
Sin temor a equivocarnos, el dos veces
candidato presidencial recorrió la que es,
quizá, la zona más violenta del país. Lo hizo en
lo que fue un recorrido triunfal, a matacaballo,
pero disfrutando a plenitud cada reunión celebrada en varios
de los municipios que poseen algunos de los índices más
violentos del país.
No es fácil que un político, de cualquier color partidario,
recorra los municipios de Guachochi, Guadalupe y Calvo,
Balleza, Parral, Bocoyna, en la sierra tarahumara, además
del no menos problemático Jiménez.
En todos ellos, por desgracia, los hechos violentos ocupan
la atención, no sólo de sus pobladores, sino del resto de los
chihuahuenses.
Que un político, sobre todo de la oposición, y
probablemente el opositor más intransigente del país, los
recorra con la misma tranquilidad y éxito como si se tratara
de cualquier región del sur del país, en la que Morena goza
de una extrema supremacía política es verdaderamente
sorprendente.
Es tan importante que sus adversarios políticos deberán
reflexionar seriamente en sus estrategias electorales pues lo
ocurrido en algunos de los municipios más poblados de la
Tarahumara puede cambiar drásticamente el mapa político
de esa región, devastada política, social y económicamente a
lo largo de décadas de malos gobiernos.
Que varios cientos de habitantes de cada lugar abarrotaran
los lugares de las reuniones, es sorprendente, porque,
además, lo hicieron venciendo el natural miedo a reunirse
en regiones en las que la violencia es el rasgo prevaleciente
-además de la miseria- de todos esos lugares.
¿Porqué atrae a los mexicanos, de prácticamente todas
las latitudes, el tabasqueño, cuyo discurso no ha cambiado
fundamentalmente en los últimos 18 años? ¿Porqué ahora
sí y antes no, por lo menos en las dimensiones con la que
ahora ocurre?
Sin duda la persistencia y la consistencia de sus posturas,
pero, también, la profundidad de la crisis del régimen político
y la mayor certidumbre social de la enorme corrupción de los
gobernantes.
Por ello contrasta, para los miles que acudieron a sus
reuniones en los cuatro días de la más reciente de sus giras
por Chihuahua, el hecho de que se traslade por tierra y sea
un hombre asequible, prácticamente a cualquiera que se le
acerque, independientemente de su origen partidario, cosa
que ocurrió en todos los lugares. La oleada es uniforme,
militantes de los principales partidos, sobre todo del PRI y PRD
abarrotan sus actos, aunque el mayor componente social lo
siguen siendo quienes no tuvieron militancia partidaria previa.
¿Cuánto influirá en los resultados electorales lo que hoy
estamos viendo?
A riesgo de equivocación –cosa siempre presente cada
que se hacen pronósticos electorales– pero probablemente
estamos ante lo que pudiera ser una especie de “tsunami”
electoral a favor de Morena, que protagonizarán quienes se
presenten a votar en las elecciones de mediados del año
próximo.
Tal fenómeno puede ocurrir si no se presentaran algunos
fenómenos o hechos que incidieran mayormente en el curso
de los acontecimientos político-electorales, pero lo que hoy
revelan los actos celebrados en la sierra de Chihuahua, es
que las simpatías por el partido de López Obrador están
en una creciente oleada que puede desembocar en una
no menos sorprendente avalancha electoral en favor de los
candidatos de Morena.
Y tal hecho lo empiezan a revelar los datos de casi todas
las encuestas realizadas al momento. En todas ellas López
Obrador aparece a la cabeza de las preferencias electorales,
pero muestran otros dos resultados que deberán destacarse:
Ninguna de ellas revela las cifras aproximadas de participación
electoral y, segundo, todas hablan de alrededor del 20% de
encuestados que decidieron no revelar sus preferencias, o
que aún no deciden su voto.
Cruzados esos datos con lo que ocurre en plazas,
auditorios, estadios, etc. alrededor de la figura de AMLO,
lleva a pensar que estamos a la vera de un extraordinario
fenómeno social, la posibilidad de un “tsunami” electoral que
arrase al régimen de partidos existente.
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