+ Ya no es un orgullo ser mexicano
+ ¿Podrá la ciencia evitar la muerte?
+ Historias de muertos y aparecidos
Por Gustavo González Godina
Creo que ya pronto me voy a morir. Es decir, más
bien creo que ya viví suficiente y que en cualquier
momento me puede cargar el payaso. No sé cuánto me
quede de vida, pueden ser semanas, meses o incluso
años, varios tal vez, en realidad no tengo ningún
motivo para sospechar que ya estoy como luego dicen
agarrando pista, excepto por mi edad (tengo 64 en el
invierno del 2018) y por las pocas ganas que tengo de
seguir siendo habitante de este planeta, mucho menos
de este país y menos aún en el Estado de Veracruz
donde vivía hasta hace poco.
En estos últimos dos lugares, el País y el Estado, me
parece que sus gobernantes han hecho exactamente
lo contrario de lo que deberían; se les fue su sexenio en
anunciar obras que no han realizado, que ni siquiera las
han comenzado, se han quedado en la primera piedra
o en el banderazo de salida las grandes autopistas,
aeropuertos, trenes rápidos, puentes, todo… han sido
obras de saliva nada más; no hay inversión, no hay más
empleos, no hay seguridad… sólo hay la corrupción de
siempre. la opacidad, violencia, ratería, impunidad, lo
mismo de las últimas décadas, agravado en ésta la
segunda del Siglo XXI.
Vivir en Xalapa se volvió para mí un calvario. En
lo personal me pareció al final una ciudad muy bella
pero inhabitable, donde no hay ley ni autoridad que la
aplique. Lo que hay es una cultura de la protesta y la
impunidad que tiene a sus habitantes hasta la madre,
donde cada quien hace lo que se le pega la gana. Diez
o doce personas bloquean casi a diario la avenida
Enríquez frente al Palacio de Gobierno, y la “autoridad”
en lugar de retirarlas u obligarlas a que se suban a la
Plaza Lerdo, las apoya cerrando la vialidad un par de
cuadras antes para que nadie los moleste.
Mucha danza, mucha música, teatro, cine y cuantas
bellas artes sean cultivadas en París o en Londres,
mucha cultura pues en la “Atenas Veracruzana”, pero
la gente sigue sacando la basura de su casa mucho
antes y después de que pase el camión recolector, y las
montañas de desechos en cada esquina son la mejor
carta de presentación de la “cultura” xalapeña. Los
automovilistas siguen dando vuelta a la izquierda en
una avenida de cuatro carriles como la Ávila Camacho,
sin importarles todos los vehículos que haya atrás de
ellos esperando a que se quitan. En todas las grandes
y modernas ciudades del mundo se fomenta el uso del
transporte público, en la capital veracruzana se saca
de la circulación a autobuses urbanos y taxis, se vive
ahí en el mundo del revés.
Por eso y por mucho más me pareció ya muy poco
agradable vivir en Xalapa, en la bella Xalapa que tanto
me gustó cuando llegué, con sus hermosos parque,
jardines y camellones para hacer ejercicio. “Pues vete”
me dijo más de alguno. Y sí, unos meses más y salí de
ahí, no sin antes decirles lo que pienso, que no sólo la
capital de Veracruz sino todo el Estado se ha convertido
en un pueblo sin ley en los años recientes.
Aunque pensándolo bien a dónde voy que más
valga, como dice el refrán nunca tan bien aplicado
como ahora. Desde que tango memoria y desde que
llegué a Veracruz, nunca antes -luego de la Docena
Trágica Echeverría-López Portillo en Los Pinos, y
después de don Agustín Acosta Lagunes en Veracruzhabía
yo lamentado tanto vivir bajo la clase gobernante
que padecemos, como en los días que corren.
En estos momentos francamente no estoy orgulloso
de ser mexicano, ni lo estaba ya de vivir en Veracruz,
aunque sí muy agradecido con la mayoría de los
veracruzanos, con la gente de trabajo, no así con los
vándalos (campesineros, maestreros, estudianteros,
manipuladores de colonos, de obreros, de pobres,
de flojos) que me hacían enojar cada día con sus
bloqueos. Pero no puedo irme a vivir a otro país, no
tengo dinero, así que me repito a cada momento “ahora
tejones porque no hay conejos”, lo más que podría
hacer era emigrar a otro Estado. Eso sin contar con que
buena parte del mundo está igual: Terrorismo, guerras,
violencia, abusos, discriminación.
Todo eso me quita las ganas de vivir. Pero no me voy
a morir cuando yo quiera, para suicidarse es necesario
tener suficiente valor y a mí me falta; lo tengo para
vivir y para seguir enfrentando tanta pendejada, pero
no para morir. Así que mientras se me llega la hora creo
que es tiempo de contar algunas cosas, interesantes,
curiosas, inexplicables algunas, que me ha tocado
presenciar en la vida; otras no tanto pero relacionadas
con la gente que me ha rodeado, así como algunas
reflexiones acerca de ideas y conceptos (¿es lo
mismo?, si es lo mismo lo siento) que escucho desde
que era pequeño, o que se me han ido ocurriendo ya
adulto y viejo. Por ejemplo, ¿por qué para todo dice
la mayoría de la gente “si Dios quiere”?, o “sólo Dios”
cuando le pregunto a alguien si cree que algún día la
ciencia va a poder evitar la muerte: “Nooo… eso sólo
Dios” me han contestado casi todas las personas a
quienes se lo he planteado. Yo creo lo contrario, que sí.
Creo también, que así como el hombre (o la mujer,
el ser humano pues) ha logrado transportar en forma
instantánea primero el sonido a través de la radio,
y luego la imagen y el sonido juntos a través de la
televisión, el internet y la telefonía celular; podrá algún
día transportar la materia en forma instantánea también,
teletransportarse pues, desaparecer aquí y aparecer al
momento en otro lugar distante.
Por supuesto me dicen que estoy loco, pero lo mismo
decían de Galileo cuando aseguraba que la tierra era
redonda y que se movía, y lo mismo dicen de todos
aquellos que se cuestionan todo, como un servidor,
porque yo estoy seguro de que los seres humanos
no somos los únicos en el universo. Y más aún, estoy
seguro de que en algún lugar del universo debe haber
algo mejor que los seres humanos.
Empezaré por contarles de la vez que el tesoro
que buscábamos, del que le habló el difunto Chito
León a mi prima Socorro, se nos convirtió en arena
de río, en una arena fina, amarilla, de la que no había
en la región porque ni ríos existen por ese rumbo.
Esto supuestamente porque el dinero enterrado que
buscábamos no era para nosotros, especialmente para
el ambicioso de mi compadre.
Les platicaré también de la vez que la difunta Doña
Chinda se le apareció a mi papá, cómo fue que éste le
mentó la madre para ahuyentarla y por eso seguimos
pobres. Igual del espíritu de la nana de una monja, mi
vecina, que se llamaba Nina (la difunta), de cómo me
asustó durante mucho tiempo hasta que la correteamos.
Del caso espectacular de mi abuelo Rito, que era tan
malo que aún después de muerto quería con su nuera,
por eso en lugar de Don Rito González algunos le
decimos Rito Satánico hasta la fecha, porque creemos
que se le metió el Maligno poco antes de morir, y aún
después siguió dando lata, le diré cómo fue expulsado
su espíritu del cuerpo de la mujer de mi tío.
Por supuesto dirán muchos de quienes me lean
que es pura fantasía o que estoy loco de remate, pero
puedo jurar que es cierto lo que voy a contar, sobre
eso y sobre muchas otras cosas más. Ahora que me
acuerdo.
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