domingo, mayo 10, 2015

No hay pedo…

Más vale perder un amigo que una tripa. 
Al menos eso reza un refrán de la sabiduría popular, que alude a ese tema que parece tabú; los gases intestinales, que absolutamente todos los integrantes del reino animal en el género de los mamíferos, producimos como resultado de la digestión de los alimentos. Los pedos. 
No comprendo totalmente el por qué ese tema a veces trata de ser disfrazado. A veces le dicen un pum, un gasesito, el alma de un frijolito, se me escapó un reo y un sinfín de sinónimos que tratan de disimular la realidad de que todos producimos esos gases inevitablemente. Un pedo se llama pedo. 
Ya que no se oye muy bonito y huele aún peor, este tema suele producir situaciones bochornosas pero muchas veces divertidas. Imagine usted a mi compadre el trailero, durante su viaje en que hace un frío de los mil inviernos y se viste con cuanta prenda pueda proporcionarle un poco de calorcito: unas mallas, un pants deportivo, el pantalón, doble calcetín, una camiseta, su camisa de franela, un suéter y una chamarra del Cruz Azul; bien forrao el pelao. Se le sale uno de ésos que no se oyen, pero cómo se sienten. El gas, siguiendo las leyes de la física, busca y encuentra salida por la única vía posible: un espacio bajo su barbilla y apuntando directamente a su prominente nariz de manera que no desperdició nada: se lo fumó completo. 
Desde luego que hay muchas clases de pedos: los sinceros, los sonoros, los disimulados, los musicales, los que salen en abonos, los que no huelen, los silenciosos que sí huelen y en qué forma. Hay unos que parecen salidos de un crisol diabólico. Hace tiempo un compañero, mecánico él, encontrábase bajo un vehículo haciendo sus reparaciones correspondientes y repentinamente se levanta y sale a toda prisa hacia la calle. Al pasar junto a nosotros, otro grupito de compañeros, alcanzamos a escuchar que dijo entre dientes: … hijo de mi pinche madre. Desconcertados, de momento no comprendimos la razón de su expresión, pero al percibir el aroma de lisura que a su paso dejaba, también dijimos hijo de su…Ni él se aguantó el producto de sus propias entrañas. 
También pueden ser el detonante que libere un gran estrés contenido. Hace muchos años, en la primera sesión de un curso llamado “desarrollo de la jefatura” en una empresa panificadora donde laboré por diez años, habiendo comenzado la sesión a las ocho de la mañana, ya para las nueve de la noche, todos estábamos ya definitivamente cansados y enfadados. Todos en los pupitres ya cambiábamos de posición, moviendo las sentaderas a un lado y otro. Aplicábamos aquella frase que dice: el cerebro capta hasta que la nalga aguanta. Hasta el instructor daba claras muestras de cansancio. En ese momento, en uno de esos movimientos acomodatorios del nalgamen, a mi compañero de al lado se le escapó un reo de gran peligrosidad y entre el silencio ya nocturno, el evento fue el libertador de nuestros enfados y cansancio. Las carcajadas fueron espontáneas y general izadas ; a partir de ese momento, todo fue miel sobre hojuelas. Siendo la expulsión de gases ventrales una función fisiológica de lo más normal, tanto que todos absolutamente los producimos, se convierte en una práctica muy conveniente hasta por motivos de salud. El retener esos gases o tratar de hacerlo simplemente, puede resultar en una peritonitis (inflamación del peritoneo) con consecuencias fatales. Ese malinterpretado pudor ha costado incontables vidas. Sí, un pedo contenido puede llegar a causar la muerte. 
En instituciones de salud, como el IMSS en su programa de rehabilitación para pacientes que han sido operados del sistema digestivo en cualquiera de sus partes, recomiendan encarecidamente no aguantarse de expulsar esos gases que ejercen presión y pueden llegar a reventar una tripa, con sus consecuencias desagradables. El falso pudor es nocivo para la salud. 
Claro que otra creación como resultado de las flatulencias (como también se les denomina a los pedos), es el fino arte de disimular. Hay unas personas tan sinceras que ni disimulan, pero hay personajes cuya situación social les obliga a actuar como si nada en casos de la presencia de estos compañeros eternos de nuestro cuerpo. Imaginemos, por ejemplo , una reunión entre presidentes municipales y el congreso, de ésas que son más largas que la cuaresma; todos sentaditos, trajeados, encorbatados, muy circunspectos tratando asuntos de enorme importancia. Todo bien, pero en sus vientres, seguramente más de cuatro gasesitos pugnan por salir de su encierro tripal. ¿cómo le hacen para aliviar sus penas y que no se note? Ese es un arte desconocido para las mayorías. 
Este es solamente un ejemplo aplicable también a cualquier persona que destaque en cualquier campo. No es privativo de las personas mencionadas en el párrafo anterior. Todos nos hemos visto en situaciones en que por “pena”, tratamos de evitar la expulsión. Con la edad se intensifica la actividad productiva de nuestros gases internos. Pues más vale que nos digan anciano pedorro que viejito enfermo del vientre. 
Respetuosamente, si tiene un pedo que pide su liberación, tírelo, no hay pedo. 

Gonzalo, “Chalo” de la Torre Hernández 
chalo2008jalos@hotmail.com 
Jalostotitlán, Jal. a 27 de marzo de 2015

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