Si a este mundo vino y no ha tomado vino; ¿entonces a que
ch…. vino?
Esta frase la he escuchado mucho últimamente, pues la
disposición de las personas a ingerir bebidas “espirituosas”,
parece que va in crescendo pues ya nadie se espanta de la gente
que toma alguna bebida de esa clase. En mis tiempos era un
escandalazo ver alguna mujer bebiendo pues ya la tachaban casi
como mujer de la calle.

Su cuerpo fue incinerado y traía tanto alcohol, que duró tres
días ardiendo y aprovecharon la flama, para incinerar otros tres
cadáveres.
Se ha escrito mucho acerca del vino y sus efectos,
generalmente nada gratificantes, pues al escuchar vino,
pensamos en borrachos. Interpretación errónea con mucha
frecuencia, pues no toda persona que ingiera bebidas alcohólicas,
es necesariamente un borracho o alcohólico.
Como todo en este mundo, los excesos son los que causan
daño. Pues todo con medida es bueno, incluso los venenos;
recordemos que las medicinas, en exceso, son muy dañinas para
la salud, por eso los médicos recetan dosis muy pequeñas.
Cuenta la Biblia y la tradición que el vino fue descubierto
por el patriarca Noé y que su familia se avergonzó de él al verle
borracho. Pero no fue el vino sino el exceso.
En realidad el vino es cosa benéfica y placentera.
Recordemos que en las culturas europeas está muy arraigada la
costumbre de acompañar los manjares, con un buen vino; Puede
ser un vino blanco del Rhin o un excelente tinto de La Rioja; o
un vino de la región mexicana de Calafia. El caso es que está
comprobado que el licor en las comidas, además de excelente
complemento, es muy favorable para una buena digestión y por
ende, para la salud.
Por experiencia personal, puedo recomendar la ingestión
de una buena cerveza bien fría, antes de la comida del mediodía.
Este su servidor padecía con frecuencia de esa incomodidad, no
me atrevo a llamarla enfermedad, llamada estreñimiento que
además de molesta producía dolores de cabeza muy intensos.
Un doctor en medicina, al ver que ningún medicamento surtía
en mí el efecto deseado, optó por recomendarme esa costumbre
de ingerir una cerveza antes de esa comida del mediodía. Doy
fé que además de hacer que el alimento me fuese más sabroso, eliminó por completo
de mi humanidad, las
dificultades crónicas
para evacuar el vientre y
desde entonces mi vida
ha sido más placentera.
Algunas personas
suelen satanizar el
vino, pues vemos con
frecuencia a personas
que no han podido
dominar el consumo
razonado y han llegado
a contraer la enfermedad
del alcoholismo y créame,
no son motivo de burla, sino de comprensión y sería bueno que
fuésemos más las personas dispuestas a brindar verdadera ayuda
para la rehabilitación de las mismas. Sé que es fácil decirlo y muy
difícil de realizar. Pero por algo podemos comenzar, por ejemplo,
eliminando las burlas.
Cuando alguien que anda crudo le solicita para una cura,
ayúdele con un poco de dinero. Las crudas son espantosas; si es
su amigo, en ese momento necesita una curita no un sermón, ya
después le aconsejará acerca de los vicios y sus consecuencias.
Si andar borracho se siente feo, andar crudo es mucho peor.
Tan no es malo el vino que los sacerdotes se avientan sus
traguitos todos los días en la misa.
Es curioso como la ingestión en exceso de estas bebidas,
puede provocar muy diversas reacciones en las personas,
de acuerdo al momento o situación en que se encuentren o la
personalidad que posean. A algunos nos puede dar por cantar
aunque seamos más desafinados que un gallo con anginas; a
otros se nos desata la lengua y no nos callan ni con pinole y no
faltan los que parece que se les entumió la lengua y no dicen
nada, solo señas ininteligibles. Claro que hay quien se siente
muy valiente y echa bravata con facilidad, aunque también con
facilidad puede ser que lo calmen a punta de trancazos.
En una ocasión encontré un amigo un lunes, y tenía signos
evidentes de golpes serios en la cara. Al interrogarle acerca de
qué le sucedió, me respondió: pues ayer ya borracho, me excedí
del hocico y me lo rompieron. Palabras textuales. El cuando
menos supo lo que le pasó, pero otros no recuerdan nada de la
noche anterior y eso convierte en los más peligrosos borrachos, a
los que piden prestado. Al otro día no se acuerdan que te deben y
ya marchaste por la derecha.
No es la intención de esta ocurrencia, incentivar el consumo
de bebidas alcohólicas o por el contrario atacar su cualidades. Es
recordar que contribuye al bienestar si se toma con moderación
pues favorece las relaciones interpersonales. Pero conviene tener
presente el ya famoso slogan: NADA CON EXCESO, TODO CON
MEDIDA.
Gracias por tu atención amigo lector.
Gonzalo “Chalo” de la Torre
Jalostotitlán, Jal.
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