Por José Alvarado Montes
Hace muchos años conocí al
Dr. En HISTORIA José Ma. Muria
presidente del Colegio de Jalisco
y le pedí que me aconsejara como
escribir, la respuesta que me dio
fue, escriba lo bueno, de lo que
sabe, lo que le enchine la piel, y
hasta lo que te haga sentir un nudo
en la garganta y se te llenen los
ojos de lágrimas, que razón tenía y
este escrito es uno de ellos.
Creo que el tiempo es más
valioso que el dinero, con este se
puede conseguir más dinero pero
con ninguna cantidad de dinero se
puede comprar más tiempo de vida.
Pero ¿qué es el tiempo. Se llama
tiempo a cada una de las divisiones
que son varias conjugaciones correspondientes, a la época
relativa a la que se ejecuta la acción del verbo, las distintas
maneras de expresar la significación del verbo puede
referirse al tiempo en que se habla, a un tiempo pasado
o a otro futuro, mas todo este concepto y muy amplio de
explicarlo y esa no es mi intención.
Como humanos el tiempo lo atamos a nuestras vidas, se
a supuesto que el destino es un conjunto de fuerzas, divinas
o desconocidas dirijan la vida del hombre, en la antigüedad
los hombres creían que el destino era obra de los dioses
pero para otros creían que para todo humano su vida estaba
escrita en un libro celestial, más el cristianismo niega la
existencia del destino, el hombre es libre y de él depende
el sentido y el valor de su vida terrenal y por lo tanto su vida
eterna, pero hay quien no tiene religión solo cuenta el aquí
y el ahora .
Es innegable que los avances científicos nos han traído
grandes beneficios pero no han logrado nuestra felicidad
y nos encontramos sujetos al tiempo, que es algo que no
vemos, que no podemos tocar, que no tiene olor, sin embargo
rigen nuestra vida cotidiana, tenemos tiempo para trabajar,
descansar, en fin para todo y popularmente expresamos que
hay tiempo de vacas flacas, hay tiempo para tirar cohetes y
tiempo para recoger las varas, tiempos de aguas, tiempos
de secas, tiempo de calor y tiempo de frío, regido por las 4
estaciones del año, para los humanos hay tiempo de que
somos niños, tiempo de adolescencia, tiempo de adultos y
de vejez, aunque no todos sobreviven a estas etapas y las vivimos en tiempos de vivir
y en tiempos de morir, todo
termina con la muerte más
hay que respetar la memoria
de los que ya se fueron.
Los momentos finales del
proceso de vivir implica la
interrupción de la actividad
de nuestro corazón y de
los pulmones, antes de
que nuestro cerebro deje
de funcionar ya que unos
segundos más tarde al dejar
de recibir sangre y oxígeno,
entonces la muerte no es un
momento especifico, es un
proceso que comienza cuando
el corazón deja de latir, los
pulmones de trabajar y el cerebro de funcionar, para nosotros
los católicos llega el tiempo en que Dios nos concede la vida
igual que el tiempo en que termina, después del gran dolor
que se siente en la pérdida de un ser querido, de llorarlo,
sepultarlo como se acostumbra en nuestra religión, quedan
los recuerdos y el sufrimiento que duele.
Está confirmado que el sufrimiento emocional provocado
por la ruptura de una relación o la muerte de un ser querido,
duele físicamente y puede transformarse en un dolor crónico.
Se tiene la certeza de que el dolor físico y emocional se
procesan en la misma parte del cerebro, la investigadora
Noemí Eisenberger afirma que el dolor físico y el dolor
emocional están relacionados en esta forma porque las
relaciones sociales son cruciales para nuestra supervivencia,
como especie y sospecha que las personas que no logran
adaptarse al dolor emocional son los que experimentan los
mayores niveles del dolor físico, cuando se transita por el
cementerio leyendo los epitafios y las fotos que algunos
tienen de ciertas tumbas se siente que emana la tranquilidad
y en otras se siente la soledad que las cubre. Se cabila que
debajo de esas tumbas se hallan los restos de los que en
vida tuvieron sueños, ilusiones, alegrías, risas, pasiones,
aciertos y errores pues fueron humanos, es cuando el
corazón se encoje y el cerebro se llena de recuerdos y se
comprende lo que realmente somos en esta vida, por larga
o corta que haya sido su existencia. Fue grande el dolor que
sentimos porque ya fueron llamados mis queridos hermanos
FRANCISCO Y JOSE RAUL.
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