Gonzalo “Chalo” de la Torre Hdez.
chalo2008jalos@hotmail.com
Jalostotitlán, Jal. a 27 de agosto de 2015
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Jalostotitlán, Jal. a 27 de agosto de 2015
Dícese de un matrimonio en
que ambos contrayentes eran muy
aficionados a los automóviles y que la
mujer, por esas cosas de los tiempos
modernos, se va de vacaciones
mientras su marido tuvo que seguir
laborando. Ya ve usted que en estos
tiempos es muy difícil que cuando
ambos cónyuges trabajan, las
vacaciones de ambos coincidan. A
mitad de esa época vacacional, el
marido recibe un telegrama desde
el puerto donde su media naranja,
disfruta de las “incomodidades” de su estancia en la playa.
Al abrir el sobre y leer su contenido, encuentra sólo tres
frases escuetas y no muy informativas. La mujer le dice:
Viejo, favor de mandarme tu firma para el divorcio.- Encontré
compañero ideal.- Reúne las condiciones del Ford Fiesta 2005.
Entre apesadumbrado, sorprendido, turulato y apendejado,
le pide a su vez, ella le aclare cómo está eso de las condiciones
del auto mencionado. Y en la respuesta le aclara; mira, el eje
es más largo, su autonomía de rodaje es mayor, la economía
lo hace costeable, tiene mayor empuje y no se sienta en las
subidas y además cabe en cualquier rincón.
Pasa un tiempo y la mujer ahora recibe un telegrama de su
ex en donde le dice: con gusto te envío los papeles firmados
para el divorcio, también encontré una compañera ideal; tiene
las cualidades de una cherokee 2015.
La fémina, extrañada, pregunta cuáles son esas cualidades.
Ni tardo ni perezoso, él le responde; mira, es nueva, cero
kilómetros, es muy económica, aguanta muchas horas, no
se recalienta, no rechina al meter cambio de velocidades, su
escape es más silencioso y además puede funcionar con las
dos tracciones.
Ese fue un divorcio acordado, basado en los desquites,
pero funcional. Bueno.
Eso de la venganza es cosa delicada. Dice el diccionario
de la editorial Hachette Castell acerca del verbo vengar: tomar
satisfacción de un agravio o daño recibido. Asimismo dice,
vengativo: inclinado o determinado a tomar venganza de
cualquier agravio. Platicando con un gran número de personas
acerca de este tema escabroso, se puede deducir que todas las
personas estamos predispuestos a vengarnos si alguien nos
hace daño. Parece de lo más natural y además lógico, aunque
no sea lo conveniente. Una revancha, es una revancha.
Entre los entrevistados, es sorprendente la cantidad de
personas que sugieren esperar un tiempo a que se enfríen
los ánimos y perdonar a quien o quienes aún de mala fé, nos
han causado un daño irreversible. Sus creencias religiosas así
lo imponen aunque por dentro se desate una lucha entre lo
justo y lo correcto, que no siempre es lo mismo. El deseo de
venganza es como un tumor que va creciendo y oprime todos
los demás sentidos hasta cegar la mente,
ofusca la razón y se vuelve un animal salvaje
muy difícil de domar, aunque no imposible.
La naturaleza humana grita: ¡véngate!
Desquita tu furor y causa un daño igual o
mayor a quien te dañó. La razón y el sentido
social te susurra al oído: perdona y olvida.
Pon la otra mejilla. ¡cuán difícil es llevar a
cabo estas recomendaciones!
La mente frenéticamente produce una infinidad de
pensamientos a cual más de contradictorios. Tu bondad interior
te aconseja no hacer caso. Te dice: ¡a gritos de puerco, oídos
de matancero! Tus amistades, algunas te dicen: si a mí me
hicieran eso, algo haría en su contra. No se puede quedar
así. Otros te dicen que los ignores, que no tiene la menor
importancia.
Decía un señor que se las daba de muy vengativo: si me la
hacen, me vengo y si me vengo, gozo.
La venganza no puede proporcionar placer; si acaso a lo
más que puede llegar es a hacerte sentir un relativo alivio al
pensar que equilibraste las circunstancias causando daño a
quien te dañó, y sobretodo si es de manera injusta. Cualquier
persona con uso de razón, es imposible que sienta placer de
dañar por dañar. No va con la naturaleza humana.
Pero ¿por qué la venganza?, si un buen diálogo puede
arreglar infinidad de malentendidos o calumnias dolosas.
Si usted siente en su conciencia que causó daño a alguien
injustamente, por algún chisme doloso, un desquite envidioso
o fue víctima de la insidia de algún vecino, reconózcalo y
discúlpese con el agraviado.
Si usted tiene sentimientos religiosos bien cimentados y
lo pregona, pregúntese qué será más difícil, perdonar o pedir
perdón.
Si el que perdona muestra su grandeza de espíritu, el que
pide perdón sinceramente, puede demostrar una grandeza aún
mayor cuando reconoce su error. Eso sí es justo y es correcto.
Dijo el mismísimo Cristo: hay que perdonar hasta setenta
veces siete. ¿y cuántas veces hay que pedir perdón?, pues
hasta setenta veces siete.
En un caso personal de este su servidor, acudí a un
señor cura para buscar un diálogo entre ofensor y ofendido
y sencillamente me respondió: demándalo judicialmente. Yo
deseaba un diálogo aclaratorio y conciliatorio. Su respuesta
me sorprendió y bajó mucho los niveles de credibilidad en
dirigentes varios de origen político o religioso. Lástima.
Perdonar es bueno y conveniente. Pedir perdón y obtenerlo,
puede ser aún mejor.
El Señor dijo: La venganza es mía.
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