En un lugar del mundo que no era la Mancha, pero que
tampoco quiero acordarme, hubo tiempo ha, fantásticamente
hablando, una máquina que podía leer la mente humana, y con ella
se podía conocer los pensamientos más secretos del alma y leer
ese lenguaje desconocido con que hablan los corazones y que a
veces, como cuando alguien es capaz de amar de verdad, puede
leer con fluidez en la mirada y en los gestos de la persona amada;
pero que mientras no se da esa condición, es un lenguaje críptico
para los profanos, como las rayitas sin sentido que vemos en los
abecedarios de idiomas lejanos a nosotros.
Del archivo de la máquina, - de entre su rico anecdotario-,
extrajimos algunas muestras que ahora compartimos con vosotros,
nuestros amables lectores, para que veais como, a consecuencia
de nuestro analfabetismo emocional; a veces, queriendo componer
las cosas, las descomponemos más de lo que están… y luego no
entendemos qué nos ha salido mal.
La visita de Mariquita a su hermana
Mariquita fue a visitar a su hermana la norteña. Después de la
primera noche de su estancia allá, a la mañana siguiente, la casera
se despertó temprano y empezó a arreglar su casa haciendo un
poco de más ruido de lo normal. Mariquita se despertó molesta
pensado en lo descortés de su hermana que no tenía consideración
de la visita dormida y a una hora inoportuna estaba haciendo sus
quehaceres domésticos, y además, haciendo un ruido mayor de lo
necesario. Por cortesía no le dijo nada, pero se guardó para sí el
pensamiento de que su hermana era muy escandalosa, inoportuna,
descortés con las visitas y etcétera, etcétera, etcétera…
Pero la máquina que leía el pensamiento nos dice, que la
hermana de Mariquita, como casi todas las personas de este
mundo, tenía una enorme necesidad de aceptación de parte de los
demás; quería ser considerada por todos como llena de virtudes,
como persona más allá de lo aceptable, como deseable, como
popular, como que todos le tuvieran en alto concepto; y partiendo
de esto y de que en su cultura se hablaba de la enorme virtud de las
mujeres laboriosas, ella quiso ponerse a arreglar la casa temprano
pensando en causarle una buena impresión a la visita, y que al
regresar a su pueblo ésta, se fueran diciendo de la anfitriona; que
qué trabajadora era, que habiéndose acostado tarde por atender
a sus huéspedes, no tenía ningún reparo en madrugar para tener
la casa impecable y el desayuno preparado, para cuando todos
despertaran; y hacía ruido además, porque deseaba llamar la
atención y quería en su yo interior que todos dijeran: mira, yo aquí
muy agustito en la cama debajo de mis cobijas y la virtuosa de mi
hermana tan temprano que está trabaje y trabaje.
Una hizo el ruido queriendo llamar la atención a su
laboriosidad, esperando recibir unos elogios tan necesarios en su
vida, y en la de casi todos los humanos, tan indispensable a su
alma como el masaje y el descanso lo es a los músculos. La otra,
con su corta vista, sólo se incomodó por que la despertaron antes
de tiempo, fingió indiferencia ante el asunto por elemental cortesía
y en la primera oportunidad se pintó de colores y dio por terminada
la visita… y regresó a casa llevándose entre su equipaje mental el
concepto de que su hermana era una inoportuna y desconsiderada
con la visita, en tanto que ella había hecho un largo viaje desde el
infinito y más allá, sólo pensando en visitar a su querido familiar.
Si Mariquita hubiera tenido la máquina que leía la mente
humana, sabría que en realidad su hermana, en su idioma de
necesidad, le estaba diciendo que necesitaba un elogio, un
pequeño reconocimiento a su vida diaria, y que lo pedía a gritos, y
que lo deseaba mucho, mucho, aunque fuera uno bien pequeñito,
lo suficiente para cargar su batería, y seguir bogando por esta
vida matraca. Pero no, no lo supo, y por ese pequeño detalle de la
incomunicación humana; la petición que una intentó transmitir a la
otra con sus actitudes, sólo consiguió distanciarlas más entre sí y
dejarlas a ambas con su mutua hambre de aceptación social. Aunque
este alejamiento emocional de las personas, frecuentemente se
disfraza y se disimula con los gestos de cortesía que la cultura nos
ha enseñado a tener para con nuestros familiares cercanos; y que
por lo general, nos hace suponer que las relaciones al interior de las
familias están mejores de lo que en realidad son.
Los que estaban casados
La señora recibió a su marido en casa gritándole a voz
en cuello que se regresara con sus viejas y prostitutas donde se
pasaba el tiempo tan a gusto, porque esa era una casa decente y
ahí vivía una familia bien hecha y de buenas costumbres; el marido
sólo se le quedó viendo, se dio media vuelta y se fue a dormir a
un hotel… y eso sucedió un montón de veces antes de que el
matrimonio de disolviera por completo y de manera irreparable.
Cuando platicamos con la señora tiempo después, ésta nos
comentó que el matrimonio se había disuelto por la constante
falta de su esposo a la consideración que debía a su esposa y
a la familia; porque él frecuentemente se la pasaba en fiestas y
parrandas donde siempre había mujeres de dudosa moral, lo que
generaba un ambiente del que se debía sospechar todo; pero que
por más que ella le dijo a su marido que se compusiera, éste no
puso el empeño necesario y al contrario; a veces, apenas llegaba a la
casa y cuando ella intentaba hablar, él sin decir nada, se regresaba a
continua con su vida de perdición, por lo que no hubo más alternativa
que disolver el matrimonio.
Cuando pudimos platicar con esposo, éste nos dijo que la
mayor parte del tiempo él estaba trabajando para su familia y que
cuando llegaba a la casa a descansar y a convivir con ellos; su
esposa lo recibía a gritos reclamándole su constante ausencia de
la casa y diciéndole que su tardanza en llegar se debía a que él
andaba de parrandero. Él dice que deseaba platicar y explicarle a su
esposa el motivo de su tardanza en el trabajo, pero ella no estaba
para dialogar y sólo le gritaba en un volumen de voz que bien podrían
estar escuchando los vecinos y que entonces, él, para no hacer el
asunto más grande, se salía de la casa y se
iba a dormir a un hotel. Y esto sucedió así
muchas veces, hasta que el asunto reventó
con la única solución que se podía esperar.
Cuando vimos el asunto en
la maquina que leía la mente, supimos
que el marido tenía un trabajo en el que
frecuentemente debía atender a personajes
que venían de otros lados, y la atención
implicaba llevarlos a comer y con frecuencia
tomaban alguna copa o dos junto con los
alimentos. En ocasiones la comida se hacía
al salir de trabajar y esto daba a la esposa la
impresión de que el tipo era muy parrandero y
que en vez de irse directo a su casa después
del trabajo, éste prefería irse de juerga con
sus amigotes.
La máquina tiene registrado que el marido quería y necesitaba
mucho a su familia, que se preocupaba por ellos y que por eso no
abandonaba el trabajo que tenía, pues de ahí salía el sustento familiar:
él pensaba que se partía el alma por ellos, a veces teniendo que
convivir con personas poco escrupulosas, en ocasiones tendiendo
que acompañarlos con algún licor, aún sin que le apeteciera hacerlo;
y cuando por fin llegaba al remanso de paz del hogar, su esposa lo
recibía gritándole su indignación porque el niño se cayó de su silla
y le salió sangre del raspón y ella lo necesitaba a él para sentirse
apoyada y descansar, pero él no llegó en toda la tarde y ella explotó
y lo recibió a gritos.
Si el marido hubiera sabido lo que estaba registrado en la máquina,
sabría que su esposa lo amaba mucho, que anhelaba verlo llegar
del trabajo y sentir su compañía y apoyo. Que le preocupaban sus
constantes tardanzas y en su desconocimiento de las necesidades
del trabajo de su marido, se le figuraba que él se tardaba sin
justificación o hasta por ser desconsiderado con su esposa. Ella se
daba cuenta que con frecuencia él olía a licor y suponía que había
estado en una fiesta, y concluía que por supuesto que debieron tener
compañía femenina; y entonces se sentía desplazada y sumamente
celosa y conforme avanzaba la tarde, las sospechas y la ira se
amontonaban en su mente hasta el punto de hacer explosión y no
permitirle el razonamiento… y entonces cuando él llegaba, ella ya no
estaba para dialogar sino que le dirigía toda la artillería de su temor
y coraje acumulados.
Él, que llegaba de todo un día de estar atendiendo a sabe Dios
cuántos tipos insolentes y anhelando descansar en la paz de la
familia, se encontraba con una esposa furibunda a la que le quería
explicar el motivo de su tardanza pero que no le daba chanza de
hablar porque le interpelaba a gritos: “y no me interrumpas que ya
me tienes hasta la madre, lárgate con tus prostitutas con las que te
has pasado la tarde” y otras cosas más por el estilo, que no veía otra
opción más que callarse y retirarse de la casa como única forma de
parar la perorata de su mujer.
Si el marido hubiera tenido la máquina que leía la mente, sabría
que en sus voces de indignación, ella estaba clamando a gritos que
se sentía insegura por sus constantes tardanzas, que temía perderlo,
que lo amaba con un amor del tamaño de sus gritos, que necesitaba
sentirse amada y que quería que él al llegar le dijera que no tuviera
pendiente, que ella era su única razón de ser, que
la amaba, que no podía tener ojos para otra, que
involuntariamente la dejaba toda la tarde sola…
que también la necesitaba para poder vivir… que
la amaba… que la amaba… que la amaba…
Todo se hubiera arreglado si desde la primera
vez que ella explotó, él hubiera podido dejarla
desahogarse y luego le hubiera dicho que ella
era el sol de sus días, que la necesitaba…que
ella era insustituible en su vida, que no la podría
cambiar por nada, que nadie podría llenar el
espacio que ella ocupaba en su corazón, que
durante todo el día esperaba el feliz momento
de regresar con su esposa y sus hijos… todo se
hubiera arreglado en la familia si hubieran podido
platicar, si hubieran podido saber lo que había
en el corazón del otro… habrían luchado juntos para salir adelante
… pero no, él no sabía nada de lo que tenía ella en su mente. Y
acabó destruida la familia y todos sus miembros lastimados y con
suficientes cicatrices en el alma, como para que cuando a su vez
quieran formar familia, en la primera vez que su pareja reclame algo,
se abra de nuevo la herida y empiece con dolor a sangrar.
Hay quienes piensan que su pareja “les salió mala”. No saben
que la están viendo con los ojos inundados de lágrimas del pasado,
de un pasado tan lejano que ya ni lo pueden recordar… pero que
a la primera oportunidad, salen las lágrimas no vertidas, el llanto
silencioso que nunca fue enjugado… todos los “te quiero” que
siempre quisimos oír como un trago de agua en el desierto, pero
que en vano esperamos con la lengua seca; todas las palmadas que
nos negó la vida… y que ahora injustamente reclamamos a nuestra
pareja… y todo porque no sabemos lo que tienen en su mente; y todo
porque no sabemos que vemos la vida a través de las lágrimas no
solucionadas en el pasado.
Por eso conviene que todos seamos tratados por un psicólogo;
para que nos ayude a ver los episodios del pasado que nunca
atendimos y que hemos olvidado y que por ello creemos que
nunca existieron; pero que ahí están, agazapados, haciéndose
patos, fingiendo que no existen, pero listos a saltar en la primera
oportunidad; para enredarse con las nuevas situaciones y para que
no entendamos cómo, a veces, se hace un problema enorme de algo
que no valía la pena.
Javier Contreras
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