Uncilio; ¿aceptas por esposa a Uncilia y prometes amarla,
cuidarla y respetarla, en las buenas y en las malas, hasta que la
muerte los separe?
-¿Es a mí? contesta el despistado novato que se va
introduciendo en el mundo matrimonial.
Uncilia le mira con ojos de: ¿Con este idiota me estoy
casando? se me hace que me arrepiento, pero pues ya qué; ya
le entré.
La vida matrimonial no es nada fácil y algunas personas
creen que las mujeres se sienten realizadas al momento de
casarse como si ése fuera su máximo objetivo. Cosa más errada,
caballero.
He escuchado que el matrimonio es tan pesado que se
necesitan dos personas para cargarlo; y a veces más de dos...
La verdad es que sin ser la máxima aspiración, el hombre
y la mujer se complementan en el matrimonio o en unión libre
(el arrejunte, pues) para brindarse mutua y amorosamente los
sentimientos necesarios en la búsqueda de la felicidad (qué
bonita me salió la frase).
Sin que parezca misoginia y dejando de lado el famoso
“machismo”, toda mujer debe saber algunos aspectos y actitudes
que no le agradan para nada al hombre de la casa. No se trata
de ver quién manda o quién lleva las riendas, pero es tradición
que la mujer procura que su marido esté contento y el marido,
que su esposa también lo esté.
Pero si el pobre de Uncilio al llegar a su casa encuentra
a su flamante cónyuge con la cara embadurnada de cremas,
pepinos en los ojos, papas en la comisura de los labios, aguacate
en el pelo y otras cositas “para mejorar el cutis”, seguramente
exclamará: ¡Ah chingao! creo que me casé con una ensalada.
Mujeres, hagan todo eso que gusten para verse y sentirse
bonitas, pero tómense su tiempo para que cuando regrese
su amorcito de trabajar, abriendo mucho los ojos, enarcando
las cejas y con una sonrisa de oreja a oreja les pregunte
cariñosamente ¿qué te hiciste que estás tan suavecita?
No crean que porque ya se casaron, ya lo atraparon; Una
forma de perderlo es llegar a la guandajez. Atrápenlo todos los
días.
Una vez que crece la familia con la llegada de los vástagos,
la casa se llena de alegría, gritos infantiles, pasitos, risitas,
solitos ( mira ya casi camina), llantos nocturnos y por supuesto,
pañales.
¡Ah los pañales!. la casa se llena de amor, pero si se llena
también de estos accesorios infantiles diseñados para contener
el producto de las funciones fisiológicas de esas maravillas que
son los niños, pero cuyo aroma no es precisamente perfume de
gardenias, la cosa no va bien. Si el inconfundible, penetrante
y desagradable ambiente huele a “eso”, hasta el marido más
complaciente y cariñoso se pondrá de mal humor.
Recuerdo un viejísimo y sabio refrán que dice que al marido
se le atrapa por el estómago. Sin insinuar siquiera que ustedes
sean la cocinera o la sirvienta, por naturaleza son ustedes
buenísimas para cocinar (el sabor de mamá). Aún si el marido
llega echando pestes porque en el trabajo le hicieron enojar, una
recepción con un buen beso y una humeante y casera comida
enriquecida con la sazón que solamente un par de manos de
esposa cariñosa puede aportar, acaba como por arte de magia
con el mal humor.
Nada de que: ¿ a dónde vamos a comer hoy, amorcito? ¿
al pollo feliz (muy feliz ha de estar el méndigo pollo ensartado, a
vuelta y vuelta y en medio del fuego) o a los tacos o al menudo
o al pozole? Si lo quiere enfadar, no le brinde su cariño a través
de la comida. Que pruebe solamente la sazón de los taqueros o
polleros o restauranteros.
Ya dijimos que el matrimonio no es una competencia para
ver quién manda, sino un complemento de amor. Señora recién
casada, no sea usted mandona, de verdad. Ya sabemos que las
mujeres mandan, pero háganlo de forma sutil. Nomás hay dos
clases de mandilones: los que somos y los que lo reconocemos.
Hay mujeres tan inteligentes que son las que mandan pero nos
hacen creer que mandamos nosotros.
Los trastes. Ese mal necesario. Si desea poner a prueba
la paciencia de su marido, no lave los trastes inmediatamente
después de ingerir sus sagrados alimentos. Déjelos que se
acumulen sin lavar en el fregador y sus alrededores, hasta
que parezcan condominios en fabela brasileña, coronados de
moscas e impregando a la cocina el olor de rancio y descuidado.
Si lleva a cabo esta sugerencia, garantizamos que su marido se
enojará aunque de momento no le diga nada.
Usar envases y utensilios desechables por costumbre
para no tener que lavar los trastes, golpea el presupuesto de su
marido, que de alguna manera es el suyo propio. Contamina el
ambiente y varía el sabor de la comida.
Señoras damitas: son ustedes lo más hermoso de la
creación; síganlo siendo porfa. No pongan excusas de que no me
alcanza el tiempo. Las mujeres están tan llenas de cualidades,
que tienen capacidad incluso de hacer varias cosas al mismo
tiempo. Quién sabe cómo le hacen, pero lo hacen.
Pues ya sabe señora: si quiere perder a su marido, vuélvase
fodonga, guandaja, mandona, huevona, corajuda, impaciente y
atenida. El resultado está garantizado.
Dios las cuide,¡ benditas mujeres!
Gonzalo “Chalo” de la Torre Hernández
chalo2008jalos@hotmail.com
Jalostotitlán, Jal. a 5 de septiembre de 2014
chalo2008jalos@hotmail.com
Jalostotitlán, Jal. a 5 de septiembre de 2014
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