Más vale perder un amigo que una tripa.
Al menos eso reza un refrán de la sabiduría popular, que
alude a ese tema que parece tabú; los gases intestinales,
que absolutamente todos los integrantes del reino animal
en el género de los mamíferos, producimos como resultado
de la digestión de los alimentos. Los pedos.
No comprendo totalmente el por qué ese tema a
veces trata de ser disfrazado. A veces le dicen un pum,
un gasesito, el alma de un frijolito, se me escapó un reo y
un sinfín de sinónimos que tratan de disimular la realidad
de que todos producimos esos gases inevitablemente. Un
pedo se llama pedo.
Ya que no se oye muy bonito y huele aún peor, este
tema suele producir situaciones bochornosas pero muchas
veces divertidas. Imagine usted a mi compadre el trailero,
durante su viaje en que hace un frío de los mil inviernos y
se viste con cuanta prenda pueda proporcionarle un poco
de calorcito: unas mallas, un pants deportivo, el pantalón,
doble calcetín, una camiseta, su camisa de franela, un
suéter y una chamarra del Cruz Azul; bien forrao el pelao.
Se le sale uno de ésos que no se oyen, pero cómo se
sienten. El gas, siguiendo las leyes de la física, busca y
encuentra salida por la única vía posible: un espacio bajo
su barbilla y apuntando directamente a su prominente nariz
de manera que no desperdició nada: se lo fumó completo.
Desde luego que hay muchas clases de pedos: los
sinceros, los sonoros, los disimulados, los musicales, los
que salen en abonos, los que no huelen, los silenciosos
que sí huelen y en qué forma. Hay unos que parecen
salidos de un crisol diabólico. Hace tiempo un compañero,
mecánico él, encontrábase bajo un vehículo haciendo
sus reparaciones correspondientes y repentinamente se
levanta y sale a toda prisa hacia la calle. Al pasar junto
a nosotros, otro grupito de compañeros, alcanzamos
a escuchar que dijo entre dientes: … hijo de mi pinche
madre. Desconcertados, de momento no comprendimos la
razón de su expresión, pero al percibir el aroma de lisura
que a su paso dejaba, también dijimos hijo de su…Ni él se
aguantó el producto de sus propias entrañas.
También pueden ser el detonante que libere un
gran estrés contenido. Hace muchos años, en la primera
sesión de un curso llamado “desarrollo de la jefatura” en
una empresa panificadora donde laboré por diez años,
habiendo comenzado la sesión a las ocho de la mañana,
ya para las nueve de la noche, todos estábamos ya
definitivamente cansados y enfadados. Todos en los
pupitres ya cambiábamos de posición, moviendo las
sentaderas a un lado y otro. Aplicábamos aquella frase que
dice: el cerebro capta hasta que la nalga aguanta. Hasta
el instructor daba claras muestras de cansancio. En ese
momento, en uno de esos movimientos acomodatorios del
nalgamen, a mi compañero de al lado se le escapó un reo de
gran peligrosidad y entre el silencio ya nocturno, el evento
fue el libertador de
nuestros enfados
y cansancio. Las
carcajadas fueron
espontáneas y
general izadas ;
a partir de ese
momento, todo fue
miel sobre hojuelas.
Siendo la expulsión de gases ventrales una
función fisiológica de lo más normal, tanto que todos
absolutamente los producimos, se convierte en una
práctica muy conveniente hasta por motivos de salud. El
retener esos gases o tratar de hacerlo simplemente, puede
resultar en una peritonitis (inflamación del peritoneo) con
consecuencias fatales. Ese malinterpretado pudor ha
costado incontables vidas. Sí, un pedo contenido puede
llegar a causar la muerte.
En instituciones de salud, como el IMSS en su
programa de rehabilitación para pacientes que han sido
operados del sistema digestivo en cualquiera de sus
partes, recomiendan encarecidamente no aguantarse de
expulsar esos gases que ejercen presión y pueden llegar a
reventar una tripa, con sus consecuencias desagradables.
El falso pudor es nocivo para la salud.
Claro que otra creación como resultado de las
flatulencias (como también se les denomina a los
pedos), es el fino arte de disimular. Hay unas personas
tan sinceras que ni disimulan, pero hay personajes cuya
situación social les obliga a actuar como si nada en casos
de la presencia de estos compañeros eternos de nuestro
cuerpo. Imaginemos, por ejemplo , una reunión entre
presidentes municipales y el congreso, de ésas que son
más largas que la cuaresma; todos sentaditos, trajeados,
encorbatados, muy circunspectos tratando asuntos de
enorme importancia. Todo bien, pero en sus vientres,
seguramente más de cuatro gasesitos pugnan por salir de
su encierro tripal. ¿cómo le hacen para aliviar sus penas
y que no se note? Ese es un arte desconocido para las
mayorías.
Este es solamente un ejemplo aplicable también a
cualquier persona que destaque en cualquier campo. No
es privativo de las personas mencionadas en el párrafo
anterior. Todos nos hemos visto en situaciones en que
por “pena”, tratamos de evitar la expulsión. Con la edad
se intensifica la actividad productiva de nuestros gases
internos. Pues más vale que nos digan anciano pedorro
que viejito enfermo del vientre.
Respetuosamente, si tiene un pedo que pide su
liberación, tírelo, no hay pedo.
Gonzalo, “Chalo” de la Torre Hernández
chalo2008jalos@hotmail.com
Jalostotitlán, Jal. a 27 de marzo de 2015
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