Por Dómenik Aerlín Monserrat Cázarez Carrillo y
Tonatiuh Villamil Arriaga. Lic. en Nutrición, 1er. semestre.
Materia: Bioética y Universidad
Mtro. Pablo Huerta Gaytán
Centro Universitario de Los Altos, UDG
phuerta@cualtos.udg.mx
Se dice que en América se tienen las cosas más
grandes, pero es una burla que se incluyan a las personas,
porque también se dice que la mayoría de los americanos
son obesos.
Lo cierto es que en los países americanos,
anteriormente sólo en ocasiones especiales para la
familia se comía fuera de casa. Ahora se ha hecho tan
frecuente que algunas mamás, obligadas por la necesidad
de trabajar y contribuir al sostenimiento económico del
hogar, han olvidado incluso cómo preparar los alimentos.
No es que sea malo comer fuera de casa, lo malo es
comer alimentos que no sirven para nutrir y, en contraparte,
dañan la salud al paso del tiempo. Están pagando por ello
y no sólo vacían su billetera sino robustecen su cintura.
Resulta irónico que, cuando los americanos, mejor
dicho los norteamericanos, se hartan de lidiar con su
exceso de grasa o peso y denuncian a las empresas a
las que acudían a comer día tras día; culpan a los que
producen esa comida chatarra en vez de cambiar sus
hábitos alimenticios y realizar actividad física porque
cada persona es responsable de lo que decide comer y
dónde comer.
La influencia de grandes empresas de comida
rápida es innegable porque el ritmo de vida en las mega
urbes (incluso en ciudades como Tepatitlán) cada día
la población económicamente activa se ve obligada
a consumir en lugares que se dedican a preparar esa
comida, incluso ofrece el servicio a los lugares de trabajo.
Por el vertiginoso ritmo de vida impuesto en las
ciudades, estas empresas o negocios no son culpables,
pero se fortalecen cuando las personas, por la razón
que sea, deciden mantener esa dieta y consumen esos
alimentos de manera cotidiana. Lo cierto es que se
contribuye a que sigan creciendo económicamente.
Hoy se dice que en México ocho de cada 10 adultos
y seis de cada 10 niños son obesos; de los cuatro infantes
restantes al menos dos tienen desnutrición. Es grave que
nuestros hábitos alimenticios no cambien para tener una
mejor salud y calidad de vida, un mejor desarrollo, una mejor
sociedad, un mejor futuro.
Según versiones de los especialistas, al paso que
vamos, los mexicanos tendremos menos esperanza de vida,
más problemas cardiovasculares y enfermedades crónica;
aumentarán los problemas psicológicos, sociales y muchas
otras enfermedades.
Al momento de comer una hamburguesa, una sopa
instantánea, un chocolate, o una pizza, debemos pensar
primero si realmente estamos preparados para el daño
que pueda provocar en nuestro sistema alimenticio. ¿Es
solamente un alimento o un problemas a futuro?
Cuando cada persona sepa nutrirse y no sólo alimentarse,
la sociedad podrá cambiar para bien, porque una buena
alimentación cambia muchas cosas y se puede comparar
con los valores recibidos en casa.
Muchas veces esto suele parecer imposible, pero con
educación más que nada, esto puede y debe ser posible; a
veces con la educación no basta pues incluso nutriólogos a
veces no dan buen ejemplo.
Hay que fomentar los buenos hábitos alimenticios que se
deben enseñar desde el hogar, pero lamentablemente hoy
día salvo excepciones, no se hace ni se enseña a los hijos a
alimentarse sanamente.
Cuando se habla de una buena alimentación no sólo
es comer frutas y verduras, hay que agregar proteínas,
vitaminas, leguminosas y claro, también los carbohidratos,
aunque con moderación. De vez en cuando no es malo
comer una que otra hamburguesa o comida chatarra, el
detalle es que mucha gente lo hace en exceso; como dicen
“la dosis, es el veneno”.
Otra mal hábito de las personas, principalmente las
mamás, es mal acostumbrar a los niños, cuando no se
quieren terminar su comida, o quieren ir a algún lado, hacen
berrinche o se portan mal, suelen decirles, si haces esto te
doy refresco o dulces, o si te portas bien te compro frituras
o golosinas; así orillan a los niños a comer mal desde
pequeños.
En conclusión el cambio está en uno mismo, empieza por
tu propio hogar y después por quienes te rodean.
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