
Tal vez usted se pregunte quién fue esa mujer. Bueno, es
más conocida con el sencillo e impactante nombre de “Madre
Teresa de Calcuta”, ejemplo y prototipo de la verdadera caridad y el
desprendimiento de lo propio en beneficio de los demás.
Es de esos personajes increíbles que ha dado la humanidad y
que seguramente será recordada por siglos, por una sencilla razón:
fue fiel a sus principios religiosos. Ella siendo católica, fue reconocida
por todas las religiones, como un personaje universal, digna de ser
imitada.
Mi amiga Otilia Mendoza, de Tepatitlán, que tiene un puesto de
comidas en las afueras del hospital no. 21 del IMSS, me compartió un
mensaje que recibió vía cibernética y que valdría la pena compartir y
recompartir; dice: “No te canses de hacer el bien, porque aquel que
da sin esperar nada a cambio, todo lo que siembra cosechará en
abundancia”. Por cierto, el primer jueves de cada mes, en el puesto
mencionado, el Señor Cura Roberto Lizarde, ofi cia una misa con
intención de los enfermos y sus familiares. Se invita a que asista y
eleve sus oraciones para bien del sector ”enfermos”.
Aunque usted no lo crea, aún existen personas que sin ser
sobradas de recursos materiales, se desprenden de parte de esos
recursos con el único fin de hacer el bien sin mirar a quién. Todos los
viernes, llegan alrededor de las ocho de la noche, colocan sus mesas
afuera del área de urgencias del citado hospital y ofrecen su corazón
a través de algunos guisados acompañados de pan, leche, té, atole,
chocolate o agua fresca. Aparte de que guisan muy sabroso, todo
sabe aún mejor porque lleva la sazón de la buena voluntad.
La propia Otilia, aunque no desea que lo mencione, cada día a
pesar de la crisis, a cuando menos dos personas que ella considera
necesitadas, no les cobra los alimentos. Me consta y espero no se
moleste por dar a conocer esta buena acción.
Me pregunto estimado lector si alguna vez ha tenido que permanecer
por varios días en un hospital y sus alrededores acompañando a un
familiar internado. Es estresante por diversos motivos: la preocupación
natural por la salud de su pariente, el inevitable tedio por las horas de
inactividad, el obligatorio cansancio por no poder dormir o descansar
ya que las circunstancias no lo permiten; cuando otras personas se
desprenden de lo suyo y se lo ofrecen de buena voluntad, no le están
ofreciendo una torta o un taco o una bebida; le están dando una buena
dosis de esperanza, de aliento, de paz espiritual y el renacer de la fé
en la humanidad.
Pregunté si pertenecían a alguna institución de beneficiencia o
asociación religiosa. NO, son un grupo de vecinos que se organizan
cada semana y aportan parte de sus no muy abundantes recursos,
para ayudar sin afán de reconocimiento, a personas que necesitan
algo más que un alimento.
La humanidad lleva implícita en su interior el bien y el mal.
Tenemos ambas semillas y no es asunto de religiones. El punto es
cuál elegimos. La solidaridad es algo natural y ayudar se siente bien y
alimenta el espíritu.
Dar hasta que duela. ¡Cuán fácil se dice! Llevarlo a cabo no es nada
sencillo, ya que el natural egoísmo es una barrera que no cualquiera
supera. No es fácil desprenderse de algo propio, aún que se trate de
algo que no necesitamos.
La caridad no tiene rostro, ni nombre, ni edad ni límites. El límite
es la propia voluntad. Cierto que nadie da lo que no tiene. La caridad
implica sacrificio y no se circunscribe únicamente a los bienes
materiales.
Hay muchas cosas más valiosas que el dinero o cosas que ayudan,
pero no es lo único. La verdadera ayuda mutua es seguir el precepto
cristiano por excelencia: amaos los unos a los otros. Así de fácil.
Pero no es tan fácil. Del dicho al hecho, hay mucho trecho. Es
fácil decir o prometer, pero cumplir, no tanto. Lo que la humanidad
necesitamos realmente es el respeto a lo que este humilde servidor
llama “los derechos del espíritu”. Es respetar el libre albedrío, el no
dañar a nadie y menos de forma intencional, el ser congruentes con
lo que se predica y no decir una cosa para hacer otra, es el guiar y
comprender respetando nuestras propias creencias religiosas. Obras,
son amores y no, buenas razones.
¿Puede usted creer que un alto dirigente de una organización
religiosa, de carácter seglar y que tiene un gran prestigio, dañe de
forma permanente el bienestar de una familia a través de la calumnia?
¿En dónde queda el sentimiento cristiano y la piedad, que es el fin
principal de tal cofradía?, ¿Cómo andaremos en esta sociedad de
consumo en que las cosas materiales tienen más valor que los valores
humanos?
Es motivo de reflexión. Muy necesaria reflexión.
Tengo muy presente que un ex rector de un santuario muy famoso
en la región, dice frecuentemente en sus homilías como uno de sus
aspectos favoritos, aquella frase que dice el Señor: “lo que hagáis con
cualquiera de mis hijos, lo hacéis conmigo”. Bueno tener presente esta
frase, antes de dañar a un prójimo, si tenemos sentido religioso.
La verdadera caridad es contribuír a que todos tengamos una
vida mejor.
Dios multiplique la generosidad en las personas.
Gonzalo “Chalo” de la Torre Hernández
chalo2008jalos@hotmail.com
Jalostotitlán, Jal. a 19 de junio de 2015
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