jueves, diciembre 03, 2015

Un campeón doblemente atormentado

Por José Alvarado Montes 

El boxeador estadounidense, que ganó cinco títulos mundiales, vivió acosado por el recuerdo de la muerte que provocó en combate a Benny Kid Paret y por su sexualidad .
 Griffith, en primer término, en el pesaje previo al combate fatal con Paret (calzón blanco) de 1962. / JOHN LINDSAY (AP) 
Suele ocurrir. Alguien puede haber sido magnífico en su profesión, incluso de los mejores del mundo, pero a la hora del recuerdo, de evocar la huella de su vida, siempre son circunstancias, condiciones, las que acaban marcando a fuego su trayectoria. Las que más se graban en la memoria colectiva. En el boxeo, ese deporte cuyo fin es golpear más que el contrario con el tremendo telón de fondo de las conmociones cerebrales y en bastantes ocasiones de la muerte, no es nada extraño encontrar personajes así. Las carreras pugilísticas, como es moneda corriente, van bastante más allá de lo físico y lo técnico. Violencia, tragedias, lesiones neurológicas inevitables y biografías siempre al borde del abismo que demasiadas veces acaban en juguetes rotos, piltrafas humanas. 
En el caso de Emile Alphonse Griffith, fallecido el martes a los 75 años en Hempstead, un pueblo en el Estado de Nueva York, el ejemplo abarca hasta su atormentada vida personal. Una existencia desgarrada entre lo profesional y lo íntimo. Estadounidense de las islas Vírgenes caribeñas afincado en Nueva York, fue uno de los grandes boxeadores de la historia, en una época, los años sesenta y setenta, con rivales legendarios, como el también turbulento argentino Carlos Monzón, que le ganó dos veces, y el italiano Nino Benvenuti, al que venció una de tres ya en los finales de su carrera. 
Griffith logró cinco títulos del mundo en los pesos welter y medio (entre los 66 y los 72 kilos) y los retuvo en más de una docena de ocasiones. Debutó en 1958 y ya en 1961 se proclamó por primera vez campeón mundial. Fue en Miami, ante el cubano Benny Kid Paret, que le arrebató el título apenas unos meses después en Nueva York. Pero al año siguiente, la noche del 24 de marzo de 1962, el mismo Madison Square Garden vivió la tragedia, su antes y después. Noqueó de forma salvaje al final del decimosegundo asalto a Paret, que no solo perdió el título en el que era el tercer combate entre ambos púgiles, sino también la vida. Tras el brutal castigo, nunca volvió a recuperar el conocimiento y murió a los 10 días en el hospital. Griffith solo terminó de rematarlo tras un durísimo combate y cuando Paret ya venía muy tocado de un combate con Don Fullmer. Pero recibió en una de las esquinas, acorralado, 29 golpes seguidos, directos, ganchos, crochets, los últimos 18 en solo 6 segundos ya sin responder. Salvaje. El árbitro, Ruby Goldstein, cometió el gravísimo error de no parar antes el combate y no dirigió nunca más. También cayó sobre él la espada de un negocio despiadado. 
Griffith no abandonó, pero no volvió a ser el mismo. De sus 85 peleas ganadas en una dilatada carrera de 19 años, solo 24 las consiguió por KO. Desde la muerte de Paret su boxeo se volvió más técnico, reconoció que le daba miedo pegar. La gente lo justificó, la fiesta del boxeo y su comercio tenía que continuar, pero a él le tocó muy hondo. Lo llegó a decir en el documental Ring of fire. The Emile Griffith story: “Hacía solo lo suficiente para ganar. Solo lanzaba jabs para contener y no lastimar a mis contrarios. Me habría retirado, pero no sabía hacer otra cosa”

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