Investigadores de la entidad lo consideran
en peligro debido a su sobrexplotación
-Pejelagarto, pez de
agua dulce esencial
en la culinaria tabasqueña
La especie se ha convertido en el modus
vivendi de restauranteros y artesanos
Las autoridades pecuarias del estado han
puesto en marcha programas destinados a su
preservación
RENE ALBERTO LOPEZ
CORRESPONSAL
Villahermosa, Tab. El lenguaje de la política
usa la palabra pejelagarto; su figura es tomada
como alegoría en las fiestas de los pueblos;
su nombre es mencionado en las canciones
y no falta quien lo use para llamar así a algún
equipo deportivo.
Pero sobre esta especie tan apreciada por
los lugareños de Tabasco hay una preocupación
latente. Los investigadores aseguran que se
encuentra en “peligro de extinción”. Inclusive,
la Secretaría de Desarrollo Social y Protección
del Medio Ambiente (Sedespa) y la Escuela de
Biología de la Universidad Juárez Autónoma
de Tabasco (UJAT), apoyan programas para
preservar este animal acuático.
No obstante, para Juan Jiménez, viejo
pescador del rumbo de Tabasquillo, Centla,
“esas son sólo habladas”, y ataja con
optimismo: “¡No, hombre!, si hasta parece
que mientras más lo consume la gente, más
se reproduce. Todavía hay muchos... y para
muchos años,compita”.
Según este pescador, los ejemplares
más grandes alcanzan cerca de un metro de
longitud, y llegan a pesar hasta cinco o seis
kilos. El pejelagarto es un pez de agua dulce,
cuya forma se distingue de otros peces por su
hocico alargado y puntiagudo, con una fila de
dientes pequeños y filosos.
Símbolo gastronómico
Además, su carne es bastante apetecible
en esta región, por lo que las diversas
recetas para prepararlo son infaltables en
la gastronomía tabasqueña. Aunque con su
pulpa se hacen empanadas, tacos, salpicón y
tamalitos, el platillo preferido es el pejelagarto
asado.
La popularidad de esta especie, cuyo
nombre científico es Lepidoseus viridis,
considerada prehistórica, la ha convertido
en un símbolo estatal. Tanto, que en los
comercios de Villahermosa su figura se
encuentra en diferentes artesanías. También,
algunos ejemplares vivos se exhiben en todo
su esplendor dentro de grandes acuarios que
adornan restaurantes, escuelas y oficinas.
Hoy, su fama ha rebasado las fronteras
tabasqueñas, y su nombre es tan común
aquí como en el Distrito Federal, y comienza
a esparcirse por el país. Precisamente porque
hablar del pejelagarto es hablar de Tabasco,
a alguien en la capital del país se le ocurrió
ponerle ese mote al ex jefe de Gobierno del
Distrito Federal y hoy candidato presidencial
de la coalición Por el Bien de Todos, Andrés
Manuel López Obrador.
Varias particularidades de este pez se
comentan en las comunidades chontales.
Para los pobladores indígenas de Nacajuca, el
pejelagarto es un alimento afrodisiaco, y se ha
creado el mito de que quien lo pruebe “siempre
volverá a tierras tabasqueñas”.
El pejelagarto se reproduce en ríos
y pantanos, aunque principalmente en
lagunas. La forma más común de capturarlo
es mediante el chinchorro: una red que se
extiende a lo ancho de los pequeños brazos de
corriente. Además, centros de estudios como
la UJAT y autoridades pecuarias fomentan su
reproducción en criaderos.
Aunque tiene fama de ser un pez único de
esta región, también se le encuentra -aunque
en menor cantidad- en arroyos de poblaciones
de Chiapas y Campeche.
Lagunas y pantanos de los municipios
tabasqueños de Nacajuca, Centro, Jonuta y
Centla son los lugares donde se realiza con
mayor intensidad la pesca de pejelagarto.
Son los llamados intermediarios quienes
comercializan el producto “fresco y crudo” en
distintos mercados de los 17 municipios de la
entidad.
Por estos rumbos no es raro observar
a indígenas y campesinos parados a las
orillas de las carreteras tabasqueñas con
“una ensarta de pescado” en las manos para
venderlo a los automovilistas.
El corredor del pejelagarto
Bosque de Saloya es el lugar donde se
expende con bastante éxito el pejelagarto
asado. Se trata de un tramo carretero
localizado a no más de 18 kilómetros de esta
capital. A orillas de la carretera Villahermosa-
Nacajuca se observan, de uno y otro lado,
puestos rústicos armados con madera y
guano, donde son asados a la leña a la vista
de los conductores y turistas.
En mesas sencillas de plástico, y entre el
humo y la música en vivo en algunos de los
puestos, el visitante degusta los pejelagartos
asados con chile ama shito, tortillas al mojo
de ajo y, para rematar, un plátano asado con
queso y crema.
“Tengo amigos en Monterrey y el Distrito
Federal a quienes les tengo que mandar por
avión algunos pejelagartos asados, porque les
encantó”, nos cuenta Antonio Naranjo.
Los pejelagartos chicos tienen un costo
de entre 60 y 70 pesos. Los grandes cuestan
entre 200 y 350 pesos.
Los lugareños dedicados a la artesanía
adquieren el cuero escamoso de este animal,
el cual rellenan y venden disecado.
En contraparte, las autoridades de
Tabasco y de la UJAT se preocupan porque
esta especie no se extinga.
El pasado 23 de septiembre, el director de
Recursos Naturales de la Sedespa, Andrés
Pedrero Sánchez, entregó a indígenas
chontales del poblado de Olcuatitán 2 mil
alevines de pejelagarto “para repoblar la zona”.
Según explicó, la entrega es parte de un
programa impulsado por esa dependencia,
el cual tiene “la finalidad de reactivar
económicamente la zona e incentivar la
producción acuícola, así como proteger la
fauna silvestre de la región”.
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