corridos,
chismes, rencores, sobremesas,
pasiones, efemérides y discursos
políticos– fue asesinado el 20 de julio de
1923, este sábado se conmemoran 90
años de su asesinato, (dispararon 150
balazos a su automóvil, 12 de ellos
hicieron blanco en su cuerpo),
recordémoslo con algunos datos
curiosos que quizá no conocías.
Origen incierto
En el norte se dice: “en Durango
habrá nacido, pero en Chihuahua se
hizo guerrillero”. Pancho Villa nació el
5 de junio de 1878 en La Coyotada,
una minúscula población de San Juan
del Río, Durango. Fue registrado como
Doroteo Arango Arámbula, ajá, igual
que La Chule de “El Sol”. Algunos
historiadores dicen que su apellido lo
convierte en descendiente de vascos.
Él mismo decía que no era Arango,
ni Villa sino Germán. (Nunca negó el
Arámbula, ¿vieron?). Tampoco se sabe
si era hijo de Agustín Arango o hijo
ilegitimo del hacendado Luis Fermán.
Francisco Villa se hizo llamar así para
que quienes lo perseguían no pudieran
ubicarlo y encarcelarlo.
Primer delito
Precoz desde chavito: a los 14 años,
al perder en un juego de cartas, fue a
la hacienda de la Ciénaga de Basoco,
robó y vendió unas mulas, y luego
las volvió a robar a los compradores
para devolverlas y evitar represalias.
Después de haber defendido “la
honra” de su hermana a manos de un
hacendado que intentó violarla (Villa
le disparó en la pierna), tuvo que huir,
se dedicó a robar, desde un burro
hasta armas, para sobrevivir. Por eso
cambió su nombre a Francisco Villa,
lo buscaban como Doroteo
Arango.
Corazón alegre
Pancho Villa tenía un
amplísimo corazón, siempre
dispuesto a conquistar y nunca
negarle su caricia y amor
a ninguna mujer. Algunas
investigaciones indican que se
casó al menos 27 veces, tanto
por la iglesia como por el civil,
tuvo unos 26 hijos. A todas sus
mujeres les puso casa y a todos
sus hijos los mantuvo, incluso
mandó a algunos a estudiar
a Estados Unidos. De lo que
no hay números es de las aventurillas
casuales del revolucionario.
Mejor que la SEP
En una entrevista al The New York
Times dijo: “no fui a la escuela ni un
día en toda mi vida”. Sin embargo, Villa
conocía la importancia de la educación
y su papel transformador: cuando
gobernador de Chihuahua creó 50
escuelas en un mes, trajo maestros, a
quienes convenció diciéndoles que era
la profesión que más admiraba.
Aficionado práctico
A Pancho Villa le gustaba torear.
Era un aficionado práctico: tomaba
el capote y se echaba al ruedo, fue
revolcado y azotado en la arena por
los toros; sin embargo, se levantaba y
se ponía frente a su cara para seguir
luchando. En Chihuahua lo hacía junto
a matador Luis León.
Vulnerable a las balas
Lo que no pudieron hacer los
militares lo hizo un civil: desarmar a
Villa. Al tejer una alianza entre Pancho
Villa y Lucio Blanco, el escritor Martín
Luis Guzmán le propuso regalarle su
pistola al general Blanco como una
muestra de confianza. Villa accedió y
le entregó el arma, por unos instantes
quedó desarmado y desprotegido;
nervioso, de inmediato pidió otra pistola
a su Estado Mayor.
Siempre en vigilia
Más de la mitad de su vida fue
perseguido y acosado, por lo que
cambiaba continuamente de ubicación.
Si dormía en una casa, debía tener
patio para salir huyendo; dormía en un
lugar y despertaba en otro; su caballo
siempre estaba ensillado; aparecía
donde nadie lo esperaba, siempre con
la pistola cargada.
Promotor de la Ley Seca
Decía que la cerveza sabía a
“miados”. Como gobernador en
Chihuahua estableció la ley seca para
el ejército y amenazó con fusilar a
quien encontrara bebiendo, persiguió a
fabricantes y destruyó “vinatas”. Decía
que el alcohol era el culpable de las
desgracias de las personas.
Compra su libertad
Por su habilidad y elocuencia,
Villa se fugó de la prisión de Santiago
Tlatelolco. Cuando estuvo detenido
conoció a un hombre que lo ayudó
ayudó limando los barrotes de la reja de
los acusados por donde escaparía. Él y
su liberador caminaron hasta el Zócalo
y tomaron un taxi rumbo a Tacubaya;
tras regatear, Villa convenció al chofer
de llevarlos a Toluca para trasladarse
después a Mazatlán.
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