Por: Eduardo Castellanos
Su medio de transporte es un viejo Jeep con más de
cuarenta años al que ha tenido que reparar el motor en
dos ocasiones. En el antiguo vehículo carga cepillos,
palas, picos, marros, rastrillos, tijeras para jardinería,
entre muchas otras herramientas nuevas y usadas que
comercializa en el tianguis, actividad a la que también
le ha dedicado más de
cuarenta años.
Irineo tiene 95
años, cuatro hijos: tres
varones y una mujer;
nietos no recuerda si
son siete u ocho, dice no
tener bisnietos porque
se casó cuando tenía 45
años. Hace más de seis
décadas se mudó a la
capital del país en donde
se probó como cobrador,
luego fue a buscar suerte
los Estados Unidos
de Norteamérica, en
donde se inició como
comerciante.
“Primero me fui para la capital de México, allá dure
tres años de abonero, luego me vine y me puse a
sembrar. Sembré como dos o tres años y mejor me
fui para Estados Unidos; allá viví 21 años, allá tuve y
críe a mi familia, mis hijos son nacidos de aquel lado y
mi mujer también. Entonces cuando yo tenía la familia
chiquilla, me dieron la pensión, me vine y ya no volví
para allá y como allá vendía fierros, pos aquí le seguí.
Toda la vida he sido tratante, he comprado y vendido”.
“Estando en el Norte trabajaba en el fil los seis días
de la semana, el domingo o el día de fiesta me iba a
venderla al tianguis o a comprar, porque allá también
compraba y vendía, nomás que de aquel lado si era en
grande, compraba refrigeradores, lavadoras y de todo.
Carros también compré muchos”, dice Casillas.
Algunos años en el tianguis fueron buenos para
el nonagenario, quien narra los tiempos de bonanza
y la debacle del negocio, que quizás por las crisis
económicas y el crecimiento de la competencia han ido
menguando las ventas con el pasar de los años.
“Cuando empecé yo aquí cada ocho días iba a
Guadalajara a surtir, horita voy por allá cada mes y
nomás traigo unas cuantas cositas. Ya no se vende,
está muy malo el negocio, pero pos no tengo otra cosa
que hacer”.
A pesar de la edad,
Irineo es un hombre
activo, que duerme y
come bien. Va a misa
para dar gracias a
Dios o alimentar la fe.
Trabaja todo el tiempo y
conversa con la gente.
Se rehúsa a jubilarse
o enclaustrarse en las
paredes de su hogar.
Prefiere seguir haciendo
una de las cosas que
más lo apasionan:
comprar y vender.
“Me dicen que me
esté en la casa que ya ni
puedo, es que tengo 95 años, digo: no si me estoy en la
casa me muero más pronto. Necesito estar activo. No
me aqueja ninguna enfermedad, tengo buenos oídos,
tengo buenos dientes, buenos brazos, estoy muy bien.
Duermo bien, como bien y hasta trabajo”.
“Todos los días me acuesto a las nueve de la noche
o un poco más tarde, me levanto a las 4:00 a.m. me
voy a misa de cinco. Cuando no estoy vendiendo
arreglo cositas, allí tengo tornillos y esmeriles para no
aburrirme”.
El Jeep que transporta a Irineo los días de tianguis
es solo uno de los tres que le quedan después de
haber vendido otros tres, pero es el actual, uno de color
azul con blanco de franja roja que también sirve como
base de una lona publicitaria en donde una marisquería
(o de camarones, como se dice en Tepa) anuncia los
precios de sus cocteles y tostadas en el tianguis de los
jueves y domingos del Parque Hidalgo.
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