Basados en el libro de
DANIEL, capítulo 1-5
De la Santa Biblia
1 El libro de Daniel relata que
cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia,
capturó Jerusalén, saqueó el templo y
deportó a sus habitantes a Babilonia,
escogió a cuatro jóvenes de las principales
familias de Israel para que sirvieran en su
corte. Uno de ellos era Daniel. 17 Dios les
concedió a esos cuatro jóvenes la sabiduría
y la inteligencia, tanto en literatura como en
filosofía; Daniel era hábil para explicar las
visiones y los sueños. 21 y permaneció en
la corte sirviendo a varios reyes, hasta el
primer año del rey Ciro.
Capítulo 2
El sueño de Nabucodonosor
1 El año décimo de su reinado,
Nabucodonosor tuvo un sueño que lo
perturbó hasta el punto de no dejarlo dormir.
2 El rey ordenó convocar a los magos,
adivinos, brujos y astrólogos para que le
explicaran el sueño que había tenido. 7 Los
magos le pidieron al rey que les dijera su
sueño para explicárselo, pero el rey les dijo
que si se los contaba, ellos se pondrían de
acuerdo y le dirían mentiras y que la forma
de saber si de verdad sabían interpretar
su sueño implicaba que adivinaran lo que
soñó. Al no poder adivinar los brujos el
sueño, el rey los condenó muerte, porque
pensó que sólo eran unos tramposos que
siempre lo engañaban.
17 Daniel se enteró del asunto y junto
con sus otros tres compañeros oraron
al Señor pidiendo que les revelara el
contenido del sueño y su interpretación. 19
y Dios le reveló el misterio a Daniel en una
visión durante la noche.
Daniel interpreta el sueño
27 «Daniel fue ante el rey y le
explicó que no existía ser humano que le
pudiera adivinar lo que el rey había soñado,
porque sólo Dios y el que lo soñó podían
conocer el sueño, y el significado del sueño,
sólo Dios y a quien Él se lo quisiera revelar;
pero que Daniel y sus amigos habían orado
y El Señor le había revelado
el misterio 28 pues es Dios,
quien revela los misterios.
Dios te dio a conocer rey
Nabucodonosor, lo que va a
suceder con el correr de los
días. Estos son el sueño y
las visiones que has tenido
en tu lecho:
31 Viste una estatua
muy grande y de un
resplandor extraordinario;
estaba de pie delante de ti
y su aspecto era terrible. 32
Esa estatua tenía una cabeza
de oro fino, el pecho y los brazos eran de
plata, el vientre y las caderas de bronce, 33
las piernas de hierro, y los pies de hierro
mezclado con arcilla.
34 Tú estabas mirándola, cuando se
desprendió una roca sin que nadie la
moviera; pegó a la estatua a la altura de los
pies de hierro y de arcilla, y los rompió. 35 Y
en aquel mismo instante se hicieron trizas el
hierro, la arcilla, el bronce, la plata y el oro;
el viento se los llevó sin dejar huella como
se lleva la paja del trigo en la era durante el
verano. Y la piedra que había golpeado a la
estatua se convirtió en una gran montaña
que abarcó toda la tierra.
36 Ese fue el sueño: Ahora daremos
al rey su explicación. 37 Tú eres el rey de
reyes, el Dios del Cielo te dio la realeza,
el poder, la fuerza y la gloria. 38 El puso
en tus manos los hombres, los animales
del campo y los pájaros del cielo, te hizo
su dueño doquiera ellos vivan. La cabeza
de oro eres tú. 39 Después de ti seguirá
un reino inferior al tuyo, luego un tercero
que será de bronce y que dominará toda la
tierra.
40 Después vendrá un cuarto reino
que será fuerte como el hierro. Así como el
hierro rompe y lo reduce todo a polvo, así
romperá y lo arrasará todo. 41 Como bien
lo viste, los pies y los dedos son una mezcla
de hierro y de arcilla de alfarero; ese será un
reino dividido. Tendrá la solidez del hierro,
pues viste al hierro mezclado con arcilla
barrosa. 42 Pero los dedos de los pies son
mitad hierro y mitad arcilla; el reino será
fuerte sólo a medias, pues también será
frágil. 43 Así como viste el hierro mezclado
con arcilla barrosa, así estos reinos se
mezclarán debido a un matrimonio, pero no
estarán unidos el uno al otro, igual como el
hierro no puede unirse con la arcilla.
44 En tiempo de esos reinos, el Dios
del Cielo suscitará un reino que nunca será
destruido; su poder no pasará a pueblo
alguno. Derrotará y destruirá a todos los
reinos y los reemplazará para siempre. 45
Viste como se desprendió una roca de la
montaña sin que mano alguna la tocara, y
como pulverizó el hierro, el bronce, la arcilla,
la plata y el oro: eso mismo va a acontecer.
45 El Dios grande ha dado a conocer
al rey lo que algún día va a pasar; como el
sueño fue así, su interpretación también es
exacta».
46 Al oír esto, el rey Nabucodonosor se
echó de bruces al suelo y se postró ante
Daniel, luego dio orden que le presentaran
ofrendas y perfumes de olor agradable.
47 El rey se dirigió entonces a Daniel y
le dijo: «En verdad el Dios de ustedes es el
Dios de los dioses, el Señor de los reyes;
es Él quien da a conocer los misterios ya
que tú pudiste revelárnoslos.» 48 El rey
ensalzó a Daniel y le otorgó numerosos y
ricos obsequios; lo hizo gobernador de la
provincia de Babilonia y el jefe máximo
de todos los sabios de Babilonia. 49
Inmediatamente Daniel pidió al rey que
pusiera al frente de la administración de la
provincia de Babilonia a sus compañeros
Sidrac, Misac y Abdénago; quedando
Daniel a disposición del rey.
Capítulo 3
El horno ardiente
Daniel seguía siendo el asistente
principal del Rey Nabucodonosor y sus
compañeros Sidrac, Misac y Abdénago
administraban la provincia de Babilonia, por
lo que su rango era de lo más alto. 8 Entonces
algunos otros funcionarios aprovechando
que el rey había mandado hacer una estatua
de un dios a la que todos mundo debía
adorar, acusaron a Sidrac, Misac y Abdénago
de que no reverenciaban la estatua, tal como
lo había ordenado el rey; y estaba estipulado
que quien no reverenciara al dios, debía ser
arrojado a un horno ardiente.
13 Entonces Nabucodonosor
los mando llamar y les preguntó si era
verdad que ellos desobedecían su orden
de honrar la estatua. Ellos le contestaron
que efectivamente sólo reconocían como
Dios verdadero, al Dios de Israel. El rey les
aclaró que si no adoraban su estatua tendría
que arrojarlos al horno ardiente y 17 ellos le
contestaron que tenían puesta su confianza
en El Dios de Israel y que Él los libraría del
las llamas, 18 pero que si no los libraba, aún
así ellos seguirían confiando en su Dios.
19 Nabucodonosor se sintió
traicionado por los que eran sus principales
colaboradores por lo que se enojó muchísimo
y ordenó que se calentara el horno siete
veces más de lo normal e hizo arrojar en él
a Sidrac, Misac y Abdénago. 49 Pero Dios
envió a su ángel al horno y este sopló en
torno a ellos una fresca brisa, de modo que
el fuego no los tocaba y 51 se pusieron en
medio del fuego a alabar a Dios. 91 Entonces
Nabucodonosor, asombrado de que veía a
cuatro personas paseándose y alabando a
Dios entre el fuego, preguntó: ¿no echamos
al fuego a tres hombres? - Le respondieron
que sí. 92 Dijo el rey: - Pero estoy viendo a
cuatro hombres que se pasean libremente
en medio del fuego, sin sufrir ningún daño,
y el cuarto tiene el aspecto de un hijo de los
dioses. 93 Nabucodonosor los llamó a que
salieran del fuego 94 y todos vieron que el
fuego no los había lastimado, ni siquiera
tenían olor a humo.
Capítulo 5
El banquete de Belsasar
1 El rey Belsasar dio un
gran banquete para miles de sus altos
funcionarios, y ante esos miles de invitados,
se puso a tomar vino. 2 Después de haber
probado el vino, Belsasar ordenó que trajeran
los vasos de oro y de plata que su padre
Nabucodonosor había sacado del Templo
de Jerusalén. Tanto el rey como sus altos
funcionarios, sus mujeres y sus concubinas
querían beber en ellos. 3 Trajeron pues los
vasos de oro que habían sido robados del
Templo de Dios en Jerusalén. 4 El rey y
sus altos funcionarios, sus mujeres y sus
concubinas los tomaron para beber en ellos:
tomaron vino a la salud de sus dioses de oro,
de plata, de bronce, de hierro, de madera y
de piedra.
5 Pues bien, de repente aparecieron
frente al candelero los dedos de una mano,
que escribían sobre el estuco del muro del
palacio real. El rey vio esa mano que escribía
6 e inmediatamente cambió de color: estaba
espantado, todo su cuerpo y todos sus
miembros temblaban. 7 Gritó con fuerte voz
para que llamaran a los magos, los brujos y
los astrólogos, y ante los sabios de Babilonia
el rey tomó la palabra: «El hombre que lea lo
que ahí está escrito y que me dé a conocer
su significado será revestido de púrpura, se
le pondrá un collar de oro al cuello y ocupará
el tercer puesto en mi reino».
8 Pero ninguno de los sabios que había
venido era capaz de descifrar la inscripción y
de entregar su sentido. 9 El rey Belsasar se
espantó más aún, estaba ya sin colores y sus
altos funcionarios estaban muy asustados.
10 Al enterarse de las palabras del rey y
de sus altos funcionarios, la reina entró en
el salón del festín, pidió la palabra y dijo:
«¡Viva el rey eternamente! No te perturben
tus pensamientos ni cambie así de color tu
rostro. 11 Hay un hombre en tu reino que
tiene en sí el espíritu de los dioses santos.
Durante el reinado de tu padre pudieron
darse cuenta de que había en él una luz, un
juicio y una sabiduría digna de los dioses.
Por eso el rey tu padre lo puso como jefe
de los adivinos, de los magos, de los brujos
y de los astrólogos. 12 Se notaba en él un
espíritu superior, una inteligencia, un juicio, el
arte de explicar los sueños, de interpretar los
misterios y de resolver los problemas; hablo
de Daniel. Llamemos por tanto a Daniel y él
nos dirá lo que significa todo esto.
13 Trajeron pues a Daniel a la presencia
del rey. El rey tomó la palabra y le dijo:
«¿Eres tú Daniel, uno de los desterrados que
mi padre trasladó desde Judea? 14 Me han
dicho que en ti reside el espíritu de los dioses
y que han notado en ti una luz, un juicio y
una sabiduría extraordinarias. 15 Pues bien,
acaban de traerme a los sabios y a los magos
para que leyeran esa escritura y me dieran
su significado, pero han sido incapaces
de hacerlo. 16 Después me dijeron que tú
puedes interpretar y resolver los problemas.
Si puedes leer lo que allí está escrito y darme
a conocer su significado, serás revestido de
púrpura, llevarás un collar de oro al cuello y
serás la tercera persona del reino».
17 Entonces Daniel tomó la palabra y
delante del rey dijo: «¡Guarda tus regalos o
dáselos a otros! Voy a descifrar para el rey
lo que está allí escrito y le daré a conocer el
significado.
18 Oh rey, el Dios Altísimo dio a tu padre
Nabucodonosor la realeza, el poder, la gloria
y la majestad. 19 Debido a ese poder que
había recibido, los hombres de todos los
pueblos, naciones y lenguas estaban llenos
de terror y temblaban ante él. Mataba o
dejaba vivir a su arbitrio, elevaba o bajaba
a quien quería. 20 Pero cuando su corazón
se infló de orgullo y se endureció su espíritu,
fue echado de su trono real y se le quitó
la gloria. 21 Fue expulsado de entre los
hombres porque su espíritu se transformó en
el de un animal; vivía con los burros salvajes,
se alimentaba de pasto como el buey, y su
cuerpo era mojado por el rocío del cielo.
Eso duró hasta el día en que reconoció que
el Dios Altísimo es el dueño de las realezas
humanas y que llama a quien quiera.
22 Pero tú, Belsasar, su hijo, no te has
humillado siendo que sabías todo eso. 23
Al contrario, te alzaste en contra del Señor
de los cielos, dispusiste que te trajeran los
vasos de su Templo y han tomado vino en
ellos tú, tus altos funcionarios, tus mujeres y
tus concubinas. Y han bebido a la salud de
sus dioses de plata y de oro, de bronce, de
hierro, de madera y de piedra, que nada ven,
nada entienden y nada saben. Pero tú no
has glorificado al Dios que tiene tu vida en
su mano y a quien pertenece todo tu destino.
24 Por eso fue enviada de su parte esa
mano para que trazara ese escrito, 25 y ese
escrito dice: «Mené», «Téquel» y «Parsin».
26 Ahora viene la explicación de esas
palabras: «Mené»: Dios ha medido tu reino
y le ha puesto fin. 27 «Téquel»: has sido
pesado en la balanza y tu peso ha resultado
muy liviano. 28 «Parsin»: tu reino ha sido
dividido y dado a los Medos y a los Persas».
29 Entonces Belsasar ordenó que
se revistiera de púrpura a Daniel, que le
pusieran al cuello un collar de oro y que se
proclamara que de ahora en adelante era
el tercer personaje de su reino. 30 Pero esa
misma noche el rey caldeo Belsasar fue
asesinado (por los Medos y los Persas que
invadieron Babilonia). Y recibió su reinado
Darío el medo, que tenía ya sesenta y dos
años. (con lo que se inició el Imperio Persa).
Por Javier Contreras
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