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¿Por qué oscura razón Trump odiará México, si no se pierde
de vista que James K. Polk, conocido como Polk, el mendaz, otro
presidente de Estados Unidos de su misma calaña, nos robó la
mitad de nuestro país en 1848, un poco más de dos millones
de kilómetros cuadrados? ¿No era para estar inmensamente
agradecido con sus vecinos del Sur? ¿Por qué todavía odiar al
que le robaste Tejas, así con jota, después de la ejecución de
una perversa y no menos amañada anexión, además de los hoy
conocidos estados como Nuevo México, Arizona, California,
parte de Utah y de Colorado? Claro que Polk, el mendaz, porque
engañó aviesamente a su Congreso cuando alegó que “sangre
norteamericana se había derramado en territorio norteamericano”.
¡Mentira! Una de las grandes mentiras de la historia: se derramó
sangre, sí, pero en territorio mexicano.
El tiempo, gran medicina, había venido cicatrizando las viejas
heridas causadas a lo largo de la historia, empezábamos a superar
el tremendo traumatismo derivado de las relaciones bilaterales,
hasta que Trump llegó a la Casa Blanca para arrancar brutalmente
las costras sin justificación alguna. ¿El odio lo mueve a despertar el
feroz nacionalismo mexicano, antinorteamericano por defi nición, a
erigir un muro entre ambos países, a cancelar un Tratado de Libre
Comercio que implica transacciones diarias por más de mil millones
de dólares diarios, a llamar “violadores, asesinos y ladrones” a
los mexicanos, a tratar de imponer un gravamen a las remesas
enviadas por nuestros trabajadores a sus familias en México e
intentar deportar a millones de compatriotas? ¿El odio ciego lo
lleva a atentar en contra del equilibrio geopolítico y de la estabilidad
conquistada después de más de un siglo y medio de búsqueda de
complejos entendimientos?
¿Por qué odiar al segundo cliente de Estados Unidos, cuando
somos la decimocuarta economía del mundo? ¿Por qué odiarnos
si les compró 260.000 millones de pesos en 2016?
¿Por qué odiar
al vecino si combatimos al narcotráfico en nuestro territorio para
disminuir las exportaciones de drogas a Estados Unidos con un
altísimo costo de vidas humanas? ¿Por qué odiar a México si lucha
por impedir el flujo de al menos 150.000 migrantes centroamericanos
al año, con destino a la frontera yanqui? ¿Y si nuestras Fuerzas
Armadas y nuestras policías se declararan en huelga de brazos
caídos, y ya no intentaran impedir el tráfico de enervantes ni de
migrantes, salvo en lo que nos afecte? ¿Por qué humillar a México
y disfrutar la depreciación del peso con tan solo apretar el botón
de Twitter y festejar a carcajadas el daño? ¿Y las relaciones del
buen vecino? ¿No se darán cuenta en la Casa Blanca de que
mientras más devalúen nuestra moneda, menos bienes y servicios
compraremos en Estados Unidos, y más atractivo será México para
los turistas norteamericanos?
Cuando el kaiser alemán invitó en 1917 a México y a Japón
a trabar una alianza militar en contra de Estados Unidos durante
la Primera Guerra Mundial, el presidente mexicano rechazó la
oferta teutona. Durante la Segunda Guerra Mundial millones de
campesinos mexicanos fueron a trabajar en los campos de California
y Texas para proveer de alimentos a los soldados norteamericanos
que combatían a los nazis en los frentes europeos. ¿Por qué odiar
el famoso Plan Bracero? ¿Por qué entonces el odio?
¿Por qué crear un problema donde no existe? ¿Por qué volver a
estimular el odio y arrancarnos viejas costras, en lugar de proponer
intercambios educativos, culturales y económicos, en benefi cio
de ambas naciones? ¿A quién le conviene una guerra comercial
o la cancelación de ayudas recíprocas en materia de tráfico de
enervantes o de personas? México no es una superpotencia, pero sí
puede girar la cabeza hacia Europa o hacia el hemisferio sur o bien
en dirección a China para empezar a comprar todos aquellos bienes
e insumos que anteriormente adquiríamos en Estados Unidos.
¿Trump nos odia porque le compramos casi 300.000 millones de
dólares al año o porque los de su clase nos robaron medio país
o porque somos un muro para evitar el fl ujo de enervantes y de
personas a su territorio? Raro el odio, ¿no…?
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