M. en C. Idalia de Jesús Ruíz García
PhD. José Rogelio Orozco Hernández
Cuerpo Académico “Sistemas Pecuarios (CA-330)”
Departamento de Ciencias Pecuarias y Agrícolas,
CUALTOS
M. Sc. Edgardo Patricio Ortiz Muñoz
Ing. José Alfonso Esparza Barajas
Centro Universitario de los Altos
Universidad de Guadalajara
En la actualidad los residuos de antibióticos en la salud
humana es una constante preocupación de cualquier
especialista involucrado en la producción de proteína
de origen animal (médico veterinario y zootecnista,
ingeniero en sistemas pecuarios, agrónomo zootecnista,
etc.). Sobre todo cuando su uso en el proceso productivo
es a mediano y corto plazo, como por ejemplo en leche,
huevo o carne de ave, cerdo, peces, conejo, etc. que
llegara al consumidor en poco tiempo.
Ciertamente los antibióticos se han empleado desde
hace años para tratar padecimientos o patologías
originadas por microbios sensibles a ellos. Pero,
también se utilizaron como promotores de crecimiento,
previniendo algunas enfermedades recurrentes, en dosis
bajas pero constantes. Por lo tanto, su retiro permitía
que las infecciones regresaran adquiriendo la causante
cierta resistencia, afectando el proceso productivo y
económico para la industria en sistemas pecuarios. Sin
mencionar que a los especialistas en salud veterinaria
les complica la terapéutica, pues en ocasiones los
alimentos ofrecidos ya son medicados desde la fábrica.
De allí la urgencia a encontrar promotores de crecimiento
que carezcan de residualidad o generen resistencia,
pero si un efecto anti-microbiano, sin afectar de manera
sustancial el bolsillo del productor.
Se puede encontrar en la literatura científica publicada,
tanto internacionales como nacionales, artículos ejemplo
de ellos como los probióticos que se apoyan en el uso de
bacterias (como cocos, bifidobacterias y lactobacilos) y
levaduras, que principalmente fermentan carbohidratos,
transformándolos en ácidos y otras substancias para
controlar el desarrollo de organismos patógenos del
tracto gastrointestinal.
Por otro lado, múltiples autores han mostrado
que prebióticos como los ácidos orgánicos: fórmico,
acético, propiónico, butírico, láctico, sórbico, fumárico,
tartárico, cítrico, benzoico, y málico, también conocidos
como acidificantes de alimento o agua, así como
ciertas hierbas o partes (conocidos como fitoaditivos
o fitoterapéuticos), sus extractos (acuoso y/o lipídico)
o de sus aceites esenciales sobre el desarrollo de
especies bacterianas benéficas para el organismo,
muy específicas, representando este fenómeno una
estrategia innovadora, segura y eficiente desde el punto
de vista económico.
Además de sus principios como antioxidantes,
compuestos fenólicos, terpenos, con efecto estimulante
del apetito. Cuya acción además puede ser de un
efecto variable en la reducción de ciertas familias de
bacterias infecciosas malignas, como las del género
Gram negativas (habitante normal del intestino), que
están relacionadas con la presentación de diarreas en
animales jóvenes y en aves en postura. Donde se afecta
la productividad (ganancia de peso, producción) general
del individuo en diferentes momentos de crecimiento.
También se pueden encontrar en los fitoaditivos,
sustancias astringentes como proantocianidinas,
taninos hidrolizables y saponinas que hasta cierto punto
colaboran en el mantenimiento de la salud intestinal y
de todo el cuerpo a través de su acción. Además de
encontrarse las zeolitas que poseen un efecto específico
de adsorción de las micotoxinas, que siempre se
encuentran en el alimento ofrecido a las especies
consideradas productivas, evitando con ello, que dañen
la salud del animal.
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