domingo, marzo 08, 2015

Historia de la salvación

Basados en el libro de Samuel 1 de la Santa Biblia


Historia de Ana 
Samuel fue el último de los jueces o jefes de Israel, además de ser sacerdote y profeta. La historia de Samuel inicia con una pareja: 
Elcana y Ana. Ana era estéril y por ello no tenía hijos. (En aquel tiempo se consideraba que los hijos eran una gran bendición de Dios para una pareja, y no tenerlos se consideraba una gran vergüenza, por lo que, no poder tener hijos, implicaba la suposición de que fueras más pecador que los demás). Por eso Ana sufría mucho. Elcana y Ana iban cada año ante el santuario del Señor y Ana le pedía mucho a Dios que la librara de esa vergüenza. Un día le prometió al Señor que si le daba un hijo, se lo consagraría. Nueve meses después, Ana tuvo un hijo, al que le puso el nombre de Samuel, que significa: “Se lo pedí a Dios”. Ella alabó a Dios cantando agradecida porque le había quitado su vergüenza pública y cuando Samuel dejó de ser un bebé, Ana lo llevó al templo y se lo dejó al Señor, al cuidado del Sacerdote Helí. 1Sam 1 
En ese tiempo no se comunicaba Dios con frecuencia, y casi nadie tenía visiones. El Sacerdote de Israel era Helí, los hijos del sacerdote eran malos y su papá Helí no los corregía, como era su deber hacerlo; y los dejaba hacer lo que quisieran, aunque eso fuera malo a los ojos de Dios. 
Dios llama a Samuel 
Cuando Samuel era un joven, Dios lo llamó una noche que ya estaba acostado para dormir: “Samuel, Samuel”. Él se levantó y fue con el sacerdote Helí y le dijo: 
Aquí estoy, pues me has llamado; 
pero Helí le dijo: 
No, yo no te llamé, vuélvete a dormir. 
Samuel se acostó y volvió a oír: “Samuel, Samuel”. Él se volvió a levantar y fue con el sacerdote Helí y le dijo: 
Aquí estoy, pues me has llamado; 
pero Helí le dijo: 
No, yo no te llamé, vuélvete a dormir. 
Samuel se volvió a acostar y volvió a oír por tercera vez la voz que le decía: “Samuel, Samuel”. Él se volvió a levantar y fue con el sacerdote Helí y le dijo: 
Aquí estoy, pues me has llamado; 
Helí comprendió que era Yavé quien le estaba hablando a Samuel, por lo que le dijo que él no le había hablado y que se volviera a acostar y que si volvía a escuchar que le hablaban, respondiera: 
Habla Señor, que tu siervo, escucha. 
Samuel volvió a acostarse y el Señor le dijo: “Samuel, Samuel” 
Samuel respondió: 
Habla Señor, que tu siervo, escucha. 
El Señor le dijo: 
-Haré Yo una cosa en Israel, que a quien la oyere, le zumbarán los oídos. Aquel día Yo cumpliré contra Helí todas las cosas que he dicho sobre su casa, desde el principio hasta el fin. 13 Y le mostraré que Yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha corregido. 14 Por tanto, Yo he jurado a la casa de Helí que la iniquidad de la casa de Helí no será expiada jamás, ni con sacrificios ni con ofrendas. 1Sam 3:11-14
Al otro día, Samuel no se animaba a decirle a Helí lo que había dicho el Señor, pero Helí le preguntó. 
Al ver que no se animaba Samuel a hablar, Helí le exigió con amenaza de maldiciones si no le decía lo que dijo el Señor; entonces Samuel le dijo que el Señor estaba muy enojado con él como sacerdote por haber permitido que sus hijos se portaran mal y no haberlos corregido a tiempo y que los iba a castigar muy duramente: al sacerdote y a sus hijos. El Sacerdote Helí, sólo dijo: 
Él es Yavé, que haga lo que mejor le parezca. 
La profecía se cumplió; al poco tiempo murieron los hijos de Helí en la guerra y luego Helí murió también. Samuel crecía y Dios estaba con él, y sus palabras nunca dejaron de cumplirse y todos supieron que había un profeta en Israel. 
Dios libera a Israel por medio de Samuel 
Tiempo después, los filisteos atacaron al pueblo de Israel. Los israelitas estaban listos para entrar en batalla y defenderse de los filisteos, pero entonces, mientras Samuel oraba y ofrecía el sacrificio a Dios, Yavé lanzó rayos y truenos con gran fuerza contra los filisteos, con lo que los hizo correr, y entonces los israelitas los pudieron derrotar fácilmente. 1Sam 3-7 
El pueblo de Israel, le pide a Samuel un rey 
Cuando Samuel envejeció, los israelitas le pidieron que les diera un rey, para ser como todas las demás naciones, que tenían un rey que los conducía a las batallas. Samuel les dijo que eso era feo, porque estaban desconfiando de la protección de Dios, que nunca los había abandonado y poniendo su confianza en un hombre, y después, cómo volverían a pedirle ayuda a Dios en un apuro, si lo habían rechazado; pero ellos insistieron en su idea de tener un rey. Samuel lo consultó a Yavé y Dios le dijo: 
“Concédeselos, porque no es a ti a quien rechazan, sino a Mí”. 
Historia del primer rey de Israel: Saúl. 
Saúl era joven y hermoso. Entre los hijos de Israel no había otro más hermoso que él; era más alto que todos por una cabeza. Sucedió que se perdieron las burras de Quis, el padre de Saúl, y éste mandó a su hijo Saúl a buscar las burras. Las buscaron por muchas pueblos pero no las encontraban, y a los tres días de búsqueda, llegaron al pueblo donde vivía Samuel. Ya pensando en regresarse a su casa, creyeron bueno ir con Samuel y preguntarle si les podía orientar para encontrar sus burras, por lo que fueron a su casa. 
A Samuel, un día antes, le había dicho el Señor: 
“Mañana a esta misma hora Yo enviaré a ti un varón de la tierra de Benjamín, al cual ungirás por rey sobre mi pueblo Israel” 
Luego que Samuel vio a Saúl, Jehová le dijo: 
“Éste es el varón del cual te hablé; éste gobernará a mi pueblo”. 
Samuel al ver a Saúl, le dijo: Quédate conmigo porque tengo algo que decirte, y de las asnas que se te perdieron hace ya tres días, pierde cuidado de ellas, porque ya las han hallado. 
Saúl se quedó con Samuel ese día y al otro día, cuando ya se iba a ir Saúl, Samuel tomó aceite, lo derramó sobre la cabeza de Saúl, lo abrazó y le dijo: 
Yavé te ha consagrado como jefe de su pueblo Israel. 
Y le dijo que le daba tres señales para que Saúl supiera que efectivamente era Dios quien lo había consagrado: 
1° Camino de tu pueblo, cuando pases junto a la tumba de Raquel, te encontrarás a dos hombres que te dirán que ya hallaron las burras, que te despreocupes de ellas. 
2° Cuando llegues a la encina de Tabor, encontrarás a tres hombres que van al santuario de Dios en Betel: uno, llevará tres cabritos; otro, tres panes redondos y el último un cuero de vino; te van a saludar y te ofrecerán dos panes. 
3° Al llegar al pueblo de Guibea de Dios, en cuanto entres al pueblo, te cruzarás con un grupo de profetas que bajan del santuario, entonces, te tomará el Espíritu de Yavé y serás transformado en otro hombre; cuando se cumplan esta señales, tú harás lo que mejor te parezca, porque Dios está contigo. Ahí me esperas siete días, me reuniré contigo y te diré lo que tienes que hacer. 
Todas las señales se cumplieron en Saúl el mismo día y al cruzarse con el grupo de profetas, el espíritu del Señor se apoderó de él y se puso a profetizar en medio de ellos. De ahí en adelante, Saúl fue el rey de Israel, y encabezaba a su pueblo cuando iban a la batalla. 1Sam 9-10 
Saúl desobedece a Dios 
Hubo una batalla y Dios les ayudó a ganar a los Israelitas, y les indicó que el botín de guerra se lo consagraran a Él, pero los soldados se quisieron llevar para ellos el ganado más bueno y Saúl no se animó a impedírselos. Entonces Dios se molestó con él porque no había hecho respetar la voluntad de Dios ante sus soldados. Entonces fue Samuel y le dijo de parte de Dios que su gracia se apartaba de él y que Dios se buscaría un nuevo rey para Israel. 1Sam 15 
Samuel unge a David como rey de Israel 
Dios le dijo a Samuel que fuera a Belem, a la casa de Jesé y que ungiera a uno de sus hijos como rey, y que ahí le diría a cual. Fue Samuel y estuvo viendo a los hijos de Jesé de uno en uno, pero Yavé le dijo que no era ninguno de ellos. Samuel le preguntó a Jesé si no tenía más hijos, y éste le dijo que le quedaba el más chico que estaba cuidando las ovejas. Lo hicieron venir, y al llegar David, Dios le dijo a Samuel, que lo ungiera como rey de Israel. Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos; y desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David. Luego de hacerlo, Samuel se regresó a su casa y David se fue de nuevo a cuidar a sus borregas. 1Sam 16 
David y Goliat 
Otra vez vinieron los filisteos a molestar a los israelitas, y se formaron los dos ejércitos para entrar en batalla. Entonces salió de las filas de los filisteos, un guerrero que medía más de dos metros de altura, fuerte, musculoso, con armadura de bronce y retó al ejército de los israelitas a un combate singular: su nombre era Goliat. Les gritó que si había un hombre que se atreviera a enfrentarse con él, pelearían a muerte y si ganaba el filisteo, todos los Israelitas serían sus esclavos; pero si ganaba el de Israel, todos los filisteos les obedecerían a ellos. 
Pero cuando avanzó Goliat a retar a los israelitas, todos retrocedieron espantados, pues sabían que no tenían ninguna posibilidad de ganarle en un combate hombre a hombre. Y así sucedió durante cuarenta días: todas las mañanas, salía Goliat y retaba a pelear a los israelitas y ellos retrocedían espantados. David era sólo un muchacho, era aún muy chico para ir a la guerra, por ello se quedaba cuidando los borregos, mientras sus hermanos mayores iban a la guerra. Un día Jesé, el papá de David, mandó a David a que les llevara de algo de comer a sus hermanos mayores y que le trajera informes de cómo estaban de salud. 
David fue y cuando les dejaba la comida, oyó el reto que hacía Goliat a los Israelitas y vio el miedo en su pueblo ante aquel hombre que parecía un gigante. David se indignó, de que no le hicieran frente, puesto que sabían que Dios estaba con ellos y los ayudaría a pelear; y así se los dijo a los soldados. Ellos le dijeron al rey Saúl, lo que decía David y Saúl lo hizo venir a él. David le repitió al rey lo que él pensaba y le dijo que si le permitía pelear, él solo iría y lucharía con aquel gigante. El rey Saúl se lo agradeció, pero le hizo ver que él era sólo un muchacho y que en cambio Goliat era un hombre maduro, adiestrado en el arte de la guerra desde su juventud y además muy grande y fuerte. 
David le dijo que cuidando a sus borregos, había tenido que luchar contra leones y osos que se querían comer a sus borregos y que con la ayuda de Dios, él los había vencido; y que si había podido contra animales salvajes, también podría contra Goliat, pues Dios estaba de su lado. 
El Rey Saúl aceptó y le puso su armadura, pero la armadura le quedaba grande a David y además le impedía moverse. Entonces David se la quitó y salió a pelar armado con su palo de pastor y su honda. De paso por el arroyo, recogió algunas piedras que puso en su morral. Y así se enfrentó a Goliat. 
Cuando Goliat lo vio venir se ofendió de que en vez de un guerrero, viniera a enfrentarlo un muchacho con un palo en la mano y una honda, y le gritó que si creía que venía a correr a un perro y sacó su espada para matar a David, pero David tomó una piedra en su honda y se la arrojó al gigante, al que le pegó en la frente. La piedra golpeó muy fuerte, se incrustó en la frente de Goliat y éste cayó desmayado a los pies de David. David corrió y tomó la espada de Goliat y con ella le cortó la cabeza y la levantó como trofeo para que la vieran los ejércitos. Cuando vieron los filisteos a su campeón muerto, se llenaron de miedo y empezaron a correr para huir del campo de batalla, mientras que los israelitas los perseguían espada en mano. Ese día fue una gran victoria para las tropas del Señor. 1Sam 17 
Saúl se molesta con David 
Cuando regresaban de la guerra, salía gente a aclamar a los vencedores y las mujeres cantaban al son de arpas y panderos una canción que decía: “Saúl mató a mil, y David mató a diez mil”. 
Al rey Saúl le molestó la gran fama de David y desde aquel día no lo miró con buenos ojos. Y más se molestaba porque veía que Dios estaba con David y que todo le salía bien. Entonces lo hizo jefe de mil soldados y lo enviaba lejos a la guerra para no tenerlo cerca en su casa, pero también los soldados y la gente lo querían porque en la guerra iba al frente de ellos y los acompañaba en todo. Pero Saúl se molestaba cada vez más con David hasta que un día le aventó una lanza tratando de matarlo. Entonces David se alejó de la casa del rey y se fue al desierto. 
Saúl lo fue a perseguir al desierto con sus soldados, pero no lo encontraba. Un día, Saúl se metió a una cueva él solo porque quería hacer sus necesidades y en esa cueva estaba escondido David. Saúl no se dio cuenta de nada, pero David estuvo tan cerca de él, que le cortó un pedazo a su manto. Cuando Saúl salió de la cueva y se alejó, David salió también y de lejos le gritó diciéndole que se diera cuenta de que no había ninguna razón para que lo persiguiera, pues él, David, no le había hecho nunca nada malo y acababa de tener la oportunidad de matarlo y no lo había hecho; y entonces le mostró el pedazo de manto que le había cortado. Saúl vio su manto cortado y se dio cuenta que David decía la verdad. Entró en razón y lo bendijo por no haberlo matado y le dijo: Más justo eres tú que yo, que me has pagado con bien, habiéndote yo buscado para hacerte mal; ahora entiendo que tú has de reinar, y que el reino de Israel ha de ser en tu mano firme y estable. 1Sam 24􀀀 
FE DE ERRATA: En la edición anterior se cometió el error de llamar al artículo “Historia de la salvación” basados en el libro de Josué de la Santa Biblia, ya que el el título debería de haberse escrito de esta manera “ Historia de la salvación “ basado en el libro de Jueces de la Santa Biblia.

Por Javier Contreras

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