
En 1841, el abogado norteamericano,
Bratz Meyer, quien fue secretario de la
delegación de su país, periodista y escritor
de varios libros, recorrió gran parte de la
república y al llegar a este lugar escribió
“el pueblo de San Juan es un lugar donde
los comerciantes de toda la república
ofertan sus mercancías, los rancheros que
viven a su alrededor hasta de 100 leguas
de distancia van con su familia a este
pueblo en donde hay una preciosa iglesia
dedicada a Nuestra Señora de los Lagos,
las medallas que se ponen en su honor
son vendidas a la entrada del templo,
anteriormente los indígenas se dedicaban
a una religión
sangrienta, de las
tribus Cascanes,
Guachichiles ,
Guamares, hoy
día muchos son
labradores y
partidarios de
la doctrina de la
Iglesia Católica , en
muchos aspectos
sus modales son
raros, continúan
utilizando el arco y la
flecha como armas,
sus ALJABAS están
hechas de piel de
venado o de tiburón,
las puntas de sus
flechas son de
madera dura”.
Antes de Él, el
aristócrata ruso Ferdinan Petrovich con
el título de Barón, académico naval,
explorador, diplomático, almirante y
políglota, realizó viajes por todo el
mundo. Llegó a México desembarcando
en San Blas, Nayarit, recorrió la ruta
Guadalajara, México Veracruz, donde se
embarcó de nuevo a Europa. En 1836
escribió diversos artículos de su viaje, y
al pasar por este lugar anotó: “comimos
en un pueblo pequeño llamado San Juan
de los Lagos, es un lugar famoso por
su bella Iglesia, que contiene grandes
riquezas, construida en el sitio donde
apareció la Virgen quienes según dicen
dejó un rosal en la peña como señal
de la veracidad de su aparición en este
lugar, donde antes nunca había crecido
nada, San Juan se encuentra en una
hondonada, los alrededores son pobres y
desérticos, aquí en Diciembre se celebra
una peregrinación en la cual se juntan
hasta cuarenta mil personas que vienen
de las regiones más apartadas del país,
al mismo tiempo se organiza un feria en
la que circulan un capital de cincuenta
millones de PIASTAS en el término de
dos semanas, la iglesia recibe donativos
considerables, efectivamente es muy rica,
el altar es de oro y
plata”.
A principios
del siglo XX
Agustín Basave
escribe lo que vio
en esta feria: la
familia rezandera
coreaba Aves
Marías, sobre el
canto alto de las
mujeres, se oía el
flautín del niño y
dos octavas más
abajo la voz del
padre, recordó la
lastimosa oración
del tullido, los
patéticos tonos
de los lectores
del Viacrucis.
Gangueos, toses, igeos, periódicos
e inquietudes, rezos interminables,
pobreza que pide alivio, necesidades que
claman ayuda, penas que se amortiguan
cuando se confía en la Virgen. Afuera del
templo se ofrecían calabazates dorados
de Guadalajara, encajes y deshilados
de San Miguel, monos de barro de San
Pedro, Zarapes de Zacatecas, frutas
pasadas de Aguascalientes, conchas,
caracoles y erizos de la peña, borreguitos
de Silao, guantes de Salamanca, milagros
de plata y cera, naranjas, limas y plátanos
costeños, cañas, cacahuates, fritangas
y arbolarea , abundaban los limosneros,
dos ciegos dialogaban en verso sobre la
Pasión y Muerte de Cristo y cada vez que
pronunciaban este nombre los del coro
se descubrían con respeto, al terminar
se arrodillaban y decían unos cuantos
latinajos barbaros, el más viejo pedía
para ambos la caridad de la buena gente
por el amor de Dios, luego se marchaban
por las calles adornadas con festones de
papel de China”.
Entre otras muchas cosas, el amor,
la nostalgia, la gente, la arquitectura de la
ciudad me llevan a recordar de lo que ya
se fue, lo trasformado……………… de los
TIEMPOS VIEJOS.
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