Por Gustavo González Godina
Es de todos sabido que con alguna frecuencia la justicia y
la ley no tienen nada que ver una con la otra. Las cosas no son
justas porque sean legales, deberían ser legales por ser justas
pero no siempre ocurre así. No todo tiene una explicación, no
todo tiene respuesta, no todo tiene sentido, no todo es justo, no
todo es lógico, pero hay que aprender a vivir con eso.
Cada mañana y cada noche me levanto y me acuesto
con una o varias noticias y reportajes acerca de la deportación
de paisanos que viven ilegalmente en Estados Unidos. Cada
día, desde hace varias semanas, los noticieros de la televisión
mexicana no hablan de otra cosa que no sea de la deportación
y el muro. A menos que los marinos hayan dado de baja a 12
narcotraficantes con “ráfagas de 500 tiros pos segundo”, cosa
ésta que me parecer una exageración (lo de la cantidad de tiros,
no la de muertos, éstos se me hacen pocos).
Tal insistencia en los noticieros nos hace pensar a todos
que es una injusticia la deportación de mexicanos ilegales de
Estados Unidos, y que no debería construir el gobierno de
Donald Trump el muro que insiste en construir. Se habla diario
del atropello a los derechos humanos, como si fuera un derecho
humano vivir en cualquier país sin cumplir con las leyes de ese
país.
Del muro ni hablar, está Trump en todo su derecho de
construirlo, si puede, porque hay pedazos de la frontera que son
inaccesibles (para los trabajos de construcción), y otros que son
propiedad de algunos pueblos nativos americanos, es decir, de
indígenas, a los que la propia ley de Estados Unidos declaró
ya -con anterioridad- como una Nación Independiente, y en
los cuales ya dijeron sus dirigentes que el muro se construirá
sobre su cadáver, o lo que es lo mismo, que primero muertos
antes que permitir que se construya ahí el famoso muro. Por lo
demás, esos indios son los únicos que no son inmigrantes, ahí
nacieron sus antepasados hace siglos, de ahí en fuera hasta la
familia de Trump y de su actual esposa son inmigrantes, los de
Él de Alemania y los de ella de Eslovenia, digo, por si ya se les
olvidó…
De la deportación, en cambio, sí parece (y lo es) del todo
injusto que el gobierno de Estados Unidos esté expulsando de
su territorio a personas que llevan décadas viviendo y trabajando
en aquel país, contribuyendo a su progreso, a la creación de
empresas, pagando impuestos y a veces hasta peleando
como soldados del Imperio en las guerras que emprende éste
contra cualquier país; y sobre todo la separación de familias,
cuando los hijos son ciudadanos americanos porque nacieron
allá, y los padres siguen siendo ilegales o indocumentados. Las
autoridades de Inmigración están haciendo redadas contra estos
y los están expulsando de aquel país, sin importar que los hijos,
menores de edad con frecuencia, se queden allá y las familias
sean divididas por esto motivo.
Eso es a todas luces injusto, es una tragedia para
dichas familias. El problema es que es legal. El gobierno de
Estados Unidos (como el de cualquier país) está en todo su
derecho de hacerlo. México hace lo mismo con los hermanos
centroamericanos, yo viajo con frecuencia al sureste del país y
no me ha tocado ni una sola ocasión, de regreso, en que no sea
detenido el autobús en que viajo por los agentes de Migración,
que se suben (a cualquier hora del día o de la noche) para revisar
a todos los pasajeros, y al que les parece sospechoso de no ser
mexicano lo bajan sin más ni más.
¿Y usted cree que los agentes de Migración de nuestro país
tratan bien a los centroamericanos cuando los interceptan, los
detienen, los encierran y finalmente los deportan? Por supuesto
que no. Y eso cuando bien les va y son elementos del Instituto
Nacional de Migración quienes los detienen, es entonces
cuando menos peor les va… Pero hay muchas autoridades
locales, especialmente jefes de alguna policía municipal, que se
dedican también a detener centroamericanos ilegales, a quienes
despojan del poco dinero y de sus pertenencias que traigan, y
en ocasiones hasta violan a las mujeres jóvenes migrantes si
son atractivas.
Entonces ¿por qué ponemos el grito en el cielo cuando los
agentes de Migración en Estados Unidos tratan mal a nuestros
paisanos, y no cuando nuestras autoridades en México tratan
igual o peor a los centroamericanos?
Todo el migrante que viaja sin documentos a un país que no
es el suyo con la intención de quedarse en éste a trabajar, sabe
perfectamente a lo que se expone. Primero a los peligros del
viaje mismo, a ser detenido y maltratado en el camino, a morir en
el mar o en el desierto antes de lograr establecerse, y finalmente
a ser deportado por el gobierno de ese país. Y si sus hijos nacen
en ese país escogido y obtienen por lo tanto y en automático
la nacionalidad respectiva, saben que algún día puede ocurrir
que sean expulsados unos y otros no, y que la familia quedará
dividida.
Es injusta la deportación.
Es injusto separar familias. Es
injusto el trato que en ocasiones reciben nuestros paisanos al
ser detenidos. Todo eso y más es injusto, pero es legal. El loco
ese de Donald Trump lo puede hacer y lo está haciendo. Como
lo hacen los agentes de nuestro gobierno mexicano con los
indocumentados centroamericanos, ni más ni menos.
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