viernes, agosto 14, 2015

Dar hasta que duela

Esta frase que ha dado la vuelta al mundo en todos los idiomas, fue pronunciada por una mujer llamada Agnes Gonxha Bojaxhiu, que fue la fundadora de la congregación de las “ Misioneras de la Caridad”. 
Tal vez usted se pregunte quién fue esa mujer. Bueno, es más conocida con el sencillo e impactante nombre de “Madre Teresa de Calcuta”, ejemplo y prototipo de la verdadera caridad y el desprendimiento de lo propio en beneficio de los demás. 
Es de esos personajes increíbles que ha dado la humanidad y que seguramente será recordada por siglos, por una sencilla razón: fue fiel a sus principios religiosos. Ella siendo católica, fue reconocida por todas las religiones, como un personaje universal, digna de ser imitada. 
Mi amiga Otilia Mendoza, de Tepatitlán, que tiene un puesto de comidas en las afueras del hospital no. 21 del IMSS, me compartió un mensaje que recibió vía cibernética y que valdría la pena compartir y recompartir; dice: “No te canses de hacer el bien, porque aquel que da sin esperar nada a cambio, todo lo que siembra cosechará en abundancia”. Por cierto, el primer jueves de cada mes, en el puesto mencionado, el Señor Cura Roberto Lizarde, ofi cia una misa con intención de los enfermos y sus familiares. Se invita a que asista y eleve sus oraciones para bien del sector ”enfermos”. 
Aunque usted no lo crea, aún existen personas que sin ser sobradas de recursos materiales, se desprenden de parte de esos recursos con el único fin de hacer el bien sin mirar a quién. Todos los viernes, llegan alrededor de las ocho de la noche, colocan sus mesas afuera del área de urgencias del citado hospital y ofrecen su corazón a través de algunos guisados acompañados de pan, leche, té, atole, chocolate o agua fresca. Aparte de que guisan muy sabroso, todo sabe aún mejor porque lleva la sazón de la buena voluntad. 
La propia Otilia, aunque no desea que lo mencione, cada día a pesar de la crisis, a cuando menos dos personas que ella considera necesitadas, no les cobra los alimentos. Me consta y espero no se moleste por dar a conocer esta buena acción. 
Me pregunto estimado lector si alguna vez ha tenido que permanecer por varios días en un hospital y sus alrededores acompañando a un familiar internado. Es estresante por diversos motivos: la preocupación natural por la salud de su pariente, el inevitable tedio por las horas de inactividad, el obligatorio cansancio por no poder dormir o descansar ya que las circunstancias no lo permiten; cuando otras personas se desprenden de lo suyo y se lo ofrecen de buena voluntad, no le están ofreciendo una torta o un taco o una bebida; le están dando una buena dosis de esperanza, de aliento, de paz espiritual y el renacer de la fé en la humanidad. 
Pregunté si pertenecían a alguna institución de beneficiencia o asociación religiosa. NO, son un grupo de vecinos que se organizan cada semana y aportan parte de sus no muy abundantes recursos, para ayudar sin afán de reconocimiento, a personas que necesitan algo más que un alimento. 
La humanidad lleva implícita en su interior el bien y el mal. Tenemos ambas semillas y no es asunto de religiones. El punto es cuál elegimos. La solidaridad es algo natural y ayudar se siente bien y alimenta el espíritu. 
Dar hasta que duela. ¡Cuán fácil se dice! Llevarlo a cabo no es nada sencillo, ya que el natural egoísmo es una barrera que no cualquiera supera. No es fácil desprenderse de algo propio, aún que se trate de algo que no necesitamos. La caridad no tiene rostro, ni nombre, ni edad ni límites. El límite es la propia voluntad. Cierto que nadie da lo que no tiene. La caridad implica sacrificio y no se circunscribe únicamente a los bienes materiales. 
Hay muchas cosas más valiosas que el dinero o cosas que ayudan, pero no es lo único. La verdadera ayuda mutua es seguir el precepto cristiano por excelencia: amaos los unos a los otros. Así de fácil. 
Pero no es tan fácil. Del dicho al hecho, hay mucho trecho. Es fácil decir o prometer, pero cumplir, no tanto. Lo que la humanidad necesitamos realmente es el respeto a lo que este humilde servidor llama “los derechos del espíritu”. Es respetar el libre albedrío, el no dañar a nadie y menos de forma intencional, el ser congruentes con lo que se predica y no decir una cosa para hacer otra, es el guiar y comprender respetando nuestras propias creencias religiosas. Obras, son amores y no, buenas razones. 
¿Puede usted creer que un alto dirigente de una organización religiosa, de carácter seglar y que tiene un gran prestigio, dañe de forma permanente el bienestar de una familia a través de la calumnia? ¿En dónde queda el sentimiento cristiano y la piedad, que es el fin principal de tal cofradía?, ¿Cómo andaremos en esta sociedad de consumo en que las cosas materiales tienen más valor que los valores humanos? 
Es motivo de reflexión. Muy necesaria reflexión. 
Tengo muy presente que un ex rector de un santuario muy famoso en la región, dice frecuentemente en sus homilías como uno de sus aspectos favoritos, aquella frase que dice el Señor: “lo que hagáis con cualquiera de mis hijos, lo hacéis conmigo”. Bueno tener presente esta frase, antes de dañar a un prójimo, si tenemos sentido religioso. 
La verdadera caridad es contribuír a que todos tengamos una vida mejor. 
Dios multiplique la generosidad en las personas.

Gonzalo “Chalo” de la Torre Hernández
􀀀chalo2008jalos@hotmail.com
Jalostotitlán, Jal. a 19 de junio de 2015

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