Por Felipe Gómez
La familia está fracturada, y no es por la
ideología de género, sino porque no tenemos
raíces profundas de fe. Esta fracturada,
porque tenemos volteados nuestros valores y
prioridades, trabajamos sin descanso por una
casa, un carro y unos bienes perecederos, y
ponemos nuestro corazón y nuestras metas en
esas cosas pasajeras y superfluas.
La familia está herida porque no le
inculcamos a nuestros hijos el amor a Dios y
al prójimo, porque no aceptamos que nuestros
hijos sean personas con defectos y necesitados
de corrección. Porque no toleramos que se les
llame la atención, y nos comportamos como
fieras cuando algún profesor los llama al orden.
Estamos heridos, porque le huimos a la palabra
sencillez, porque no aceptamos la austeridad
ni la pobreza, porque creemos que tenemos el
derecho de ser servidos, pero no nos gusta servir.
Porque criamos hijos orgullosos y soberbios
al haberles puesto el mundo en bandeja y les
robamos la capacidad de aceptar la frustración y
la dificultad.
La familia está herida porque no sabemos perdonar,
porque no sabemos hablar sin herir al otro, porque le
pedimos a los nuestros una perfección que no tenemos.
Porque caímos en la trampa de considerar el matrimonio
algo desechable.
La familia está herida, porque sacamos a Dios de nuestro
corazón, porque relativizamos la verdad, porque nunca hay
tiempo para orar, porque aceptamos la infi delidad, el maltrato
verbal y físico, porque humillamos a nuestra pareja delante
de nuestros hijos o nuestros amigos.
Porque guardamos silencio ante el pecado
y la maldad.
Definitivamente, es tiempo de ser
mejores familias, es tiempo de reconocer
humildemente nuestros errores, es tiempo
de dar lo mejor de nosotros mismos. Es
tiempo de abrir las puertas de nuestros
hogares de par en par, para dejar entrar a
Dios.
Es tiempo de dedicarle tiempo a nuestros
hijos, de decirles aquí estoy, de enseñarles
más que con palabras con obras, que
aunque la vida sea dura, siempre podrán
contar con nuestra ayuda. Es tiempo de
volver al primer amor, de llenar las tinajas
de vino que se agotaron cuando le dijimos
a nuestra esposa que estaríamos con ella
en la salud y la enfermedad, el la riqueza y
en la pobreza.
La familia no ha sido lastimada tan solo con estas nuevas
doctrinas e ideologías que tanto nos alarman en estas
semanas, tal vez tu o yo como padres, nos hemos encargado
de abrir heridas en eso que decimos amar con toda nuestra
alma. Tal vez, hemos perdido el norte por estar buscando las
cosas de abajo y olvidado las de arriba.
Si, tal vez, se nos olvidó, que la meta es el cielo.
Dios nos bendiga y nos ayude a ser mejores familias,
lugares donde reine el amor de Dios. Donde se ame al
Señor por encima de todas las cosas...Familias conforme al
corazón de nuestro Creador.
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