Por José Alvarado Montes
La muerte en el cristianismo
hizo su aparición en el relato de la
desobediencia del hombre, en el libro
del Génesis en donde Dios prohibió a
Adán y a Eva comer el fruto del árbol
del conocimiento. Tras desobedecer,
los padres de la humanidad fueron
expulsados del Paraíso y condenados
a padecer la muerte corporal. Tomando
como partida este episodio, filósofos y
teólogos cristianos dedicaron extensas
obras a reflexionar sobre la muerte y
el misterio de la vida después de ésta,
en la búsqueda por volver a alcanzar
el perdido estado de gracia. Entre los
autores sobre esta materia destacan:
San Cipriano de Cartago, Ambrosio
de Milán, San Agustín de Hipona,
concordando todos. Creo que después
de la muerte le quedaba otra vida a
nuestra alma y el premio o castigo
correspondiente a sus obras.
La verdadera vida está aquí en
la tierra y consiste en cumplir con la
misma, la que fue creada por los dioses
que hay que venerarlos y alimentarlos,
lo que para tal cosa, los humanos
deben propiciar que la vida se tiene que
combatir todo lo que atente contra ella,
costumbre en la mayoría de las culturas
prehispánicas aun en uso entre ellos
sus difuntos son considerados deidades
protectoras, los descendientes tiene una
especie de miedo y reverencia y creen
que si son descuidados, si no se les
venera y adora, después de su muerte
estos puedan causarles enfermedades
e infortunios.
La tumba de mayor antigüedad
hasta hoy corresponde al hombre de
NEANDERTHAL y a través del estudio
de ésta se ha inferido que
el acto de sepultar a los
muertos se trata de una
práctica ritual debido al
acomodo de los cuerpos.
En algunas tumbas se
acompañaban de ofrendas
florales, alimentos, armas,
ropa ostentosa e incluso
piedras preciosas que
adornaban su morada.
Durante el siglo XVII, ya
instalado el cristianismo en
América, la muerte se convirtió en un
proceso estrictamente regulado por el
Clero, lo que trajo un cambio profundo
de las costumbres y prácticas de los
indios. Se exigió enterrar los cuerpos de
los difuntos en templos e Iglesias y se
comenzaron a regir por un reglamento
sumamente estricto. Los difuntos no
podían ser enterrados en el campo, sólo
a los infieles se les enterraba en lugares
lejanos. En 1555 el primer Concilio
Mexicano estableció que carecerían
de eclesiástica sepultura aquellos que
no se hubieran confesado y recibido el
sacramento de La Eucaristía en el último
año de su vida. En 1583 a este mandato
se agregaron los excomulgados, los
censurados, asesinos, suicidas, y
aquellos que murieron sin haber sido
bautizados, no deberían estar en público
sino ocultos para que los fieles vivos no
recordaran sus fechorías, por lo que sus
cuerpos eran tirados en barrancas, o a
campo raso.
Para la sepultura dentro de los
templos los lugares más importantes,
escogidos por los ricos, eran los más
cercanos a las reliquias o al altar donde
se celebraban los oficios divinos. Los
pobres eran sepultados en atrios o
jardines de los templos o conventos,
mas las frecuentes pestes que
cobraban cientos de víctimas, los olores
y la insalubridad generaron molestias o
infecciones en los vivos. Así surgió la
necesidad de crear cementerios fuera
de las poblaciones. Esos fueron los
primeros pasos de la higiene pública.
Cuando era niño mis juegos infantiles
los desarrollaba en el jardín del hospital,
el río y las huertas, de preferencia la de
Don José L. Padilla, y se unían a los
juegos los hijos de la familia. Un día
nuestra diversión se suspendió, pues
había fallecido un niño. Con curiosidad
seguí con atención todo lo que sucedía.
Al cuerpecito lo tendieron en una mesa,
al tiempo que recitaban en vos alta algo
que no supe si era una oración, canto o
alabanza, de lo que esto recuerdo:
Vamos en nombre de Dios
a vestir a este Ángel bello
de la punta de los pies
hasta el último cabello.
Ángeles y serafines
acompañen este altar,
¡ah! qué dicha de padrinos
que un Ángel van a entregar.
Recibe palma y corona
hasta de dos mil primores
Ángel que vas para el cielo,
niño cubierto de flores.
Los padrinos con las flores
con gran gusto y contento,
pues ya van a entregar
aquí el primer sacramento.
El niño fallecido era
EL HIJO DEL HORTELANO
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