Por José Alvarado Montes
El Sr. Obispo
Jorge Alberto exhortó a los feligreses
locales en el mensaje siguiente:
Estamos próximos a un tiempo
que nos ayudara a hacer el bien,
nos cruzaremos en el camino con
hermanos venidos de tierras lejanas
donde han dejado a su familia, y sus
trabajos movidos por el deseo de ver
en su Santuario a la Virgen de San
Juan, vienen a agradecer, a pedir, a
suplicar, a ratificar con Dios su deseo de
renovarse espiritualmente, encontraran
en el corazón amoroso de Jesús y el
maternal abrazo de la Virgen del lugar.
Fieles amorosos de la Santísima
Virgen de San Juan, se disponen en
grupos y familias, para realizar su
peregrinación esperando llegar para las
fiestas de La Candelaria a su Santuario
y postrarse a sus pies. También
nosotros nos hemos de preparar, nos
disponemos para ser hospitalarios, será
nuevamente la oportunidad de hacerles
un lugar en nuestro corazón a todos
los peregrinos. Seamos anfitriones
bondadosos, amables,
este es un mandato
para todo servidor de
Jesús. Vuestra caridad
sea sin fingimientos,
todos sabemos que
no es tarea fácil
que este llamado
es particularmente
a relacionarnos con
personas necesitadas.
Que nuestra,
nueva hospitalidad
vaya más allá de
ser amables con los
peregrinos de ofrecerles un lugar
donde puedan descansar, seguros
asearse y alimentarse dignamente,
nuestra hospitalidad ha de llegar
conforme al amor de Cristo, a crear
un espacio donde el peregrino pueda
entrar a nuestra ciudad y se convierta
en nuestro amigo.
Este espacio debe
ser nuestra casa, nuestros comercios,
los hoteles, nuestra calle, nuestras
iglesias y todos los servicios al cuidado
de su viaje y estancia entre nosotros.
Hago una atenta invitación para que
vigilemos las intenciones de nuestro
actuar en las próximas fiestas de La
Candelaria, podemos caer el riesgo
de colocar el amor a nuestro prójimo
en el lado de lo imposible, sobre todo
movidos por el espíritu de la mercadería.
Ser amable y hospitalario, no será una
transacción comercial como los miles
que realizaran sin duda, es ubicarnos
al lado de la palabra de Dios que nos
enseña que mayor felicidad hay en dar
que en recibir.
Vigilemos como miembros de esta
ciudad, en la que se comparte un mismo
ambiente laboral, que no deja de ser
cotidiana la competencia, el trato entre
nosotros, que no pensemos que todo se
vale, que no haya zancadillas o golpes
bajo la mesa con el afán de ganancia
y el dinero, tengamos presente lo que
nos enseña el Señor Jesús y tratar a
los hombres como queréis que ellos os
traten. En La Catedral Basílica han de
ser recibidos con tan gran caridad por
este servidor suyo y todos los ministros
que ahí desempeñan su oficio Pastoral,
como pide el apóstol a los lideres de la
iglesia hemos de ser hospitalarios.
Que todos nuestros hermanos
peregrinos no sean extraños, no solo
sean objeto de comercio, sino que sea
la oportunidad de demostrar en ellos el
amor de Cristo y a Nuestra Santísima
Madre Nuestra Señora de San Juan.
Si bien en San Juan se presentan
un sinfín de tradiciones populares,
religiosas que conmueven, hay que
señalar las penurias a las que están
expuestos: accidentes, enfermedades
y hasta la perdida de la vida, en sus
rutas hay lugares donde les impiden el
paso, en otros los ahuyentan a balazos
y en otros por pasar les cobran hasta
100 pesos o los hacen que se regresen,
aquí los prestadores de cualquier
servicio aumentan sus tarifas.
La Ciudad carece de espacios,
no ofrece lugares de descanso, un
lugar para sentarse, ni sombras que
lo protejan del sol o de la lluvia y mil
incomodidades más. El peregrino
trae su FE, SU ESPERANZA Y LA
CARIDAD que recibe es poca y cara.
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