Gonzalo “Chalo” de la Torre Hernández
Sanjuanense de nación y alteño por bendición.
chalo2008jalos@hotmail.com
Jalostotitlán, Jal. a 26 de noviembre de 2015
Circula por ahí un cuento de un burrito que por accidente
cayó a un pozo abandonado y que para su fortuna no sufrió
lesiones de gravedad. Pero no estaba a salvo pues no había
forma de salir por sí mismo, ni de que le ayudaran a salir.
Al menos no se les había ocurrido nada a los
habitantes de ese risueño poblado enclavado
en la sierra de frescos aires y mejores aromas
naturales.
Los recursos con los que
contaban no eran suficientes para salvar
al pollino que rebuznaba de dolor y deseos
de supervivencia. El tiempo transcurría y no
encontraban una solución. Con todo el dolor
de su corazón, el consejo del pueblo decidió que
para evitar más sufrimiento al asnito, era necesario
aterrar la antigua fuente natural del más preciado de
los líquidos y que la tierra cubriese el cadáver de tan
simpático espécimen animal. Con lágrimas en los ojos,
los aldeanos comenzaron a verter cubos de tierra a la
oquedad obscura y que sería la tumba del burrito.
Uno tras otro, los cubos fueron vaciándose en el pozo
y a cada cubo, subía el nivel de la tierra, pero el burrito, a cada
montón de tierra que caía, se subía y volvía a subir, hasta que el
nivel del piso llegó a donde pudo salir por sus medios.
Eso es aprovechar aún la adversidad si ésta presenta
ocasión de mejorar.Puede haber un sinfín de moralejas acerca
de este cuento. Imagine usted la suya.
¿Cuántas personas de las que nos rodean desean vernos
en el fondo del pozo y vaciando tierra para sepultarnos? Quién
sabe, pero hay que tomar cada ataque a nuestra persona, como un
cubo que pretende sepultarnos, pero que finalmente será nuestra
salvación.
Hay infinidad de cuentos acerca de ese animalito de grandes
ojos y aún mayores orejas; hay un libro delicioso y enriquecedor de
la autoría de Juan Ramón Jiménez, llamado “Platero y yo” que tiene
por méritos propios un lugar sempiterno en la literatura universal.
Hay también una infinidad de chistes, de las cuales el protagonista
es el burro y sus atributos. Esos chistes, de no tan albo color, son
parte fundamental entre la picardía mexicana y latina.
En la historia de este país, el burro ha tenido una muy
importante cuanto despreciada relevancia en el desarrollo de los
pueblos, especialmente los del ámbito rural. Como bestias de
carga, eran indispensables, ya que se les utilizaba como yunta
ante la carencia de bueyes, trasladaban los alimentos básicos del
campo al pueblo; no podía uno imaginar al lechero, sin ese burro
cargado con jarras a ambos lados y su andar cansino y cadencioso.
Las mercancías de lujo en las grandes ciudades, no serían
disponibles sin esas recuas que los arrieros conducían con miles
de trabajos y tribulaciones, para que las metrópolis tuviesen acceso
a las novedades y productos que les diesen ese “glamour” de
las encopetadas señoras riquillas y que dudo que alguna haya
considerado que para gozar de ellas, debería agradecer al trabajo
de un humilde arriero. Un homenaje para ellos. Clap, clap, clap
(aplausos, pues).
Es una lástima saber que esa especie de los cuadrúpedos,
esté en peligro de extinción. Ya ve usted que dicen los pícaros que
al “sancho” se le llama también, el tractor, que dizque es el que
sustituyó al buey. Pues también ha sustituído al burro y al caballo.
¿ No habrá organismos de esos que quieren salvar al mundo
y que al menos en su buena medida lo intentan, que quieran salvar
a los burros?
También recordará que la imagen escolar de un burro
es sinónimo de tontería. Cuando alguien reprueba en las
diversas materias de conocimientos y no obtiene siquiera la
calificación mínima, lo mandan al rincón, a un banquillo, de
espaldas a sus compañeros y con unas enormes orejas
de burro, elaboradas generalmente de papel. No estoy
de acuerdo con esa interpretación. Yo creo que los burros
no tienen nada de tontos. Trabajan pero comen, igual a
la inmensa mayoría del género humano. Son humillados
y hasta golpeados por el amo; Igual que muchísimos
seres humanos. Con frecuencia, su dignidad
es lacerada por el pretexto del sustento;
igual que un chingo de seres humanos.
Pero ya no hablemos de esos
burros. Cambiemos de rumbo y tema.
El buen amigo Rodolfo Plascencia me
hace una observación que comparto. Los
gobiernos de los tres niveles, dicen y pregonan que impulsan el
deporte como un medio casi infalible, para hacer de la niñez y la
juventud, buenos ciudadanos. No pongo eso en tela de juicio ni por
asomo. Estamos de acuerdo con ello. Apoyan a equipos dotándolos
de sus uniformes, balones, bates, pelotas, hasta arbitrajes. Qué
bueno.
A los estudiantes universitarios y de educación media, se
les apoya con el transporte a sus centros de estudio (la educación
parece ser otro rubro), buenísimo. A organizaciones civiles de
discapacitados, se les apoya de varias formas. ¡Buenísimo!, ¡Bravo!
Pero muchas personas nos preguntamos: si la niñez es
la base y sustento de la educación para la vida y el deporte es
un medio que ha demostrado su eficacia y bondad; ¿nuestros
impuestos no alcanzarán para que los gastos de mantenimiento de
las unidades deportivas, permitan el acceso gratuito a la niñez en
general? Yo creo que nuestros niños valen eso y más. Ahora que
si el ingreso fuese libre a todos los ciudadanos, dado que nosotros
pagamos las unidades, sería formidable y de justicia.
El deporte es para todos; ¿o no?
Ojalá el Creador permita que mis ojos vean al primer
presidente municipal que junto con su cabildo, que dicen trabajar
para el bienestar del pueblo, tomen esa decisión histórica ¿será
Jalos, Arandas, Tepa, Villa Hidalgo, San Juan de,los Lagos o
algún otro municipio alteño?, ¿Quizá Lagos de Moreno que en
muchas cosas lleva la vanguardia en cuestiones culturales y de
convivencia? Sabe, repito, nos gustaría verlo.
Ahí se los dejamos de tarea. Esperamos respuesta.
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