domingo, mayo 10, 2015

Mis queridos hermanos

Por José Alvarado Montes

Hace muchos años conocí al Dr. En HISTORIA José Ma. Muria presidente del Colegio de Jalisco y le pedí que me aconsejara como escribir, la respuesta que me dio fue, escriba lo bueno, de lo que sabe, lo que le enchine la piel, y hasta lo que te haga sentir un nudo en la garganta y se te llenen los ojos de lágrimas, que razón tenía y este escrito es uno de ellos. 
Creo que el tiempo es más valioso que el dinero, con este se puede conseguir más dinero pero con ninguna cantidad de dinero se puede comprar más tiempo de vida. Pero ¿qué es el tiempo. Se llama tiempo a cada una de las divisiones que son varias conjugaciones correspondientes, a la época relativa a la que se ejecuta la acción del verbo, las distintas maneras de expresar la significación del verbo puede referirse al tiempo en que se habla, a un tiempo pasado o a otro futuro, mas todo este concepto y muy amplio de explicarlo y esa no es mi intención. 
Como humanos el tiempo lo atamos a nuestras vidas, se a supuesto que el destino es un conjunto de fuerzas, divinas o desconocidas dirijan la vida del hombre, en la antigüedad los hombres creían que el destino era obra de los dioses pero para otros creían que para todo humano su vida estaba escrita en un libro celestial, más el cristianismo niega la existencia del destino, el hombre es libre y de él depende el sentido y el valor de su vida terrenal y por lo tanto su vida eterna, pero hay quien no tiene religión solo cuenta el aquí y el ahora . 
Es innegable que los avances científicos nos han traído grandes beneficios pero no han logrado nuestra felicidad y nos encontramos sujetos al tiempo, que es algo que no vemos, que no podemos tocar, que no tiene olor, sin embargo rigen nuestra vida cotidiana, tenemos tiempo para trabajar, descansar, en fin para todo y popularmente expresamos que hay tiempo de vacas flacas, hay tiempo para tirar cohetes y tiempo para recoger las varas, tiempos de aguas, tiempos de secas, tiempo de calor y tiempo de frío, regido por las 4 estaciones del año, para los humanos hay tiempo de que somos niños, tiempo de adolescencia, tiempo de adultos y de vejez, aunque no todos sobreviven a estas etapas y las vivimos en tiempos de vivir y en tiempos de morir, todo termina con la muerte más hay que respetar la memoria de los que ya se fueron. Los momentos finales del proceso de vivir implica la interrupción de la actividad de nuestro corazón y de los pulmones, antes de que nuestro cerebro deje de funcionar ya que unos segundos más tarde al dejar de recibir sangre y oxígeno, entonces la muerte no es un momento especifico, es un proceso que comienza cuando el corazón deja de latir, los pulmones de trabajar y el cerebro de funcionar, para nosotros los católicos llega el tiempo en que Dios nos concede la vida igual que el tiempo en que termina, después del gran dolor que se siente en la pérdida de un ser querido, de llorarlo, sepultarlo como se acostumbra en nuestra religión, quedan los recuerdos y el sufrimiento que duele. 
Está confirmado que el sufrimiento emocional provocado por la ruptura de una relación o la muerte de un ser querido, duele físicamente y puede transformarse en un dolor crónico. Se tiene la certeza de que el dolor físico y emocional se procesan en la misma parte del cerebro, la investigadora Noemí Eisenberger afirma que el dolor físico y el dolor emocional están relacionados en esta forma porque las relaciones sociales son cruciales para nuestra supervivencia, como especie y sospecha que las personas que no logran adaptarse al dolor emocional son los que experimentan los mayores niveles del dolor físico, cuando se transita por el cementerio leyendo los epitafios y las fotos que algunos tienen de ciertas tumbas se siente que emana la tranquilidad y en otras se siente la soledad que las cubre. Se cabila que debajo de esas tumbas se hallan los restos de los que en vida tuvieron sueños, ilusiones, alegrías, risas, pasiones, aciertos y errores pues fueron humanos, es cuando el corazón se encoje y el cerebro se llena de recuerdos y se comprende lo que realmente somos en esta vida, por larga o corta que haya sido su existencia. Fue grande el dolor que sentimos porque ya fueron llamados mis queridos hermanos FRANCISCO Y JOSE RAUL.

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