Por Mar Gómez
En mayo de 1883 comenzaron una
serie de erupciones que continuaron
hasta el 27 de agosto de ese mismo año
cuando una impresionante explosión
cataclísmica voló la isla en pedazos.
Durante dos años la suspensión de
sus cenizas en la atmósfera produjo
extraordinarios fenómenos ópticos en
todo el mundo y ayudó a los
meteorólogos a comprender
la circulación general
atmosférica. De tal magnitud
fue la explosión que se
percibió en un 10% de la
superficie terrestre, viajando
hasta la isla de Madagascar
y Australia (ambas distan
entre sí 7.600 kilómetros)
generando tsunamis con
olas de 40 metros de altura
y un cono de cenizas de
80 kilómetros de altitud.
Las olas fueron de tan
envergadura que llevaron a
un buque de guerra al centro
de la selva.
Como 7.000 bombas
atómicas de Hiroshima, Tal fue su
energía (de 200 megatones) que si
se compara con la bomba atómica de
Hiroshima, esta erupción fue 10.000
veces más poderosa. Tres años
después, los observadores de todo el
mundo describían el crepúsculo y el
alba de brillante colorido, producido
por la refracción de los rayos solares
en esas partículas minúsculas. Los
bomberos de Nueva York creyeron
ver fuegos en la lejanía, causados por
nubes de polvo incandescente.
El estruendo de la destrucción de
Krakatoa se cree que es el sonido
más alto registrado en la historia,
alcanzando los niveles de 180 dB. Se
dice que marineros que se encontraban
a 40 kilómetros a la redonda quedaron
sordos del estruendo. La isla fue
básicamente arrancada de cuajo
y para que os hagáis una idea,
aproximadamente una superficie como
todo Manhattan desapareció sin dejar
ni rastro.
Su efecto en el clima
Debido a que las cenizas de la
erupción del Krakatoa alcanzaron
aproximadamente 80 kilómetros de
altitud, esto aseguró su permanencia
por años en la estratosfera, la capa
por encima de la troposfera y una capa
más estable que esta. Allí las cenizas
del volcán permanecieron por años
tapando en cierto grado la radiación
solar y disminuyendo la temperatura
global del planeta hasta 1.2ºC en el
año siguiente. Miles de toneladas se
esparcieron por el globo impulsadas
por los vientos, parte de ellas sirvieron
para identificar la Corriente en chorro
o Jetstream, uno de los mayores
descubrimientos meteorológicos de la
época, que las impulsó en cuestión de
meses hacia Europa.
El grito del Krakatoa
Paseaba por un sendero con dos
amigos – el sol se puso – de repente
el cielo se tiñó de rojo sangre, me
detuve y me apoyé en una valla muerto
de cansancio – sangre y lenguas de
fuego acechaban sobre el azul oscuro
del fiordo y de la ciudad – mis amigos
continuaron y yo me quedé quieto,
temblando de ansiedad, sentí un
grito
infinito que atravesaba la naturaleza.
Estas son las palabras del famoso
pintor Edward Munch de quien dicen,
se inspiró en esta erupción volcánica
para pintar el cuadro
de “El Grito”. En este
cuadro, se ve de fondo
el fiordo de Oslo desde la
colina de Ekeberg. Pero
¿cómo es posible que si
Munch se encontraba en
Oslo sintiera los efectos
de la erupción que se
producía en Indonesia?
el - grito - munch -
krakatoa
Como comentábamos
anteriormente los efectos
de la erupción no fueron
pasajeros sino que
perduraron durante
varios años y además
la ceniza alcanzó la
estratosfera y se redistribuyó por el
globo oscureciendo el cielo de todo el
mundo y produciendo espectaculares
puestas de sol debido a la refracción de
los rayos solares en las partículas de
ceniza en suspensión en la estratosfera.
Seguramente esto es lo que vió Munch,
y que le valió de inspiración para esta
valoradísima obra de arte.
En 1927 comenzaron nuevas
erupciones volcánicas en el fondo del
mar, de las que surgió una nueva isla
en el mismo lugar conocida como Anak
Krakatau (‘Hijo de Krakatoa’). La isla
está deshabitada. Algunos geólogos
afirman que algún día el Anak Krakatau
reventará incluso con la misma fuerza
que el volcán anterior.
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