domingo, abril 12, 2015

¿Vino por el vino o a eso no vino?

Si a este mundo vino y no ha tomado vino; ¿entonces a que ch…. vino? 
Esta frase la he escuchado mucho últimamente, pues la disposición de las personas a ingerir bebidas “espirituosas”, parece que va in crescendo pues ya nadie se espanta de la gente que toma alguna bebida de esa clase. En mis tiempos era un escandalazo ver alguna mujer bebiendo pues ya la tachaban casi como mujer de la calle. 
En lo personal, pienso que las mujeres tienen exactamente los mismos derechos que los hombres, pero a veces la sociedad no juzga parejo. Probablemente la frase inicial de esta ocurrencia, la pudo haber escrito un militar que formaba parte de las fi las de los ejércitos de Baco, el dios del vino en la mitología romana. El nombre de este ilustre representante de los libadores, era Albino Jerez y Bobadilla, que vivía en el 103 de la calle Agave en la ciudad de Tequila de la colonia Los Magueyes. El rango que desempeñaba en tan loable institución era: Tomandante del primer botellón de inflantería. Hace poco, murió y pasó a formar parte de los ejércitos celestiales al complicarse su salud tras sufrir un inflarto bacardíaco con ataques tequiléticos. Descanse en Paz. 
Su cuerpo fue incinerado y traía tanto alcohol, que duró tres días ardiendo y aprovecharon la flama, para incinerar otros tres cadáveres. 
Se ha escrito mucho acerca del vino y sus efectos, generalmente nada gratificantes, pues al escuchar vino, pensamos en borrachos. Interpretación errónea con mucha frecuencia, pues no toda persona que ingiera bebidas alcohólicas, es necesariamente un borracho o alcohólico. 
Como todo en este mundo, los excesos son los que causan daño. Pues todo con medida es bueno, incluso los venenos; recordemos que las medicinas, en exceso, son muy dañinas para la salud, por eso los médicos recetan dosis muy pequeñas. 
Cuenta la Biblia y la tradición que el vino fue descubierto por el patriarca Noé y que su familia se avergonzó de él al verle borracho. Pero no fue el vino sino el exceso. 
En realidad el vino es cosa benéfica y placentera. Recordemos que en las culturas europeas está muy arraigada la costumbre de acompañar los manjares, con un buen vino; Puede ser un vino blanco del Rhin o un excelente tinto de La Rioja; o un vino de la región mexicana de Calafia. El caso es que está comprobado que el licor en las comidas, además de excelente complemento, es muy favorable para una buena digestión y por ende, para la salud. 
Por experiencia personal, puedo recomendar la ingestión de una buena cerveza bien fría, antes de la comida del mediodía. Este su servidor padecía con frecuencia de esa incomodidad, no me atrevo a llamarla enfermedad, llamada estreñimiento que además de molesta producía dolores de cabeza muy intensos. 
Un doctor en medicina, al ver que ningún medicamento surtía en mí el efecto deseado, optó por recomendarme esa costumbre de ingerir una cerveza antes de esa comida del mediodía. Doy fé que además de hacer que el alimento me fuese más sabroso, eliminó por completo de mi humanidad, las dificultades crónicas para evacuar el vientre y desde entonces mi vida ha sido más placentera. 
Algunas personas suelen satanizar el vino, pues vemos con frecuencia a personas que no han podido dominar el consumo razonado y han llegado a contraer la enfermedad del alcoholismo y créame, no son motivo de burla, sino de comprensión y sería bueno que fuésemos más las personas dispuestas a brindar verdadera ayuda para la rehabilitación de las mismas. Sé que es fácil decirlo y muy difícil de realizar. Pero por algo podemos comenzar, por ejemplo, eliminando las burlas. 
Cuando alguien que anda crudo le solicita para una cura, ayúdele con un poco de dinero. Las crudas son espantosas; si es su amigo, en ese momento necesita una curita no un sermón, ya después le aconsejará acerca de los vicios y sus consecuencias. Si andar borracho se siente feo, andar crudo es mucho peor. 
Tan no es malo el vino que los sacerdotes se avientan sus traguitos todos los días en la misa. 
Es curioso como la ingestión en exceso de estas bebidas, puede provocar muy diversas reacciones en las personas, de acuerdo al momento o situación en que se encuentren o la personalidad que posean. A algunos nos puede dar por cantar aunque seamos más desafinados que un gallo con anginas; a otros se nos desata la lengua y no nos callan ni con pinole y no faltan los que parece que se les entumió la lengua y no dicen nada, solo señas ininteligibles. Claro que hay quien se siente muy valiente y echa bravata con facilidad, aunque también con facilidad puede ser que lo calmen a punta de trancazos. 
En una ocasión encontré un amigo un lunes, y tenía signos evidentes de golpes serios en la cara. Al interrogarle acerca de qué le sucedió, me respondió: pues ayer ya borracho, me excedí del hocico y me lo rompieron. Palabras textuales. El cuando menos supo lo que le pasó, pero otros no recuerdan nada de la noche anterior y eso convierte en los más peligrosos borrachos, a los que piden prestado. Al otro día no se acuerdan que te deben y ya marchaste por la derecha. 
No es la intención de esta ocurrencia, incentivar el consumo de bebidas alcohólicas o por el contrario atacar su cualidades. Es recordar que contribuye al bienestar si se toma con moderación pues favorece las relaciones interpersonales. Pero conviene tener presente el ya famoso slogan: NADA CON EXCESO, TODO CON MEDIDA. 

Gracias por tu atención amigo lector. 
Gonzalo “Chalo” de la Torre 
Jalostotitlán, Jal.

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